Un estimable colega nos envía una pequeña anécdota que resulta de interés en estos tiempos de crisis.
Con algunos cambios que espero resulten comprensibles, el relato es el siguiente: En un pequeño poblado de la costa, en plena temporada turística, cae una lluvia torrencial y hace varios días que la comunidad parece desierta. Hace tiempo que la crisis viene azotando este lugar, todos tienen deudas y viven a base de créditos.
Por fortuna, llega casualmente un millonario cargado de dinero y entra en el único pequeño hotel del lugar, pide una habitación, pone un billete de ¢50.000 en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones.
El dueño del hotel toma el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero a quien no le ha pagado en varias semanas. El carnicero toma el billete y sale corriendo a pagar su deuda con el criador de cerdos, quien le suple animales para el negocio y a quien le debe también una cuenta atrasada.
Al momento, el criador de cerdos sale corriendo para pagar lo que le debe al dueño del molino proveedor de alimentos para animales. El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con el médico que atiende ocasionalmente en el pueblo, pues le adeuda hace días una consulta y tratamiento que recibió por una pequeña enfermedad.
El médico, con el billete en mano, sale para el hotel, pues allí se hospeda durante los días en que brinda consulta en el pueblo, pero como tenía varios días de no pagar, le entrega el billete al dueño del hotel. Pocos minutos después baja el millonario que acaba de echarle un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va.
Si se analiza con cuidado esta fábula, el dinero nunca dejó de pertenecer al millonario, pero al ir pasando de mano en mano sirvió para cancelar las obligaciones que tenían sus habitantes. Al final, nadie quedó con el billete, pues volvió a manos del millonario, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza. Moraleja: si el dinero circula, se acaba la crisis.
Podríamos pensar que, en una escala y medida diferente, esto sucede también con los impuestos, pues aunque los habitantes debemos pagarlos al Estado, al final el dinero vuelve al pueblo en diversas formas. ¿Usted qué opina?