La Medicina nació y creció como parte del sacerdocio y se mantuvo así desde tiempos arcaicos en Mesopotamia y Egipto, hasta hace unos mil años, cuando pasó de los templos a las universidades. Para la mente médica, los enfermos perdieron el alma que quedó en los templos al cuidado de los sacerdotes.
Para los nuevos médicos no sacerdotes, el ser humano fue cuerpo y mente aunque de esta no entendieran nada. Por esto, y por la facilidad con que el cuerpo se puede ver, pesar, medir, palpar, oír y hasta disecar, de manera insensible se fueron dedicando exclusivamente al cuerpo. La mente quedó al garete hasta que la secuestraron, primero, los filósofos; más tarde, psiquiatras y psicólogos.
Dedicados por entero al cuerpo, al mejorar poco a poco los instrumentos tecnológicos, el conocimiento creció rápidamente, lo que estimuló la proliferación de especialidades. En la mente y praxis medicas, el cuerpo se descuartizó. Con el desarrollo posterior de la medicina mente/cuerpo, cuyos pioneros fueron Walter Cannon y Robert Ader, se transplantó al campo médico la concepción holística y comenzó, en la mente del médico, la restauración del ser humano completo: cuerpo, mente y alma.
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