A propósito del estreno de la película Año Nuevo (2011), dirigida por Garry Marshall, repaso su filmografía y, la verdad, no recuerdo nada importante, a menos que asumamos lo cursi como género cinematográfico o algo semejante. Entonces sí, sus filmes presuntuosos, afectados y repetidos podrían rescatarse como ejemplos.
Lo cierto es que, a la larga, lo mejor que ha hecho Garry Marshall sean sus capítulos de la serie televisual Mork y Mindy (1978), por encima hasta de los más publicitados éxitos de este director, tal el caso de Mujer bonita (1990) o de Frankie y Johnny (1991). Ah, por si acaso, Garry es hermano de Penny Marshall, directora igualmente deficitaria, o más.
Por supuesto que Año Nuevo no es ninguna excepción y viene a ser una especie de secuela de su fantoche cinematográfico anterior: Día de los Enamorados (2010), para repetir el estilo coral del argumento, o sea, un montón de historias que se cuentan una tras otra, sin ningún enlace sustancial entre ellas, de la manera más arbitraria, con solo oprimir el gatillo del guion.
Lógico. Garry Marshall está a leguas de un maestro del estilo como Robert Altman y de la habilidad de este para contar vidas cruzadas. Así que, con Año Nuevo, lo que tenemos es una pega simplona, sosa, dulcete y superficial de distintos relatos, acaecidos todos en la noche del año por venir (el 2012) en Nueva York, al estilo de un estorboso anuncio para promocionar al Times Square como el mejor lugar del mundo para recibir un año nuevo.
Se trata de eso y de toda la parafernalia comercial que surge de los anuncios luminosos a su alrededor. Para tantas historias, el reparto es enorme: se trata de actores afamados o conocidos, satisfechos con salir unos pocos minutos, pero ninguno tiene tiempo para hacer nada mal ni nada bien (al igual que en Día de los Enamorados, que acontece en Los Ángeles).
A más cocineros, más rala es la sopa y el filme se va narrando a trompicones, sin talante de nada, como arroz guacho sin sabor alguno, ni camagua ni elote, ni mujer de otro ni patada de potro. Solo queda un filme que se alarga y se alarga perezosamente: desde que comienza ya está en agonía y parece no terminar nunca ante la incapacidad de redondear sus historias.
Uno solo ve desfilar gente bonita por la pantalla y se nos pretende hacer creer que, como esa noche que ahí vemos, es el mundo real. ¡Mentira! El mundo de hoy, en crisis, con guerras injustas y tanta inequidad no es el que se ve en esta película. Como discurso, es un filme también embustero.
Me gusta la afirmación hecha por el crítico Roger Ebert (Chicago Sun-Times), de que cómo es posible juntar a tanta estrella de cine en una sola película y no encontrar nada, pero nada, interesante que hagan. Pues sí, si esta película fuera una cena de medianoche al año por venir, tiene el licor más barato y la comida más desabrida.
Año Nuevo no merece nuestro tiempo en una sala de cine, si acaso mi tiempo porque mi trabajo es escribir críticas. Como sucede al venir otro año, la cuenta es regresiva también para esta cinta: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. ¡Un uno, tal es mi calificación: una estrella, y porque no le puedo poner menos!