El papel periódico se convertía en obras de arte, entre risas y cuchicheos, en las tímidas manos de seis niños pregoneros del recién fundado diario La Nación . Corría el año 1946. Olga Espinach Fernández, periodista y precursora del arte, sentaba las bases de la Casa del Artista en los talleres del periódico. Los niños creaban sus primeras obras mientras esperaban los rayos del Sol matutino para salir a repartir el diario por las calles.
Hace sesenta años se fundó un espacio donde la viveza del color, la espontaneidad del trazo y las incontables texturas estimulan la creación. Un espacio de crecimiento, reunión e intercambio fue el sueño de Olga Espinach.
Hoy, la Casa del Artista es recordada con aprecio por aquellos que cruzaron sus mil y una puertas, los que acompañaron la institución a lo largo de sus constantes desalojos y los que allí trazaron las bases de su carrera estética.
Esta escuela albergó personalidades del arte costarricense y grandes maestros como Rafa Fernández, Rudy Espinoza, Dinorah Bolandi, Fausto Pacheco, Carlos Sala-zar Herrera, Leda Astorga, Mario Maffioli y Hugo Díaz, entre muchos otros.
“Doña Olga pensaba que esos dibujos ingenuos que los niños hicieron hace 60 años con los desechos de papel periódico iban a repercutir en la vida de estas personas a corto o mediano plazo”, recuerda José Edwin Araya, director de la Escuela Casa del Artista desde 1999, cuando sustituyó a Espinach.
Esos talentos emergentes lograron echar raíces en nuestro país. Hoy son grandes valores del arte a nivel local e internacional, y profesionales muy vinculados a la Casa del Artista.
“Desde sus inicios en La Nación , la Casa del Artista emprendió una labor que es ejemplo de responsabilidad, solidaridad y de entrega humanitaria pues buscó ayudar a los niños de la calle”, reflexiona Alberto Calderón Vega, exalumno y profesor de la institución desde hace nueve años.
Viejos pinceles. Los “pregoneros de pies descalzos”, como los llamaba doña Olga, cesaron sus clases improvisadas en los talleres de impresión del diario pues no contaban con el permiso de la empresa.
Con la ayuda de su padre, Viriato Espinach, Olga acondicionó un taller en su propia casa para que los niños continuasen desarrollando sus dotes artísticas. Allí trabajaron hasta 1951.
En esa época, Espinach fue becada como participante de la Liga de Estudiantes de Arte en Nueva York, Estados Unidos. Allí realizó estudios formales de arte y moldeó las bases de sus conocimientos para transmitirlas a los niños.
En 1951, la Casa del Artista se inauguró oficialmente con la exposición Semana nacional del arte , en la que participaron personalidades de la época.
En aquel momento recibió un rango institucional pues se adscribió a la Dirección de Artes y Letras del Ministerio de Cultura.
Rafael Felo García, premio Magón del 2008, era en ese momento director de Artes y Letras y estuvo contento de llenar un vacío artístico ya que la única instancia de esta naturaleza que existía en el país era la Escuela de Artes de la Universidad de Costa Rica. La Casa del Artista era el primer espacio inclusivo con responsabilidad social.
“Fuera de ser una escuela de arte, era muy familiar: se vivía la verdadera vocación del artista. Doña Olga dejó parte de su herencia en la institución. Hasta nos daba de comer en su propia casa; era una gran filántropa; como una madre para todos los artistas”, reflexiona Ricardo Jiménez Salazar, exalumno y actual profesor de la Escuela.
La institución rodó por las calles de Costa Rica. Tuvo muchas sedes: al este de la iglesia de La Merced, frente al Colegio de Señoritas, en un anexo del Teatro Nacional, en un edificio en Cuesta de Núñez que era propiedad de la familia Dent...
En 1976, se trasladó al barrio González Lahman, y de ahí a la esquina sureste de la Corte Suprema de Justicia. Luego, el gobierno de José María Figueres Olsen la instaló en el Parque de La Paz.
“A pesar de que el ambiente era muy bonito para que los muchachos trabajasen al aire libre, en las noches era muy inseguro; además, las casitas eran muy pequeñas para albergar a más de mil estudiantes. Finalmente, el Ministerio de Cultura nos trasladó al Centro Cultural del Este, en Guadalupe”, dijo Olga Espinach en una entrevista realizada en el 2001.
Ella terminó su labor como directora en 1998, a los 80 años. Un año más tarde, José Edwin Araya asumió la dirección, cargo que ocupa en la actualidad.
El principal temor de Espinach era perder la esencia social de la Casa del Artista, que ella por tantos años había preservado.
Construir un sueño. “Prométame y júreme que nunca convertirá la Casa del Artista en una universidad”, le dijo Olga Espinach a Araya.
Ella quería evitar así que los criterios de selección para ingresar fueran excluyentes y limitasen las posibilidades de aprendizaje de la población interesada.
José Edwin Araya explica que la siguiente etapa de cambio importante sucedió en el 2000, cuando se planteó la necesidad de aplicar cambios estructurales.
Para ello, se hizo una encuesta a los beneficiados de la Escuela: más del 70% pidió el establecimiento de una academia de arte y se planteó la necesidad de recibir un título luego de concluidos los estudios.
Así, se incorporó el otorgamiento de un título de “técnico medio” a aquellos que ingresaran a la modalidad académica y cumpliesen con un plan de estudios de arte de tres años, avalado por el Consejo Superior de Educación.
Por otra parte, la Escuela mantiene la modalidad recreativa, en la cual se ofrecen cursos libres y talleres de diferentes áreas de las artes.
La diversificación de la oferta académica se amplió a dos especialidades y siete énfasis: artes plásticas con énfasis en dibujo, pintura, escultura y gráfica; artesanía con énfasis en cerámica, textiles y orfebrería.
Desde el año 2000, la Escuela es una dependencia del Ministerio de Cultura y Juventud bajo la dirección del Museo de Arte Costarricense.
El futuro de los pregoneros. La Casa del Artista, en Guadalupe, se encuentra en un proceso de remodelación, que culminará en febrero del 2012.
El proyecto pretende brindar mejores condiciones a sus alumnos, crear espacios de estudio y exhibición, y también auditorios más modernos.
“Queremos que la Escuela extienda sus servicios. Ahora tenemos un proyecto de ley en la Asamblea Legislativa, que pretende que la institución pase a llamarse Centro Nacional de Formación para las Artes Olga Espinach-Casa del Artista y tenga una sede en cada provincia”, puntualizó Araya.
Los pregoneros de pies descalzos de ayer son hoy instituciones del arte costarricense. El alma visionaria de Olga Espinach enriqueció la cultura de Costa Rica y pintó sonrisas en los rostros de aquellos que pasaron por sus aulas.