Pensábamos que eso solo pasaba en Estados Unidos o en cualquier lugar lejano. Cuando veíamos CNN o el documental de Michael Moore sobre balaceras en colegios, reflexionábamos: “¿qué estará pasando en esas sociedades?”, “¿cómo llegaron hasta ese punto?
Pero el 1.° de julio el problema nos explotó en las narices: un alumno de décimo año le disparó a la directora de su colegio privado en Heredia; 10 días después la señora falleció. Los pelos se nos pusieron de punta...
El hecho ocurrió un día antes de las vacaciones de medio periodo, por lo que desde hace dos semanas alumnos y docentes de instituciones públicas no han discutido el tema.
Hoy se reanudarán las lecciones, lo que implicará un gran reto para padres, profesores, estudiantes y el mismo Ministerio de Educación (MEP) sobre cómo abordar lo sucedido.
Más que revisar bultos o pedirle a la Policía presencia en los alrededores de centros educativos, se debe hacer un simple pero efectivo ejercicio de escucha.
Es imperativo que padres y profesores hablen con los muchachos, que les den la palabra, les pregunten cómo se sienten, cómo los afectó el suceso, cómo repercutió en ellos la cobertura periodística, la reacción en su hogar, de sus amigos'
Es la hora de escuchar. Lo peor que pueden hacer los directores es sacar pecho y fruncir el ceño, amenazar a los llamados revoltosos y anunciar medidas drásticas para quienes rompan el código de conducta.
Desde el adultocentrismo pensamos que los adultos, por nuestra condición de tales, sabemos lo que les conviene a los jóvenes y que tenemos las repuestas para los problemas que ellos enfrentan o que incluso generan; pero las decisiones las tomamos ignorando sus contextos y sentimientos.
La respuesta al fenómeno de la violencia en las aulas se debe construir en conjunto, en consenso entre todas las partes.
Programas como “El cole en nuestras manos”, en el que se combate las actitudes agresivas con arte, diálogo y deporte, es ejemplo del norte que deben llevar las acciones del MEP para abordar la violencia en las aulas; claro está que el MEP y los educadores no pueden dar la batalla solos, pues piden el apoyo y comprensión de padres, medios de comunicación y de la sociedad en general. Hay que dejar de buscar acciones cortoplacistas y resultadistas para apostar a la transformación social.