Al tiempo que las economías más desarrolladas –aquellas que usualmente han liderado la economía mundial– se repliegan, los países emergentes se consolidan como los nuevos motores de la economía mundial. Esta tendencia continuará en el presente año y también en 2014. Así lo señala un estudio del Deutsche Bank, conforme al cual cuatro quintas partes del crecimiento de la economía mundial del período en curso se deberá al aporte de los países emergentes.
Por su parte, proyecciones de Goldman Sachs anticipan que para 2050 las naciones desarrolladas tendrán algo menos de un tercio (31 por ciento) de la economía global, mientras que el restante 69 por ciento estaría representado por países en desarrollo.
Es importante destacar que al inicio de este milenio, esa división del pastel era más que a la inversa, pues los países ricos tenían un 78 por ciento y menos de la cuarta parte –22 por ciento– correspondía a las naciones en desarrollo. Sin embargo, ya en el 2011 los países emergentes aportaron el 37 por ciento, un notable incremento de más de dos tercios en el peso económico total en una década.
Latinoamérica asciende. La estimación del Deutsche Bank de que la economía mundial crecerá un 3,5 por ciento este año, comparado con el 2,7 por ciento de 2012, es una buena noticia.
No obstante, todavía mejor es que, según sus proyecciones, Latinoamérica logrará acrecentar su aporte en la producción mundial al 9 por ciento este año, en comparación con un promedio de 8,4 por ciento entre 2009 y 2011. El alentador pronóstico responde a un crecimiento fuerte y estable sustentado en sólidas políticas fiscales.
Además, el panorama emerge favorablemente porque se anticipa que en el 2014, nuestra región (Latinoamérica y el Caribe) logre crecer aún más que este año, al alcanzar un 3,9 por ciento. El banco alemán espera que por fin en 2014 se habrá conseguido superar las consecuencias de la crisis.
Sin embargo, como las políticas específicas señalan diferencias, no todos los países de la región estarían disfrutando igual los beneficios. Así, la estimación es que naciones como Colombia, Chile y Perú mostrarán un crecimiento económico alto y sostenido.
En cambio, Brasil tendrá niveles de crecimiento bajos, afectado por una fuerte apreciación de su moneda y la lentitud en la adopción de medidas para mejorar su competitividad.
Campeones de la inflación. Argentina y Venezuela, por su parte, destacan como campeones de la inflación en Latinoamérica. La proyección es que durante este año y el siguiente seguirán mostrando escaso dinamismo económico por la negativa combinación de una inflación muy alta y desafueros fiscales.
Argentina, en particular, sobrepasó a Venezuela como el país con la inflación más alta de la región, alcanzando un 25,6 por ciento en 2012, subiendo desde el 22,8% registrado en 2011. La errática Cristina Kirchner ha tratado de maquillar las cifras en vez de solventar el problema central, al punto que el directorio del Fondo Monetario Internacional se reunirá este mes para valorar las eventuales sanciones por la burda manipulación de las estadísticas oficiales.
En todo caso, la realidad de la verdadera inflación sale tercamente a la luz, tanto en las cifras de expertos independientes y creíbles como en las protestas populares que se han vuelto comunes.
Goldman Sachs señaló hace una semana que este año y en 2014 la situación seguirá igual o peor. Esto, por cuanto las presiones inflacionarias son ya demasiado fuertes y, además, la economía gaucha es “la más débil” de todas aquellas a las que esa entidad financiera da seguimiento.
Impacto geopolítico. El acelerado crecimiento de las economías emergentes ya ha causado impacto en la situación geopolítica mundial, incluyendo las demandas de países como los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) por tener una voz mayor en el ámbito global. Pero esto se incrementará, y con razón, si el fenómeno continúa y se materializa la proyección para 2050 hecha por Goldman Sachs sobre la participación relativa de nuestros países en la economía mundial.
El hecho de que en tan solo medio siglo las economías emergentes tripliquen, del 22 al 69 por ciento, su aporte total a la economía mundial, y los países desarrollados pasen de 78 a 31 por ciento, es un cambio muy profundo y acelerado en términos históricos, al cual la institucionalidad internacional difícilmente podrá adaptarse con igual rapidez.
Con lamentables excepciones como las apuntadas, Latinoamérica enfrenta el doble reto de continuar siendo un motor importante para el crecimiento económico mundial y, a la vez, un actor constructivo en los inevitables reacomodos geopolíticos que esto originará.