En la Galería Nacional, el tiempo ha destapado una exquisita reserva. Durante los últimos treinta años, mientras todos hacíamos lo que hacíamos, cinco hombres hacían esculturas.
Hoy, con el tiempo entre barba y cabellera, esos hombres se han reunido para mostrar cómo la pericia obtenida con los años se manifiesta en sus obras más recientes.
Crisanto Badilla, Esteban Coto, Aquiles Jiménez, Domingo Ramos y Manuel Vargas exponen
La iniciativa surgió de los artistas y del Consejo de Tutores de la Galería Nacional. Dunia Molina, directora de este centro de arte, indica que los creadores tienen en común un trabajo digno y una diversidad de lenguaje.
“Nos encontramos ante un despliegue impresionante de obras escultóricas de cinco maestros que están en la cúspide de su quehacer artístico”, dice Molina.
Los artistas recuerdan que la idea de la exposición fue espontánea. “Más que unificar nuestras obras en una temática, quisimos unir nuestras trayectorias para llegar a un público amplio”, explica Esteban Coto.
El artista expone cuatro obras elaboradas con mármol y madera, en las que figuran las tendencias que han imperado en su carrera: la figuración y lo abstracto. Ramos ha trabajado con representaciones figurativas en las que suele aparecer el tema de la pareja. Este concepto se percibe en las obras de madera
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Estos artistas se conocen desde hace muchos calendarios. “Desde hace siglos”, bromea Crisanto Badilla (1941). Hace cerca de 30 años, algunos eran estudiantes y otros eran profesores en la Universidad de Costa Rica.
“A nosotros nos gusta insistir en la técnica. Vea nuestras obras: son niveles técnicos controlados, hay dominio de todas las etapas y los resultados se llevan hasta lo último. Son esculturas elaboradas con métodos tradicionales, que se han debilitado en los nuevos escultores. Ahora son muy pocos los jóvenes comprometidos con el manejo de la técnica” afirma Crisanto Badilla.
Su esmerada obra
Badilla también expone tres esculturas de bronce. Para elaborar
“La obra representa la juventud recogida en un estado de aislamiento. La parte interna del rostro grande crea un mundo sugerente y la idea de una pesadilla”, agrega.
Los mensajes de crítica e incertidumbre también aparecen en la obra de Aquiles Jiménez (1954), escultor galardonado con cinco premios en Italia y otros en el Perú, la Argentina y Costa Rica. En los trabajos de esta exposición, Aquiles empleó el motivo de la montaña.
En la grandiosidad de
La verticalidad de la pieza sugiere la idea de que la montaña es un guardián, aunque impotente. La obra se hizo con andesita y basalto nacionales.
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Al artista ejecutó esa obra con mármol de Guatemala porque sus características le brindaban la posibilidad de la transparencia.
Quien antes haya visto esculturas de Vargas sabrá, al entrar en esta galería, que aquí hay presencia de Vargas. Son señoras robustas que posan como lo harían en situaciones cotidianas. Por ejemplo,
Partiendo de ese tema sencillo, el artista desea que la obra establezca un diálogo con el espectador. “Durante estos 30 años, la mujer gorda ha sido para mí una metáfora de la mujer que ha dado su vida entera por su familia, por sus hijos. Yo quiero que el espectador perciba ese trasfondo y descubra lo que yo veo: Costa Rica es un matriarcado porque, aquí, la mujer es la que nos impulsa”, agrega Vargas.
Los cinco creadores coinciden en que el trabajo del escultor requiere una tarea de planeación más compleja que la de otras expresiones artísticas.
Sobre ello, dice Esteban Coto (1949): “El proceso de la escultura es muy extenso y complejo; por esto, el escultor no puede arriesgarse a crear cosas muy livianas: debe planear muy bien su proyecto”.
Dentro de las cinco obras que expone Coto está
El escultor también presenta
Treinta años de carrera artística se mantienen en la retina de estos hombres. “¿Nuestro legado?”, se pregunta Badilla. “La perseverancia. Han pasado los años, y nuestra producción no se ha cortado”, responde.
A su vez, Domingo Ramos sentencia: “Nosotros hemos trabajado sin mayor apoyo, y eso nos ha limitado, pero nos ha dado a la vez una cosa muy hermosa: la libertad de hacer lo que queremos y de demostrar que podemos surgir sin ninguna ayuda”.
El mejor acompañante del virtuoso es el tiempo pues con él se afina y en él perdura. Para muestra, están estos cinco, que por treinta años han esculpido con el cincel de la perseverancia.
De relojes, el tiempo hace almanaques. De piedra, madera, mármol y metales, estos cinco artistas han esculpido un notable legado.