International Networks Loe Ferrante photographed in London 6th December 2012 (Jorn Tomter)
De primera entrada, el exmafioso y ahora presentador de televisión, Lou Ferrante, transmite la imagen de un hombre decidido a verle el lado bueno a la vida, sin dejar de recordar el difícil camino que lo llevó hasta allí.
El conductor del programa La mafia por dentro , que transmite Discovery Channel los lunes a las 10 p. m., asegura que ser miembro del grupo criminal de Los Gambino le abrió un mundo de oportunidades que siempre buscó, pero a un precio muy caro.
Convertirse en el jefe de una de las pandillas más temidas de Nueva York, lugar donde nació y se crió, hizo que desde adolescente protagonizara secuestros de camiones repartidores, por lo que su nombre se asocia a algunos de los robos más grandes de la historia de los Estados Unidos.
“Solo deseaba estar en la mafia por conseguir el dinero fácil, los contactos y el poder que eso me podía dar. Esa es la verdad”, dijo en una entrevista telefónica con Teleguía . Esto le costó pasar ocho años en una prisión federal de máxima seguridad, al ser condenado por varios cargos criminales por el Servicio Secreto estadounidense y el FBI.
Una vez allí comenzó su transformación, como él mismo se apresura a decir: dejó de lado la violencia y las actividades ilícitas para darle entrada a la lectura. Así llegó a escribir dos libros: Unlocked , un recuento de sus años en prisión, y Mob Rules: What the Mafia Can Teach the Legitimate Businessman , mismo que ha sido traducido a 15 idiomas.
Con un tono franco, afirma que se arrepiente de sus decisiones, pero es algo que no puede cambiar. Para algunos, Ferrante es tan solo un soplón, pero para otros se ha convertido en el único hombre que tiene la valentía de mostrar las historias reales detrás de la mafia.
Usted ha ingresado a prisiones llenas de la gente más peligrosa como parte de su programa. ¿No tuvo temor de que lo secuestraran ahí dentro y las cosas se salieran de control? Yo, durante muchísimos años, viví en una cárcel de máxima seguridad, así que regresar a ellas con el programa fue como volver a casa (ríe). No tuve ningún temor en regresar, porque uno conoce ese mundo muy bien y sabe a lo que se expone al estar dentro de él.
¿Qué medidas extraordinarias tomó la producción para protegerlo, en vista de los lugares tan peligrosos que visitó?
Ninguna (ríe). La verdad no sé si debas escribir eso (ríe). Sinceramente, ellos me preguntaron en todo momento si yo requería seguridad, y fui yo el que les dije que no la necesitaba.
¿En qué se diferencia la vida que llevan los pandilleros presos en El Salvador, a los que visitó, con la que llevó usted los ocho años que estuvo en una cárcel? ¿Qué es más peligroso?
Una de las principales diferencias es que en Nueva York hay cinco familias principales, y aunque estas cinco familias compiten entre ellas, siempre se llevan bien, a pesar de todo. Yo estaba con la familia Gambino, pero si llegaba a tener un problema con alguien, por ejemplo, la familia Lucchese, no nos disparábamos los unos a los otros, sino que nos reuníamos, hablábamos sobre el problema y llegábamos a una solución. Por ejemplo, en El Salvador, las mafias se odian a muerte y se matan en las calles. Afortunadamente, cuando yo estuve allí como parte del programa, todas las pandillas hicieron una tregua por ese tiempo.
¿Cuáles situaciones lo marcaron al hacer este programa?
Hubo muchas cosas que me impactaron. Por ejemplo, en El Salvador, y después de muchos años de matarse entre ellos, las pandillas pudieron llegar a una tregua. Aunque son personas muy malas, en su mundo hay una subcultura y ellos se apoyan el uno al otro. Además, está ese calor latino en el que se ama a las familias y las pandillas son una extensión de ellas.
Sus libros han sido éxitos mundiales de ventas. ¿Tiene en mente seguir escribiendo y cuál sería la temática?
Yo, realmente, leo todo lo que me encuentro. Por ejemplo, recientemente viajé a Polonia y me leí un libro sobre la cultura otomana; además, me compré un libro que habla sobre Pancho Villa y Pedro Zapata. Realmente, me apasiona todo y este trabajo me ha permitido mostrar que toda persona a la que consideramos mala también tiene su lado bueno. Lo que los diferencia del resto de la gente son las decisiones que han tomado en sus vidas.
Ahora que usted reorientó su vida, ¿tiene algún contacto con sus excompañeros de la mafia Gambino? ¿Les da usted algún apoyo o se desligó por completo de esa vida?
(Ríe) Bueno, ninguno de mis excompañeros busca algún apoyo espiritual (ríe). Cuando regresé a mi casa, luego de la prisión, el Gobierno de los Estados Unidos me dio una lista de 300 personas asociadas con la familia Gambino y con los que no me podían ver, porque sino me regresarían a la cárcel de inmediato. Esa lista me ayudó a evitar a mucha gente que realmente no quería ver. Y bueno, si me topaba con algunos de ellos les decía: ‘Oye, eres el número seis de mi lista’. Ellos saben que existe esa lista y lo respetan. Yo jamás delaté, ni hablé de nadie, ellos, simplemente, me dejaban ir.
¿Qué mensaje le enviaría a la juventud latinoamericana, a los muchachos más jóvenes que están en peligro de caer en la tentación del dinero fácil?
Evidentemente, hay que decirles a los jóvenes que se alejan de las pandillas. Sin embargo, eso no basta, porque hay que abordar de una forma diferente el problema. Es importante educar a nuestra juventud, hay que explicarles cómo existen otras opciones en la vida. Ellos ven las cosas materiales y las desean, por lo que es importante no glorificar todo aquello que resulta material.
Para usted, todos somos iguales y solo nos diferencian las decisiones. ¿Se arrepiente de algo?
Lamento todo mi pasado, pero realmente no lo puedo cambiar. Entonces decidí que debo hacer lo mejor que puedo con todo lo que viví en él. Sacar la mayor cantidad de lecciones posibles.
¿Cuál ha sido la lección más valiosa hasta el momento?
Ha habido muchas cosas interesantes. Por ejemplo, en el caso de El Salvador y Nuevo México, tuve la oportunidad de conocer a dos personas, a Axel y Ricky. Yo no me convertí en predicador de almas ni quiero cambiar a nadie, pero cuando llego a estos lugares es como si siempre tengo la antena puesta y veo a alguien a quien tengo la oportunidad de cambiar y si sí puedo, trato de ayudarle a salir de las bandas. Estoy abierto a todo.
¿Siente que su labor ahora es transformar vidas?
Yo realmente no lo concebí así, pero he recibido muchos correos de algunas personas que han leído mis libros y me han dicho que he transformado sus vidas. Es maravilloso porque siento que de alguna forma llego a compensar lo que hice en mi tormentoso pasado.
¿Qué opinan sus excompañeros sobre el hecho de que usted muestre las mafias desde adentro?
Después de tres años de haber salido de la cárcel, finalmente se terminó la supervisión que había sobre mí. Esto no significaba que ya no tenía que apegarme a esa lista, pero como la mafia no sabía la caducidad de ella decidí, por iniciativa propia, extender ese período durante otros cuatro años más. Lamentablemente, ellos se dieron cuenta de que la lista había expirado. Ahora cuando me los topo por las calles, me dicen cosas como que leyeron mis libros y que me desean mucha suerte en esta etapa.
¿Algunos lo ven como uno de los mayores delatores de la mafia?
No soy un soplón de la mafia. En mi segundo libro, Aprendiendo de la mafia , hablo bien de la mafia. Sé que muchas personas podrían creer que es así, pero yo no lo veo de esa forma. De hecho, muchos de mis excompañeros mafiosos que están en la cárcel me agradecen por haber escrito o por haber mostrado algo bueno de ellos. Esa es la realidad.