Según una vieja anécdota que se supo en muchas latitudes, una vez la princesa Diana, desesperada por haber pasado una mala noche, confesó que su esposo, el príncipe Carlos, no la dejaba dormir con sus ronquidos y que solo dándole codazos conseguía aplacar el estruendo que hacía.
Algo similar se contaba del político británico Winston Churchil, otro gran roncador, tanto que, los oficiales de Marina que compartían viajes con él, decidieron hacer públicas sus quejas.
Mas sufrir a causa de los ronquidos –propios o ajenos– no es un asunto que afecte solo a las grandes personalidades. Las estadísticas indican que al menos el 50 por ciento de los adultos, más hombres que mujeres, llegan a roncar en algún momento de su vida; el 25 por ciento de estos se convierten en roncadores habituales.
Tan dramático es el problema, que en la oficina de patentes y marcas de los Estados Unidos se han registrado más de 300 inventos que prometen una solución ante los ronquidos, aunque los expertos afirman que casi ninguno funciona.
De acuerdo con el otorrinolaringólogo Mauricio Buitrago Poveda, el nombre científico de esta enfermedad es roncopatía y se define como un trastorno respiratorio obstructivo durante el sueño. Puede presentarse como un ronquido simple o como una apnea que puede afectar y poner en peligro la vida de quienes padecen esa condición.
Ocurre cuando la respiración se interrumpe durante más de diez segundos, baja la oxigenación en la sangre, se aumenta la retención de dióxido de carbono y se disminuyen los movimientos de los músculos toráxicos, lo cual podría conducir a la asfixia.
Los derrames cerebrales, así como algunas enfermedades del corazón (infartos, arritmias cardíacas y crecimiento del músculo cardíaco), también podrían ser secuelas del ronquido.
A la lista de consecuencias se deben sumar las alteraciones de carácter por el mal dormir, la posibilidad de sufrir accidentes automovilísticos o laborales debido a la somnolencia diurna, la impotencia sexual y la baja productividad en general.
Ni qué decir de los conflictos maritales o de convivencia con otros miembros de la familia que pueden surgir como efecto de los ronquidos.
Un estudio realizado en Gran Bretaña dejó claro cómo el roncar atenta contra la armonía de la pareja y resaltó las técnicas “poco románticas” a las que recurrían los cónyuges ante los sonoros ruidos emitidos por sus parejas. Sacudidas, golpes para despertarlos o hacerlos cambiar de posición (de boca arriba a medio lado), abandonar la habitación o pedirle al roncador que duerma solo, son algunos de los recursos más utilizados.
Sin embargo, existen casos tan severos que incluso, la pareja termina buscando la separación.
“Si la relación marcha bien, creo que el asunto del ronquido se puede manejar mejor, pero si la pareja está en conflicto por otras situaciones, esos ruidos nocturnos incrementarán las tensiones. A mis pacientes les digo que deben aprender a ser tolerantes y, si hay amor verdadero, estas situaciones de convivencia no afectan gran cosa”, explicó el psicólogo Miguel Mendoza Martínez.
Los Institutos de Salud de Estados Unidos definen el ronquido como una respiración ruidosa producida por la vibración de las partes blandas de la faringe, debido a una resistencia al paso del aire. Esa resistencia puede suceder por tres razones, según explica Buitrago. La primera es que la persona sufra de una falla central, es decir, que su cerebro no envía los mensajes correctos para procurar una respiración adecuada.
La segunda es cuando hay problemas obstructivos, como por ejemplo, un tabique nasal torcido, cornetes inflamados, pólipos nasales, sinusitis, alergias, campanilla o úvula grande, paladar blando, una base de lengua ancha, tumores y malformaciones congénitas, adenoides y amígdalas grandes. La mayoría de los niños roncadores, suelen presentar estas dos últimas patologías.
La tercera causa es mixta, o sea, una mezcla de fallas centrales con fallas obstructivas.
Junto a todos estos factores, también existen otras condiciones que podrían agravar los ronquidos, agregó el especialista en otorrinolaringología. Entre ellos, destaca el sobrepeso, la ingesta excesiva de licor o de medicamentos relajantes o tranquilizantes, el agotamiento, el consumo de tabaco (la nicotina inflama los tejidos de la faringe y produce enfermedad pulmonar), algunos trastornos endocrinos y, en la mujer, la menopausia, porque a partir de ese momento, ellas tienden a acumular más grasa y pierden tensión muscular.
Tanto Buitrago como otros especialistas aseguran que la roncopatía no tiene una cura definitiva y los tratamientos que se pueden recomendar a un paciente, dependerán de la razón principal de los ronquidos. Entre los más efectivos se encuentra la cirugía para eliminar obstáculos anatómicos obstructivos.
Sin embargo, esta solo tiene buenos resultados en el 50 ó 60 por ciento de los casos. Los niños son los que mejor responden a este procedimiento.
La intervención quirúrgica no parece dar ningún resultado cuando el problema está vinculado con fallas centrales o con apnea del sueño, asevera Buitrago. Para estas personas, lo más recomendable es colocar un dispositivo llamado CPAP (Presión nasal continua positiva de vías respiratorias, por sus siglas en inglés). Se trata de un compresor o mascarilla que regula la respiración.
A estos pacientes (quienes sufren de apnea o de fallas centrales) también se les aconseja realizarse un estudio llamado polisomnografía, que mide varios parámetros relacionados con el sueño, como la cantidad de oxígeno, las ondas cerebrales y el comportamiento cardiovascular.
La traqueostomía (apertura dentro de la tráquea) es el único tratamiento definitivo contra el ronquido. Sin embargo, solo se recomienda en casos muy específicos.
Antes de aplicar cualquiera de las medidas anteriores, los especialistas aconsejan a los roncadores bajar de peso, hacer ejercicios a diario para mejorar el tono muscular y la resistencia respiratoria, procurar dormir de medio lado para que la lengua no caiga hacia atrás, levantar un poco la cabecera de la cama, evitar el cansancio excesivo, no fumar, limitar el consumo de alcohol (no lo ingiera al menos en las cuatro horas previas a acostarse), utilizar sedantes solo en caso necesario y nunca cenar más de la cuenta antes de irse a la cama.