El soberbio es el hombre de sus sueños y la pesadilla de la gente. El vanidoso despierta las críticas cuando se duerme sobre sus laureles. A gente que solo piensa en sí misma sería sadismo dejarla sola con sus pensamientos. En todo caso, el sueño y el ensueño no son privilegios de pocos, y hasta ciertos animales ensueñan, como el altivo gato, que, cuando duerme, caza ratones de aire en las madrigueras de la nada. ¿Qué gacelas de viento cazará el mínimo gato en su ensueño de tigre?
El médico Francisco Mora Teruel ( Cómo funciona el cerebro , cap. III) explica que los depredadores (como los tigres) duermen mucho pues tienen refugios garantizados; o sea, duermen en la versión salvaje de la inmunidad parlamentaria.
A su vez, los depredados caen en sueños superficiales pues han de estar atentos para despertarse ante la primera alarma y para salir a votar temprano por los felinos.
Quien nace con una enorme vocación de diputado es el armadillo porque ya trae la inmunidad bien puesta, y está difícil que renuncie a ella pues todos somos inocentes hasta que se demuestre que ya pasaron los cuatro años.
El armadillo incluye otra virtud oficialista: duerme durante 20 horas diarias; pero los seres humanos solo dormimos durante ocho horas pues alguien debe despertar a quienes velan por nosotros.
A su vez, los delfines parecen no dormir pues siempre espuman el agua con el huso de sus cuerpos: nunca descansan. Empero, los delfines sí duermen: la mitad de su cerebro una vez, y la mitad en la siguiente, de modo que ya han empezado a desconfiar de la política.
El sueño es el otro yo disparatado que nos espera tras la puerta de la almohada, sobre la que posamos y perdemos la cabeza en los parques temáticos de los ensueños.
En los ensueños todo es posible, y algunos ensueños vuelven noche a noche cual candidato que retorna pues tiene la solución a nuestros problemas que empiezan con él.
Sabemos para qué sirve dormir: para reponer fuerzas; y despertarse es un modo de recuperar la fe en la mejoría del mundo: la fe en que las próximas elecciones al fin nos traerán las mismas caras nuevas.
En su libro Crisis de los paradigmas del siglo XXI (cap. V), el filósofo Jesús Mosterín confiesa: “Nadie sabe para qué sirven los ensueños” ( los videoclips enloquecidos de los sueños). Los ensueños no revelan el subconsciente pues también ensueñan otros animales; salvo que, dormido, al ligero gato le emerja un superego de tigre. Para Alfonso Reyes, Hypnos (Sueño) era “la personificación mítica que no llega a deidad”; es decir, era boceto de dios entre dioses que no existen: siempre precandidato en las elecciones del Olimpo. ¿Quién sabe si lo mejor de la vida nos sorprende dormidos?