El enlace entre Guillermo y Kate Middleton supone una pequeña revolución para la monarquía y la sociedad británica.
A más de una década de su muerte, la sombra de Diana de Gales aún se posa sobre la familia real. Es por eso que la boda de Guillermo es vista más como la boda del hijo mayor de aquel mito, que la de un príncipe que algún día será rey de Inglaterra.
Empero, aunque el halo de Diana sigue vivo, este cada vez es menos intenso. No solo porque el tiempo pasa, sino porque el matrimonio entre Guillermo y Kate es un reflejo de lo mucho que ha cambiado Inglaterra y su monarquía, desde que Diana y Carlos se casaron, en 1981.
Para algunos, la gran novedad de la boda es que un futuro monarca británico se comprometiera con una plebeya, una mujer a la que se puede presentar como la descendiente de unos mineros de Durham y la hija de una antigua azafata. Para otros, este tipo de enlaces de distintas clases no es nuevo, no al menos en Inglaterra...
Antes, esto era frecuente en dicha monarquía. Fue hasta hace cuatro siglos atrás –cuando Jacobo VI de Escocia se convirtió también en Jacobo I de Inglaterra– que se impusieron los matrimonios dinásticos con las casas reales del continente.
Lo que de verdad es nuevo en esta pareja no es el amor ni el linaje, sino la libertad de costumbres. Ellos llevan ocho años prácticamente viviendo juntos. A nadie le preocupa ya si ella llega o no virgen a la noche de bodas. Y eso, entre otras cosas, fue lo que impidió años atrás que Carlos se casara con su tormento: Camila Parker.
¿Es eso fruto de lo que ocurrió entre Carlos y Diana o se debe a que ha cambiado la sociedad? “Supongo que se debe un poco a ambas cosas. En los días que vivimos hoy en Inglaterra, la idea de un matrimonio dinástico no atrae a una porción demasiado grande de la opinión pública, y lo que la gente quiere en general es que el príncipe tenga la libertad de elegir, como está claro que ha tenido en esta ocasión”, expresa Vickers.
“En este caso (el de Kate y Guillermo), no tengo ninguna duda de que los dos encajan, mientras que en la otra boda había muchas dudas. Ya sabe, la presencia de otra mujer, etcétera, etcétera”, añadió.
En esto coincide el también historiador, David Starkey, para quien las reglas ahora de la monarquía son mucho más flexibles.
“La nueva tradición dice que te tienes que casar con quien te guste, pero el matrimonio tiene que ser virtuoso, ese matrimonio por amor tiene que ser un ejemplo moral. Ahí se inventa la idea de que no te puedes casar con una persona divorciada: eso es una completa invención de los años 1920, pero muy poderosa”, manifiesta explica Starkey.
“Y la primera víctima (de esa invención) es Eduardo VIII, que en 1937 abdica, tras haber estado menos de un año en el trono, para poder así casarse con la mujer que ama: la norteamericana Wallis Simpson. Hubiera sido un matrimonio por amor, sí, pero no virtuoso: ella se había divorciado antes dos veces”, comenta.
“Lo extraordinario es que todo eso ha saltado por los aires en los últimos 10 años: hemos decidido que ya no es necesario llegar virgen al matrimonio... que queremos matrimonios diferentes. Lo extraordinario de Guillermo y Kate es que da la apariencia de que es algo entre iguales, mientras que Diana, cuando se casó, era una pequeña cosita atemorizada y sin ninguna educación, que creía que estaba viviendo un cuento de hadas al casarse con un príncipe”, añade.
“La diferencia respecto de la boda de Carlos y Diana es que Carlos era –y sigue siendo– el heredero al trono y tenía que casarse”, explica una fuente que en su día vivió muy de cerca aquella boda y que prefiere mantener el anonimato.
“Tenía una gran presión para casarse. Y debía encontrar una esposa que le diera un hijo o dos. Y encontraron para él a Diana Spencer... Era todo muy conveniente, muy adecuado, como tenía que ser”, añade la fuente.
“Y eso quedó muy claro en aquella grotesca y embarazosa entrevista a Carlos y a Diana juntos, en la que les preguntan si están enamorados y él responde que eso depende de lo que se entienda por amor. Una respuesta horrorosa”, recuerda la fuente.
“Guillermo y Kate dan una perfecta imagen de pareja joven y enamorada, mientras que el príncipe Carlos era claramente una persona profundamente ansiosa”, insiste la persona no identificada por
El caótico matrimonio de Carlos y Diana, pero sobre todo la trágica muerte de la princesa, han marcado profundamente a Guillermo.
La privacidad se ha convertido en una obsesión para él y quiere evitar a toda costa que a Kate la acosen los medios, como acosaron a su madre.
Pero la prensa tampoco persigue a Kate Middleton como sí lo hizo con Diana. En parte porque Guillermo y Kate viven en un lugar secreto en Anglesey. En parte porque la casa real dispone de una legión de abogados que controlan con lupa lo que se va a publicar. Y en parte también porque la prensa ha aprendido la lección.