Waynesfurg, EE. UU. (AFP). El espectacular aumento de la explotación del gas de esquisto en Estados Unidos preocupa a los defensores del medio ambiente, que denuncian su impacto en el agua y el aire, como es el caso en el pequeño pueblo de Waynerburg, en Pensilvania (este).
"Compré mi granja en 1988. Tanto mi familia como mis animales siempre bebieron el agua de la granja sin problemas. Pero desde que empezaron las perforaciones de gas en mi propiedad solo tengo problemas", explica Terry Greenwood, ganadero de 64 años.
Greenwood participa en una reunión de la asociación ecologista "H2o Know" en Waynesburg. Con su barba canosa y sus ojos azules cuenta que la empresa Dominion Gas llegó a la zona en el 2007.
"Perforaron dos pozos. En la primavera del 2008 murieron diez de mis vacas. Ya no bebemos el agua de mi propiedad", afirma. "Los representantes de la agencia gubernamental de protección del medio ambiente (EPA) me dijeron que tenía que demostrar que era resultado de las filtraciones de la perforación. Me dijeron 'Búsquese un buen abogado', y ya llevo tres".
Desde 2008 la perforación horizontal y la fracturación hidráulica han permitido explotar los vastos recursos de gas de esquisto de los depósitos de Marcellus, en Pensilvania.
El gas natural suele presentarse como un recurso ecológico porque al quemarse produce menos CO2 que los carburantes clásicos, pero es mucho más nocivo para la capa ozono y más tóxico cuando se respira.
Además, la fracturación hidráulica utiliza millones de litros de agua mezclados con aditivos químicos como el amoníaco.
Los representantes del sector aseguran que toman todas las precauciones.
"Se dice que el sector no está reglamentado pero es falso, hay muchas reglas para, por ejemplo, la protección del agua potable, y las respetamos todas", afirma Jeff Boggs, responsable de las perforaciones de Consol Energy, un grupo que explota los yacimientos de gas de esquisto en la región.
Jill Kiresky, investigadora de salud pública de la Universidad de Pittsburgh, subraya que los grupos energéticos están exentos de las leyas federales sobre "la protección del agua, el aire, las indemnizaciones, etc...".
Boggs admite que el sector ha tenido "probablemente cierta responsabilidad" en algunos casos. La justicia condenó a Consol a pagar más de 200 millones de dólares cuando el agua que se filtró desde sus minas de carbón contaminó el río Dunkart Creek en septiembre del 2009, provocando la muerte de la fauna acuática a lo largo de 60 kilómetros.
"Ya no dejamos agua residual en nuestros yacimientos", asegura. El agua de las perforaciones es almacenada durante todo el periodo de explotación en los lugares de extracción en lagunas artificiales separadas del suelo por una capa espesa de plástico.
Esas aguas, tan tóxicas que no pueden ser depuradas, son trasladadas después en camiones cisterna hacia pozos especiales que a menudo están fuera de Pensilvania.
La asociación ecologista IWLA ha hecho pruebas en los acuíferos cercanos a los yacimientos de gas y ha encontrado tasas de bromuro extremadamente elevadas que, aseguran, son la traza química de la perforación por fraccionamiento.
IWLA asegura tener casos "muy documentados" y añade que un estudio reciente muestra un importante riesgo de cáncer para los habitantes de la zona debido a las emanaciones de métano procedentes de los yacimientos de gas.