Limón. A las 9:30 a. m. de este martes se dio el llamado a la huelga. A esa hora, obedientes, los trabajadores dejaron de cargar o descargar productos en los barcos que estaban en muelles.
Todos se cruzaron de brazos tras los portones de los dos puertos, solo a esperar.
En el muelle Alemán, frente al parque de Limón, desde un vehículo se gritaron consignas y se escuchaba música.
Al puerto de Moín se acercó un policía en solitario solo a anotar algunos datos en la bitácora. Ahí, apuntó el nombre de Carlos Brenes, el dirigente sindical que se asomó para darle las razones del cese de labores.
Por lo demás, todo transcurrió con absoluta calma. No hubo los bloqueos que se temían ni llegaron policías antimotines.
“Estamos monitoreando”, se limitó a decir Erick Calderón, jefe de la Fuerza Pública en esta provincia. El monitoreo viene desde el viernes cuando el Sindicato de Trabajadores de Japdeva anunció que estaba a horas de paralizar los muelles.
En las calles de la ciudad se veía menos gente que de costumbre, pero no era por el paro, sino por el aguacero que se alternaba con un “pelillo de gato”.
Por si acaso, en algunos centros educativos privados llamaron a los padres para que se llevaran a sus hijos una hora antes de la salida acostumbrada. Otros padres no mandaron a sus hijos al horario de la tarde.
La única intentona de impedir el tránsito se dio en el sector de Hone Creek, camino al sur de la provincia, donde un denominado movimiento cívico interrumpió el paso.
La acción motivó que los autobuseros que cubren esta ruta dudaran de continuar los recorridos después del mediodía.
Todo se hizo por mera cautela, pues Limón permaneció en calma. Solo a la espera.