Este año, el Festival de Coreógrafos Graciela Moreno celebra la edición XXIX; indiscutiblemente, es un logro del medio dancístico costarricense, que durante este tiempo ha estado en constante transformación. Recordemos que el objetivo primordial de este festival ha sido dar espacio a la creación coreográfica y permitir el fortalecimiento de la disciplina.
Para la presente edición, veremos 13 creaciones de diferentes autores y categorías según su trayectoria, predominando la presencia de jóvenes creadores. También se otorgarán más premios a los participantes y se cuenta con un dedicado especial, que en esta oportunidad es Rogelio López.
La primera jornada del festival contó con buena audiencia y los organizadores programaron las obras de Alejandro Flores, un debutante; Vivian Rodríguez, quien repite su participación, y Antonio Corrales, que por tercera vez presenta un trabajo en este encuentro.
Flores creó Fallido , trabajo ejecutado por ocho bailarines con mucho entusiasmo y cuyo tema es hacer un llamado de atención acerca de las estructuras sociales y sus efectos en el ser humano, con un toque de humor.
El joven creador utilizó muchos elementos interesantes; sin embargo, no supo aprovecharlos al máximo. Por ejemplo, la obra comienza con los bailarines entre las sillas de la luneta y los comentarios que realizaron no se escuchaban bien en todo el teatro. Los desnudos de algunas bailarinas no se justifican en el contexto. En cuanto a movimiento, este trabajo no logra crear un lenguaje acorde con el tema, ya que introduce muchos códigos (corridas, voces, etc. ) y no los desarrolla. En fin, es una propuesta que todavía debe afinarse.
Por su parte, Rodríguez, junto a Christian Ureña, interpretó un dúo titulado Camilo en Brunoise , en el cual la dramaturgia se centró en exponer la temática del deterioro en la relación de la pareja heterosexual, mediante tres episodios. Entre la pareja se vio acople mientas ejecutaban las frases de movimiento. Una luz trasera, en la escena del sillón, no dejó ver bien los movimientos de los intérpretes y el vestuario debe cuidarse más.
Para finalizar, Antonio Corrales escenificó Balam . Esta creación fue ejecutada por el autor y las bailarinas Estefanía Madrigal, Ofir León y Vanessa de la O; además, contó con música en vivo. Corrales presentó una especie de ritual en el que recuerda las energías primarias para la vida y culmina con la figura del jaguar, referente de la cultura maya. En su propuesta, identificamos más resoluciones de movimientos en unísonos, combinados con algunas contraescenas. No obstante, le faltó un acontecimiento o evento dramático para tener un buen cierre.
En general, los trabajos de esta noche tienen aspectos en común como que no presentaron nada extraordinario en el tratamiento temático, visual o en la utilización de una determinada técnica corporal. En el diseño de las luces, tampoco observamos propuestas de impacto y en la concepción del vestuario se siente poca investigación, parece que a los coreógrafos se les olvida que, en la escena, todo genera significado y los recursos no se deben poner por antojo o facilismo.