Aun para los excéntricos estándares de la Universidad de Cambridge de los años treinta, Alan Turing era un desastre; el joven, nacido en 1912, segundo de dos hermanos, parecía no peinarse nunca y se desvanecía ante el menor indicio de sangre humana. Creció solitario y brillante, mientras sus padres trabajaban en el servicio civil británico en la India. Tomó clases de filosofía de las matemáticas con el no menos genial Ludwig Wittgenstein.
Apenas cumplidos los 26 años de edad, lideró un equipo élite de matemáticos ingleses congregados al norte de Londres en 1938 ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, en la hoy célebre propiedad de Bletchley Park, con un único y secreto propósito: descifrar el aparentemente inexpugnable código Enigma, usado por el Ejército alemán y desarrollado a partir de una patente holandesa.
La complejidad del cifrado obedecía a que cada día se cambiaba el punto de inicio de encriptación múltiple de los datos transmitidos; así los germanos confiaban en la infalibilidad de su sistema. Lo que ignoraban era que matemáticos polacos habían logrado significativos avances en el conocimiento de la máquina Enigma, que permitía la transmisión de la clave homónima, y además consiguieron pasar esta información a la inteligencia británica antes de la invasión de Hitler a Polonia.
Ancestro de computadora. En enero de 1943, Turing y sus colegas comenzaron a construir Colossus, la primera máquina electrónica considerada el embrión de las computadoras modernas, hecha de 1.800 tubos al vacío, labor que concluyeron en diciembre de ese mismo año. El enorme esfuerzo rindió frutos. El 1.º de junio de 1944 se interceptó un mensaje crucial: la confirmación de que Hitler y el alto mando alemán esperaban un ataque aliado masivo en Calais, Francia, ya que opinaban que los aliados lanzarían la invasión sobre ese paso, pues era el punto donde el canal de la Mancha era más angosto y estaba más cerca de los aeródromos ingleses; una información lo suficientemente valiosa como para que el general Eisenhower se decidiera el 6 de junio a dirigir sus tropas a la costa de Normandía. El desembarco, masivo y por sorpresa fue el principio del fin de los alemanes.
John Dinsdale, catedrático de Historia de la Tecnología y especializado en la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, no solo considera a Turing como uno de los padres de la Informática, sino como uno de los primeros hackers de la historia, ya que de alguna manera desarrolló un método capaz de leer por control remoto la mente de Hitler y sus altos mandos. Como resultado de haber roto el código Enigma, los barcos de suministros aliados en el Atlántico norte podían eludir los temibles submarinos y botes U alemanes y así lograr suministrar pertrechos, alimentos y medicinas a las tropas que combatían en el continente europeo, este factor estratégico hizo una gran diferencia en el conteo final.
Los alemanes nunca se enteraron de que su clave fue descifrada. Una vez más, el orgullo había sido su mayor debilidad. Por sus contribuciones durante la guerra, Alan Turing fue condecorado con la Orden del Imperio Británico; sin su aporte y el de los hombres y las mujeres que dirigió en Bletchley Park, se estima que la guerra hubiese durado al menos dos años más. Millones de vidas se salvaron.
En 1948, dirigió el primer prototipo exitoso de una computadora –como se entendería hoy en día– en la Universidad de Manchester y en 1950 propuso lo que se conoce como el test de Turing, que en esencia propone las bases de la inteligencia artificial. Además, desarrolló el primer juego de ajedrez por ordenador y sentó los principios para la revolución digital que experimentamos hoy.
Víctima de homofobia. En 1952, un conocido de alguien con quien sostenía una relación perpetró un robo en su casa. Turing denunció el hecho a la Policía, no ocultó la naturaleza homosexual de su affaire. En 1953 fue arrestado por cargos de “gross indecency” (indecencia mayor) originados en los datos que él mismo suplió a las autoridades como víctima. No se defendió de la acusación, argumentando que no creía haber cometido delito alguno, dado que los actos imputados eran consecuencia del consentimiento de personas libres que además los ejecutaban en el ámbito privado del domicilio.
Para evitar la prisión, consintió en someterse a un tratamiento de inyecciones de estrógenos, que se creía tenían la virtud de restringir las urgencias de los condenados por este hecho.
El 7 de junio de 1954, en Wilslow, Inglaterra, Alan Turing mordió una manzana impregnada con cianuro. Tenía solo 41 años de edad. En 1994, una sección de carretera en Manchester se renombró como el Camino de Alan Turing.
La calidad del trabajo de una persona, su obra y su genio, no puede ser tamizadas a partir de opiniones preconcebidas desde el discurso del poder.
Lo que habita en el corazón de una persona es competencia exclusiva de Dios.
¿Por qué nos empeñamos en usurpar su lugar?