En los últimos días ha sido noticia que el PAC cobró al Estado recursos de la deuda política respaldados por facturas emitidas por partidarios, a los cuales no se les pagó por los servicios facturados. Como resultado de la noticia, la Comisión Legislativa que está investigando las finanzas de campaña de otros partidos decidió por unanimidad agregar el PAC a la lista.
Por otra parte, algunos medios de prensa han dedicado espacio a la noticia y La Nación en dos editoriales me pide explicaciones. En el último (28 setiembre) sugiere una contradicción entre mi reiterada postura sobre la existencia de actos legales pero carentes de ética y mi disposición en este caso a descargar en la legalidad el juicio definitivo sobre el caso.
Debo aclarar que La Nación y cualquier costarricense tiene derecho, es más, obligación de juzgarme en esos términos. Desde que entré a la vida pública y descubrí los márgenes para el abuso permitidos por el poder, yo mismo escogí guiarme por lo que considero correcto y no por lo que las leyes le permiten a los políticos. Esto tanto en relación con mi propio actuar, como en el desempeño de las obligaciones de todo funcionario público de velar por el buen manejo de los bienes del Estado. Así he actuado, así he juzgado y así deben juzgarme.
Actos cuestionados. Entonces me referiré a la ética de los actos en cuestión, los cuales describiré tal y como yo los entiendo. El PAC conversó con partidarios y les pidió que siguieran siendo voluntarios pero que facturaran por trabajos y servicios efectivamente ejecutados y que aceptaran como pago bonos difícilmente redimibles. Se explicó que ello le permitiría al PAC cobrar esas facturas con cargo a la deuda política y de eso modo allegar fondos al partido. De lo que se trataba era de que esos partidarios, además de su trabajo político, le donaran dinero al PAC y no a las finanzas del país. De ese modo el partido, sin depender de unos pocos grandes contribuyentes y las ataduras personalizadas que de ello se deriva, podría cumplir sus tareas en favor de la democracia y el desarrollo nacional, en el marco exclusivo de lo prometido a la ciudadanía.
Los dineros que el Ministerio de Hacienda presupuesta dentro del rubro denominado deuda política tienen como fin principal financiar los gastos de los partidos en la campaña política. Cuando un partidario trabaja en campaña y no cobra, le regala dinero al Ministerio de Hacienda y trabajo al partido. Cuando cobra no le regala nada ni a Hacienda ni al partido. Cuando cobra pero le regala lo que cobra al partido, no le regala nada al Ministerio de Hacienda pero le regala trabajo y dinero al partido. En este último caso, no es el Ministerio de Hacienda el que le regala dinero al partido, tal y como lo sugiere el editorial de La Nación del 28 de setiembre, sino el partidario.
Desde que fundamos el PAC preferí el voluntariado y las contribuciones de muchos a las billeteras gruesas de pocos. Preferí la deuda política (con límites muy inferiores a los permitidos por la ley) que las contribuciones multimillonarias, generalmente interesadas de unos cuantos. Hice un llamado vehemente a la mística, al patriotismo, a la generosidad con el país. Como contrapartida ofrecí y practiqué austeridad y cuidado de los recursos que nos ingresaran. Convertimos la economía de recursos en práctica diaria, vendiendo los signos externos, ahorrando en plazas públicas, haciendo una campaña en medios corta, no disponiendo de viáticos, vehículos, choferes o salarios para la jerarquía del partido, etc, etc.
Rechazamos repetidas veces contribuciones millonarias materiales y monetarias, y nunca me aproveché del poder dentro del partido para asegurarme o asegurarle a mis parientes puestos de diputados, regidores o alcaldes. El ejemplo de austeridad y desprendimiento por parte de una “cúpula”, que lo era por las responsabilidades que cargábamos y no por los privilegios que disfrutábamos, inspiraron a miles a regalar trabajo, dinero y servicios.
Solicité a más no poder a las bases del PAC que dieran y regalaran al partido. Lo hice precisamente por mi visión sobre el nefasto papel del dinero en la política. Dije mil y más veces que nuestro paradigma financiero se resumía en muchos dando poco en lugar de pocos dando mucho porque solo así seríamos libres para darle al país todo.
Trabajo voluntario. En ese marco de austeridad y sacrificio, y con nuestros límites autoimpuestos en cuanto al monto de la deuda política a liquidar, no considero carente de ética haberle pedido a partidarios que facturaran trabajo y servicios efectivamente ejecutados, y que si les era posible no cobraran para que el partido tuviese recursos.
Personas como Jeannette Ruiz y centenares más, aceptaron, al igual que en campañas previas, no recibir ni un centavo por su trabajo político, orgullosos de su desprendido voluntariado y de su deseo de ayudar a las finanzas del PAC y por medio de este al país.
A pesar de nuestra renuncia voluntaria a parte de la deuda política y de nuestra austeridad, el trato que el TSE ha dado al partido ha sido, para decirlo en diplomático, exageradamente riguroso. Por ejemplo, para las elecciones del 2006 no nos aceptó facturas emitidas para pagar espacios publicitarios en medios de información (como La Nación) y debidamente pagadas por el partido, alegando que no había un contrato previo con el medio respectivo. En ese caso ocurrió exactamente lo contrario a lo que hoy se considera una anomalía: no pudimos cargar a la deuda política facturas por montos millonarios que sí habíamos cancelado al prestatario de un servicio.
No sé de quién fue la idea del mecanismo que ahora se cuestiona, pero en algún momento yo la conocí en una reunión con otras personas de la dirección del PAC. Lejos de desestimularlo, fue evidente que asentí.
Eran circunstancias en las que la jerarquía del partido prestaba una atención especial a algunas de mis opiniones, por lo que en este asunto creo tener la responsabilidad total o, en todo caso, una muy superior a cualquier autoridad del PAC .
Sigo creyendo que no hay un problema ético en utilizar este mecanismo para allegar al partido fondos presupuestados para la deuda política. Pero si efectivamente lo hay y he perdido mi buen juicio sobre la ética, lo cual me desautorizaría para luchar contra la corrupción política que azota a Costa Rica, en buena hora que no aspiro a la Presidencia de la República, el único puesto desde el que se puede exterminar esa calamidad.