El pensar en Otto Apuy (1949) como artista es pensar en casi cuatro decenios del arte costarricense, un Trayecto que el artista inicia profesionalmente en 1974 en una Costa Rica donde el Estado –como nunca antes– apoyaba el arte nacional.
Para ese año, Apuy estudiaba en la Universidad de Costa Rica, pero su aprendizaje autodidacta como artista ocurrió en su natal Cañas, estimulado por aquel ambiente que sus abuelos paternos le proporcionaron.
Durante todo ese período anterior al año 1974 –infancia y adolescencia–, Otto Apuy realizó bodegones, retratos y obras de carácter abstracto.
Cuando se trasladó a San José, decidió estudiar periodismo porque le interesaba la comunicación y no la pintura.
Por aquel entonces, Otto creía que la Facultad de Bellas Artes de la UCR estaba centrada en la técnica, que él ya dominaba.
Gracias al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, en 1974 obtuvo una beca para estudiar arte en Barcelona: momento crucial en su desarrollo como artista.
En España, Otto se encontró con nuevos lenguajes de expresión, como el arte matérico y el arte conceptual. Gracias a este último pondrá en práctica su habilidad como constructor de objetos y como videoartista y escritor teórico.
Hombre múltiple. Otto Apuy ha demostrado ser un artista cuyas obras abarcan la preocupación social, la memoria, la ecología y la identidad: la suya propia.
En su exposición Trómpico performance , de 1980, ofreció su primer videoarte (hoy desaparecido), medio plástico que llegará a ser esencial dentro de su producción.
Salvo contadas excepciones, sus proyectos expositivos son una compleja combinación de medios expresivos que incluyen la pintura, lo gráfico, la instalación y el video.
Por tal motivo, esta muestra, Trayecto (1974-2011), presentada en el Museo de Arte Costarricense, no se concibe como una sola exposición individual: es una suma de sus múltiples proyectos individuales.
Como renovación, para el arte local han sido esenciales los aportes de Max Jiménez en los años 30 y 40; los de Rafael Ángel Felo García, Manuel de la Cruz González, Lola Fernández y Juan Luis Rodríguez en los 60 mediante lo abstracto y matérico.
Así, a inicios de los años 80, Otto Apuy, llegado de España, contribuyó al arte local con la introducción del arte conceptual, el art-idea y la instalación.
Recordemos también a Rafael Ottón Solís, quien, a partir de su muestra Corpus Christi América Latina (1984), se convirtió en uno de los artistas referenciales para el arte de los años 90.
Largo camino. Es importante reafirmar que la historia del arte “contemporáneo” costarricense no aparece a partir de 1993, con la creación del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), pues no se puede hablar de arte “contemporáneo” negando los aportes que hacen posible justamente lo contemporáneo como si hubiera un vacío, una nada.
Quien maneje ese discurso procura invisibilizar o negar a aquellos otros con la intención de legitimar con fuego sus propios intereses.
Lo “religioso” se insertó contra el arte “pagano” e indígena en tiempos de la Colonia; después, a fines del siglo XIX, se pretendió imponer una estética centrada en el mármol y lo pulido como referencia al concepto racial en torno a la metáfora de la blancura.
A su vez, a finales del siglo XX, lo “posmoderno” será la forma de negación que se adoptó en detrimento de lo autóctono o de lo producido antes de esa década.
Desde su institución, el MADC, lo “posmoderno” se impone y escribe su historia tratando de invisibiliziar a esta otra institución, el MAC, creada por el Estado en 1977.
Por su parte, el MAC ha creado parte de una importante colección como patrimonio del Estado, y ha ejecutado notables investigaciones en torno a maestros del arte costarricense, como Teodorico Quirós, Ezequiel Jiménez, Francisco Zúñiga, Juan Manuel Sánchez, Max Jiménez, Francisco Amighetti y, hoy, Otto Apuy.
Con Trayecto , el MAC intenta hacer una revisión de la obra propia del artista Apuy y de la historia misma en torno al Arte Costarricense –con letras mayúsculas–.
Artes y letras. Recapitulemos. Trayecto es una pequeña odisea que se inicia en Cañas (1949-1974), donde el artista en ciernes descubre el mundo del arte y del cine, al cual accede de manera ávida.
Posteriormente, Otto Apuy saldrá de su ciudad natal para marcharse a San José (1974-1980).
En los años 70, de “protesta” aparece un Apuy contestatario, grafista y dibujante que se marchará becado a Barcelona.
Ya convertido en un artista experimental o conceptualista (1980-1989), en Costa Rica vuelve a sus raíces, a Cañas, a su Guanacaste (1989-2011), preocupándose por el medio ambiente y sus orígenes. Así, sin abandonar el videoarte y lo matérico, incorpora elementos tan identificables como el bambú, las jícaras y los comales, y referencias a sus ancestros de origen chino.
A esta exposición se suman proyectos como su Gran mosaico cerámico para la iglesia de Cañas (2000) y su labor como escritor, tanto en el plano teórico como en el literario.
Posiblemente gracias a su formación como comunicador, Apuy incluye, en los catálogos de sus muestras, sus propios textos. No obstante, ya en la extraordinaria edición de su libro Diabólica (1979) se publicaron sus escritos junto con sus dibujos.
En 1987 apareció su libro Memoria hechizada , y, en 1988, Sin ansias para morir . A estas novelas siguieron otros libros: Donde terminan los círculos (2004), Las dudas que nos empujaban en la noche (2004), Modelo para devolver el día y la noche (2007), El jinete con la herida en el pecho (2009) y Shi Pan y los huesos del dragón (2010).
En la presente muestra se recupera al artista total: autóctono y universal, pintor, instalador, videoartista y escritor, dueño siempre de una conciencia crítica y esperanzadora al mismo tiempo, el que sabe mirar hacia sí mismo y también hacia fuera.
El autor es artista y miembro del Grupo Bocaracá. Ha presentado 16 exposiciones individuales y ha participado en 19 colectivas.