La fusión de lo tradicional con lo moderno y la actitud de seguridad y complicidad en la boda del príncipe Guillermo y Catalina, hoy duques de Cambridge, contrastó con el cuento de hadas que hace 20 años protagonizaron el príncipe Carlos y Diana de Gales.
Ayer, desde que la novia puso un pie dentro de la tradicional abadía de Westminster, con un elegante pero sobrio vestido, se pudo corroborar lo que ya se había dicho: esta boda no sería tan extravagante como sí lo fue la de Diana Spencer.
Según publica la revista mexicana Quién , a diferencia del vestido que lució hace años la madre de Guillermo, el de Middleton fue ceñido al torso, con escote en V y con una modesta cola de 2,5 metros.
El día de su boda, la joven Diana Spencer llamó la atención al portar un vestido cuya cola medía 7,62 metros, que la puso en apuros en varias ocasiones durante aquella ceremonia.
Los diseñadores de ese traje, los británicos Elizabeth y David Emanuel, no previeron en aquel entonces que con una cola tan larga dentro del carruaje real tal cantidad de tela no resistiría las arrugas.
Actitud. Hilando más allá de los vestidos, las bodas también se diferenciaron por la actitud de ambas parejas al momento de casarse, según un reportaje del diario El País de España.
“Lo que se alabó en aquel enlace (el de Diana y Carlos), la candidez de la novia, su permanente azoramiento, su candorosa juventud, es precisamente lo contrario de lo que se destaca de esta joven licenciada en Historia del Arte (en referencia a Catalina)”, publica El País.
“Los tiempos han cambiado. No solo porque la familia real británica no supo estar a la altura de la propia tradición, que tan celosamente defendía, sino porque son observados por un público menos incondicional”, agrega el diario.
Por otra parte, Diana llegó altar con 19 años y prácticamente sin conocer a su futuro marido, mientras que Catalina, con sus 29 años, mantuvo con Guillermo una relación de 10 años en la que, incluso, tuvieron tiempo para convivir juntos.
El País encuentra una diferencia más: Catalina llega a la familia real teniendo un estilo propio, en contraste con la constante búsqueda de identidad de Diana.
Entre padre e hijo, las actitudes que mostraron el día de su boda son también abismales. Ayer, en el altar, se pudo ver a un príncipe Guillermo ansioso, quien apenas vio a su novia lo primero que le dijo fue lo hermosa que se veía.
Años atrás, a su padre, la prensa le criticó que la emoción de unir su vida a Diana de Gales era casi que imperceptible.