Leí con interés y minuciosa atención las ponencias sobre el régimen cambiario y tipo de cambio del XVIII informe Estado de la Nación . Me perturbó la contradicción entre ellas. Y al compararlas con el informe anterior (XVII) quedé aún más inquieto.
La primera, intitulada “Valoración crítica a cinco años de funcionamiento del régimen cambiario”, concluye que “la mayoría de los entrevistados considera que un régimen de flotación libre o administrada no es conveniente para el país”, y ensaya varias justificaciones, todas equivocadas. La más endeble, empero, es que el Banco Central deba intervenir a favor de los exportadores, aun a costa de generar más inflación. Renunciar a controlar la inflación para beneficiar a los sectores más pujantes (las exportaciones crecen al 10%) equivaldría a desproteger el salario real de los trabajadores y afectar los índices de pobreza.
Otro error es ensañarse con el régimen cambiario por el bajo nivel del tipo de cambio. La apreciación del colón no tiene nada que ver con el régimen; se hubiera apreciado igual bajo cualquier sistema. La diferencia está en quién asume el costo. Antes, lo sufría el Banco Central y luego nos lo trasladaba a los demás con más inflación. Es lo que pretenden los exportadores, defendidos abiertamente en esa ponencia. La otra ponencia, en cambio, avanza conclusiones muy distintas. Reconoce que la estabilidad del tipo de cambio ha contribuido a bajar la inflación y no reniega del régimen cambiario. Se intitula “Principales resultados y limitaciones de la política monetaria y cambiaria en 2011”. Es muy buena.
Dice que “en materia de logros alcanzados en política monetaria y cambiaria, en el contexto del proceso gradual hacia un esquema de metas de inflación, se cita el establecimiento de una meta explicita de objetivo inflacionario y la pérdida parcial del miedo a flotar”, y agrega que “el reto para el BCCR y los agentes económicos es operar en un régimen flexible del tipo de cambio, y desmontar el régimen cambiario actual”. Esta misma posición la comparte la ponencia del XVII informe al decir que “se debe profundizar el mercado cambiario”. Yo concuerdo. El Central ha pospuesto demasiado la fijación del régimen cambiario definitivo, estimulando la especulación y las aspiraciones de volver a las “minis” o una intervención a favor de ciertos sectores. Su defensa de la banda inferior se ha vuelto enfermiza, junto al frenesí de las altas tasas de interés.
Cifras recientes revelan que la compra de divisas ha subido mucho, y compromete de nuevo la inflación y la propia credibilidad del Banco Central. Es hora de poner el huevo.