Si nos preocupáramos por nuestra salud con el mismo afán y desvelo con que combatimos otros males nacionales y personales, podría ser cierto que fuésemos el país más feliz del mundo. ¿Es posible, sin embargo, ser feliz evadiendo la realidad y, peor aún, retorciendo la conciencia?
Una característica de nuestro país, en estos años, ha sido la participación creciente de la gente en las broncas, pendencias o conflictos sociales con el propósito de encontrar, de buena fe, una solución, o bien, de empeorar las cosas. El empeoramiento supera, sin embargo, la participación constructiva. Cualquiera se reviste de la túnica de salvador y comienza a disparar verbalmente a troche y moche. La agitación y las conductas sin dirección nos desvían y nos distancian de las luchas sociales esenciales. Para nuestro pueblo, es más importante la trocha en el norte del país o la concesión de una carretera que las grandes cuestiones de la salud, aquellas que definen la calidad y el futuro de una nación.
Dos ejemplos. Desde hace muchos años, nos quejamos de dos males infernales, que minan las bases de la salud en el país. La prensa solícita socialmente habla de ellos esporádicamente, pero, luego, el tema desaparece de la conciencia nacional. Me refiero a la obesidad y a la hipertensión. Gordos e hipertensos.
Dejemos a un lado la obesidad, que, al menos, se ve en todas partes y así, gracias al sentido de la vista, quizá nos induzca a hacer un alto en el camino, y detengámonos unos segundos en otro enemigo terrible y agazapado: la hipertensión arterial. Ambos conforman un binomio asesino. La presidenta ejecutiva de la CCSS, Ileana Balmaceda, se refirió a la hipertensión arterial, en La Nación del 11 de abril pasado, con datos y conceptos que, si tocaran los linderos de nuestra razón, deberían hacernos temblar. El artículo se titula: “Todos debemos actuar contra la hipertensión arterial”.
La curva ascendente de la hipertensión arterial empieza, dice el comentario, a los 20 años de edad hasta alcanzar su pico más elevado más allá de los 65 años, asociada con una serie de enfermedades, y que requiere tratamientos por más de 50 años, lo que significa una carga económica enorme para la CCSS para atender a más de un millón de personas. Costa Rica debe forjar un sólido frente nacional y retomar la actividad física, controlar el peso, aumentar el consumo de frutas y verduras, no fumar y reducir al mínimo el consumo de sal'Una cura al alcance de la mano.
¿Por qué nuestros gobiernos no han realizado esta gran tarea humana? ¿Qué ha significado, entonces, gobernar?