En este y otro editorial vamos a ofrecer nuestra visión de la evolución económica durante el presente año y los principales retos para el 2013. Difiere, en parte, de la presentada por las autoridades y, también, de la de algunas firmas consultoras y entidades académicas, aunque en muchos aspectos hay, desde luego, coincidencias. Si de alguna forma se pudiera caracterizar el 2012, diríamos que fue un buen año, aunque podría haber sido mejor. Pero las perspectivas para 2013 –año preelectoral– son menos halagueñas.
PIB. La producción nacional creció a un ritmo interanual bastante elevado, alrededor de un 5% en términos reales, superando las propias predicciones del Banco Central. Esta institución había predicho que, en ausencia de la reforma tributaria presentada por el Gobierno, la economía crecería mucho menos. No se aprobó la reforma; sin embargo, la economía creció más de lo previsto gracias, particularmente, a la iniciativa privada. Haber aumentado impuestos en el equivalente a varios puntos porcentuales del PIB, sin reducir concomitantemente las erogaciones, no hubiera sido la mejor estrategia por el impacto en el consumo y la inversión privadas. La situación para el año entrante, no obstante, podría variar.
Presupuesto. Aun sin reforma fiscal, las finanzas del Gobierno Central lograron mantenerse. Los ingresos aumentaron en términos reales alrededor de un 10% (duplicaron la tasa de crecimiento real de la economía), pero la tasa de expansión de los gastos, que parte de una base mayor, también fue muy similar (9,7% aunque podría aumentar a fin de año), por lo que no hubo mejoría en el déficit fiscal. Se dejó así desaprovechar la oportunidad brindada por la buena recaudación para reducir el déficit mediante menores erogaciones.
Por esa razón, en materia fiscal estamos como empezando. Sin embargo, en la composición del gasto público sí notamos alguna mejoría: los gastos de capital –esenciales para el crecimiento económico a largo plazo– aumentaron significativamente, en comparación con los efectuados el año anterior, y los gastos corrientes, aunque se mantuvieron elevados (9,2%), crecieron menos que en 2011 (9,7%), particularmente en remuneraciones al sector público, rubro que absorbe un porcentaje muy alto de las erogaciones totales. Debe recordarse que los servidores públicos perciben remuneraciones bastante más elevadas que los del sector privado.
Sobre la situación de las finanzas públicas del sector descentralizado, no hay suficiente información todavía para exteriorizar criterio. Hemos observado, sin embargo, una mejoría en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que pasó de un abultado déficit en los últimos cinco años a un ligero superávit en 2012. Esa situación es de celebrar, pero no muy efusivamente. Todavía queda un largo trecho por andar, según manifestamos en editoriales anteriores. Tenemos igualmente inquietudes y reservas sobre tres instituciones cuantitativamente importantes en la conformación del déficit consolidado: ICE, Recope, y el Banco Central. Este último tendrá que resolver qué hacer con la liquidez emitida este año para sostener la banda inferior, pues las alternativas son más inflación o mayores pérdidas de operación, que generan inflación en el futuro. A ello nos referiremos próximamente.
Inflación y balanza de pagos. Aunque todavía no se han publicado las cifras de variación del índice de precios al consumidor (IPC) correspondiente al mes de diciembre, es de esperar que, acumuladas, ronden el 5%. Es un resultado aceptable, congruente con el rango establecido en la programación macroeconómica del Banco Central (entre 4%-6%), pero aun muy superior a la inflación internacional (2%).
Otros parámetros de medición calculados directamente por el Banco Central (inflación de medias truncadas e índice subyacente de inflación) también reflejan porcentajes ubicados dentro de la programación.
Sin embargo, debemos señalar una nota de cautela. La expansión de la demanda agregada no está suficientemente controlada como para poder afirmar que la inflación está bajo control. El crédito al sector privado ha crecido este año a una tasa equivalente al doble del crecimiento real de la producción (13%) y, dentro de este rubro, el financiamiento de los gastos de consumo ascendió al 18%, y las importaciones de bienes de consumo privado provenientes del exterior también crecieron un 13%. Las importaciones totales aumentaron un 10% (interanual), al igual que las exportaciones, y el déficit comercial sigue en ascenso. En otras palabras, parte del exceso de demanda agregada se ha canalizado por la balanza de pagos. Si el tipo de cambio no se hubiera mantenido estable, la inflación real habría sido mucho más elevada. Y esto impone un reto para los próximos años.
Empleo. La economía como un todo, particularmente la del sector privado durante el tercer trimestre, ha generado suficientes fuentes de empleo para absorber la creciente oferta de trabajadores e, incluso, reducir levemente la tasa de desempleo abierto, que pasó de un 11,1% en 2011 a un 10,2% de la fuerza laboral ahora.
El mérito mayor es haberlo reducido en un periodo de crecimiento de la cantidad total de trabajadores (en parte por inmigración), elevando la participación de la fuerza laboral efectiva al 62%, tres puntos más que en igual periodo del 2011. El número total de trabajadores ocupados ascendió casi a 2.000.000 de personas. Y aunque la cifra debe considerarse positiva en este periodo poscrisis, el desempleo total sigue siendo muy elevado comparado con los estándares históricos. Ese será otro de los retos del 2013.
Pobreza y distribución. En estos dos indicadores sociales,muy importantes desde todo punto de vista, la batalla no se está ganando. Más bien, estamos retrocediendo, particularmente en lo relacionado con la distribución del ingreso que cada vez es más desigual. El porcentaje de familias ubicadas bajo la línea de pobreza es superior al 20% del total, y ha estado allí en el último decenio. La distribución del ingreso, medida por el coeficiente de Gini (cuanto más desigual, más alto es el indicador), ha pasado de 0,50 a un 0,52, a pesar del crecimiento de la producción y del ingreso.
Como hemos comentado en editoriales anteriores, la economía costarricense ha generado buenos índices de expansión del PIB, pero los frutos de ese crecimiento no se han podido distribuir más equitativamente. Planes como una reforma fiscal integral, reducir la inflación a niveles internacionales y liberar la importación de productos básicos, contribuirían mucho a mejorar la situación.