Un negro en paños menores tras una jovencita blanca, solo podía acabar –en vista de la época de la que hablamos–con la ejecución del primero; en este caso, tres balazos en el pecho y, por si las dudas, un par de certeros batazos en la cabeza.
El muerto era Sam Cooke, rey del soul, insignia artística de los derechos de los afroamericanos en los años 60 y mentor de una generación de cantantes como Rod Stewart, John Lennon y Bruce Springsteen.
Pocos creyeron que su muerte fue un malentendido entre Bertha Franklin, dueña del
Sam era un negro guapísimo, con una voz dúctil, cálida y emotiva, que le permitió destacar en el gospel con la banda
La década del 60 fue un poco complicada. Los negros, los gais, las lesbianas y otras minorías comenzaron a ganar presencia social y a exigir derechos impensables hasta ese momento.
Artistas negros del calibre de Sidney Poitier, Dorothy Dandridge, Ray Charles, James Brown, “Little” Richard y el propio Sam Cooke, rompieron las barreras y fueron respetados y admirados por “montescos y capuletos”.
Bajo la ley “iguales pero separados”, en muchos estados norteamericanos todavía existía la segregación racial, escuelas, hoteles, transportes “solo para blancos”. Martin Luther King y Malcom X comenzaron a erigirse como líderes del movimiento por los derechos civiles.
El reverendo Charles Cook, pastor de una iglesia evangélica, se marchó a Chicago en 1933, junto con su esposa Annie Mae y sus ocho hijos, a buscar nuevas ovejas para sus palabras.
Muy pronto descolló la angelical voz del pequeño Sam y formó, con sus hermanos, el cuarteto
Las mujeres llenaban el templo para ver – más que escuchar– a Sam, y este pronto entendió que la fortuna estaba al otro lado de la acera. Dejó el gospel y grabó
Para romper el círculo de explotación artística, promovido por los sellos discográficos, decidió fundar su propia empresa, SAR Records, con lo que logró la independencia financiera y musical.
En 1959 se casó con Bárbara Campbell, su novia de infancia. Del matrimonio nacieron dos niñas y un varón.
Sam se pasó a vivir a Los Ángeles y cada día se llevaba peor con su esposa porque era un mujeriego: con su labia y su buen plante salía de cacería nocturna. Esa fue su perdición.Ya antes la tragedia había golpeado a Cooke. Salió ileso de un accidente vial, junto a su amigo Lou Rawls; menos suerte tuvo su hijo Vincent, de dos años, quien se ahogó en la piscina de la casa en 1962.
¿Quién mató a Sam Cooke? Hay diferentes versiones: la mafia discográfica; grupos islámicos cercanos a Malcom X o racistas enojados por el activismo social del cantante. Todas son posibles, menos que fue un accidente.
Lisa Boyer declaró a la policía que Cooke la había llevado mediante engaños a la habitación del motel y pretendió violarla. Una investigación posterior demostró que ella se especializaba en seducir clientes, robarles la billetera y evaporarse mientras dormían o estaban en el baño. Un mes después del crimen, Boyer fue arrestada por prostitución y el homicidio de su amante.
Bertha Franklin, la mujer que supuestamente disparó contra Cooke, tenía registrada un arma calibre 32 y a este le dispararon con una 22. Ella fue absuelta del crimen, pero a su vez murió asesinada 18 meses después.
Hay más incongruencias. Bárbara, la viuda, se casó después con Bobby Womack, uno de los protegidos del finado y vendió a Allen Klein, mánager del cantante y asesor financiero de Malcom X, los derechos editoriales de Cooke en la bicoca de $100 mil. Etta James, en su autobiografía
Pasaron 44 años. La noche del 4 de noviembre del 2008,en el Grand Park de Chicago, el presidente electo Barack Obama se dirigió a cien mil partidarios y parafraseó una línea de la celebérrima canción de Cooke,