Más de cien años después de que Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) se embarcase con su Poética (335 a. C.) en la creación de una descripción y una filosofía de la tragedia , el mítico sabio indio Bharata Muni ( circa 400 a. C.- circa 200 a. C) escribió su Natyasastra (id est , “tratado de las artes dramáticas”). Los dos autores aspiraban a reflexionar sobre el teatro, pero el texto indio tuvo más suerte: mientras que del griego solo sobreviven las ideas acerca de la tragedia (la referentes a la comedia se perdieron), el trabajo de Bharata ha permanecido como un referente teórico de las artes escénicas indias en unos 6.000 versos.
En Occidente, Aristóteles delimitó las principales categorías del teatro. A su vez, el Natyasastra determinó las técnicas de la danza clásica de la India y proveyó una base para su estética teatral. En cuanto a los comentaristas, Aristóteles se conservó en los latinos y fue reinterpretado por Averroes (1126-1198); al Natyasastra lo estudió acaso uno de los mayores filósofos de la India: Abhinavagupta (950-1020 d. C).
En 34 capítulos y con exquisita síntesis entre arte y religión, el Natyasastra trabaja desde el origen del teatro hasta sus elementos y accesorios. No obstante, se coincide en que el propósito del Natyasastra era descubrir la razón por la cual una circunstancia en el objeto del arte, produce una emoción generalizada entre los espectadores.
Para Aristóteles, las mediaciones entre el objeto y el sujeto deben conocerse con el fin de manipular los afectos del público: el espectador puede redimirse (catarsis) si se le proporcionan escenas que le induzcan un sentimiento de complicidad con el personaje.
Bharata se refiere a ello mediante las bhavas (las imitaciones de los actores) y a las rasas (la respuesta emocional del público). Incluso enlista las que debe suscitar una tragedia completa: amor, piedad, ira, disgusto, heroísmo, asombro y terror.
¿Sentimos eso en una obra de teatro?, ¿cómo es posible tanta similitud en tratados tan lejanos en el tiempo y el espacio? Solo nos queda apelar a la “universalidad” que, únicamente puede expresarse con toda su fuerza en el teatro y en la filosofía.
Esteban Córdoba Arroyo
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