Humberto López Morales viaja ligero de equipaje: con ropa y unos libros le basta; mas, si incluyese sus honoris causa , sus títulos académicos y sus premios, quebrarían sus finanzas por exceso de maletas. Lo que él ahorra así en dinero, lo derrocha en facundia y gracia cubanísimas. López Morales (La Habana, 1936) es el secretario general de Asociación de Academias de la Lengua y ha venido a Costa Rica para presentar el Diccionario de americanismos (Grupo Santillana) elaborado por dicha Asociación.
El visitante es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense (Madrid). Ha dictado conferencias en más de 200 universidades, integra doce consejos editoriales de revistas y es miembro correspondiente de diez academias de la Lengua. Es doctor honoris causa por once universidades (incluida la UCR) y ha publicado más de 50 libros científicos.
Dialoguemos con quien tiene la palabra.
–¿Es Centroamérica una sola región léxica?
–No, a menos que se manejen conceptos muy laxos. Más que de Centroamérica, puede hablarse, por ejemplo, de zonas bananeras, donde se usan términos propios de una misma actividad económica.
–El lingüista venezolano Ángel Rosenblat señaló que la herencia léxica indígena se notaba en la comida y en términos de la naturaleza: plantas y animales. ¿Ocurre aún así?
–Sí. Los conquistadores ignoraban los nombres indígenas, de modo que adoptaron los que oían. Las lenguas nativas han aportado mucho a la riqueza léxica del español de América y de España, y buena parte de nuestra fauna y de nuestra flora lleva “partidas de bautismo” americanas.
–También ocurrió lo inverso: el “bautismo” de productos americanos con nombres españoles, como nuestra “piña”, que no es piña.
–Así es. Los conquistadores impusieron algunos nombres por el parecido que vieron entre frutos americanos y frutos europeos, pero fueron menos que los indigenismos que salieron triunfantes.
–¿Cómo distribuye los términos el Diccionario de americanismos ?
–Por orden alfabético y de países: de norte a sur y de este a oeste. Así se descubren las “manchas geográficas” que unen el habla de diversos países. De esta manera puede verse cuál es el alcance de las palabras, definido por líneas –isoglosas– que dependen de la historia y de la geografía.
–¿Hay penetración de americanismos en España?
–Sí, y desde el siglo XVI: recordemos ‘hamaca’, ‘huracán’, ‘tomate’, ‘cancha’' Ahora, cada día, nuestros países están más cerca unos de otros, y no importa que el Atlántico esté de por medio.
”Para la difusión de las palabras ha sido benéfica la inmigración de americanos a España, donde se oyen términos nuevos, como ‘papaya’. No solo el término: también el fruto era desconocido. Ahora, en todas las fruterías de Madrid hay papaya o papayón y frutas tropicales por un tubo” .
–A veces se confunden las palabras en América y en España, como ‘lima’ y ‘limón’.
–Son pocos casos y no impiden entenderse: “Deme una lima”; “¡Ah!, lo que usted quiere es un limón”. Esto ocurre en todos los grandes dominios lingüísticos.
–Esa penetración americana también se debe a las telenovelas.
–Sí, a lo que en España se llama ‘culebrón’. Habrá que estudiar su importancia, no solo en el español de la península ibérica, sino en otros lugares del mundo. Ahora hay telenovelas americanas en toda Europa, incluida la del este, que carece de contacto con el mundo hispánico.
–También más allá'
–Claro, como en el norte del África y en zonas del oriente. La ventaja para la difusión del español es que no doblan las telenovelas porque hacerlo es muy caro: las subtitulan.
”Un programa de televisión, Españoles en el mundo, viajó a Croacia y presentó a una profesora española del Instituto Cervantes. Según explicó ella, muchas personas que ignoran nuestro idioma han aprendido frases sueltas, que dicen en español, como “Estoy embarazada”, “Te quiero, Paco” y “¡Es una bruja!”.
”Algunas telenovelas ya han entrado en el libro Guinness por haberse exhibido en más de cien países”.
–Aparte de palabras, ¿hay construcciones sintácticas propias de América?
–No exactamente, pero hay frases proverbiales. En Cuba se pregunta: “¿Qué tú quieres?”, a diferencia de la forma general: “¿Qué quieres tú?”; pero las variantes nunca impiden la comunicación. A veces, el vocabulario sí desconcierta: “A mí me gusta el guanajo”; habría que traducir: “el pavo”.
–Comparado con la del inglés, la unidad léxica del español es una hazaña.
–Sí. Yo he viajado a países del Asia de habla parcialmente inglesa, como Tailandia. Allí me asignaron un chofer que –me aseguraron– hablaba inglés; él me entendía, pero yo no le entendía nada. Ese señor y millones como él están contabilizados como hablantes del inglés.
–¿Para quién es el Diccionario de americanismos ?
–Para los hispanohablantes que encontramos palabras que no entendemos. Nos ocurre cuando leemos novelas de escritores hispanoamericanos que emplean términos propios de su país. Este uso es bueno pues da variedad, color, ya que el empleo constante del español general sería monótono.
”Si los autores no ofrecen también un contexto que dé las claves de esas palabras, el Diccionario de americanismos nos revelará los significados. El diccionario también sirve a los hispanistas de todo el mundo para que sepan de qué va un escrito”.
–¿Cuál es la amplitud del nuevo diccionario?
–Tiene 2.300 páginas, unas 60.000 entradas y más de 120.000 definiciones, y se elaboró con las más modernas técnicas lexicográficas. Se nos quedaron fuera unas 400 entradas, pero la editorial nos puso un límite para que todo se imprimiese en un solo volumen.
–¿Por qué se eliminaron esas entradas?
–Porque corresponden a ámbitos muy reducidos: a cien personas del noroeste de tal país, por ejemplo.
–Se podría decir que el Diccionario de la Real Academia Española corre, pero que este diccionario vuela.
–Sí, pero recordemos que el DRAE es un diccionario general, normativo, en cierto modo anclado en el pasado. En cambio, este es un diccionario dialectal de uso del español americano.
”Ha comenzado a elaborarse el DRAE del año 2013, dedicado a los trescientos años de la fundación de la Real Academia Española, y parece que puede ser una edición fenomenal, enriquecida por este Diccionario de americanismos.
–¿Qué críticas ha recibido el reciente diccionario?
–Hasta ahora, favorables. En la propia Real Academia se ha reconocido la modernidad de los conceptos lexicográficos del Diccionario de americanismos .
–¿Habrá diccionarios de cada país americano?
–Es un propósito, y también es una labor que algunas academias americanas ya han emprendido. A manera de apoyo, a todas les enviaremos, en formato electrónico, sus palabras nacionales y las que no se incluyeron en el diccionario.
”Ya han comenzado a trabajar las academias de la Argentina, Chile, Colombia, Puerto Rico y algunas más. Sería magnífico que cada país tuviese un diccionario nacional con las mismas técnicas aplicadas al de los americanismos.
–Usted ha dicho que “este no es un diccionario para conventos”: ¿por qué?
–Porque es un diccionario de uso; por tanto, recoge las palabras que se emplean: no importa su naturaleza, sea escatológica o sexual. Otra condición que pusimos es que los términos exhiban constancia escrita.
”Una académica americana me dijo que estaba muy molesta pues se habían recogido “malas palabras”. Yo le expliqué que las palabras no son buenas ni malas: son lo que los hablantes quieran que signifiquen.
”Cada persona es libre de emplear un término, pero nuestra obligación es precisar qué significa. Por supuesto, este diccionario no es un catecismo”.
–¿Habría sido un pecado mortal no incluir tales palabras?
–Más que mortal: mortalísimo.