Han pasado 18 años, cuatro gobiernos y mares de tinta. Han pasado dos presidentes de la Sala IV, dos arzobispos de San José y decenas de embriones panameños hechos persona en Costa Rica; o no nacidos.
Ha pasado un proceso judicial que acabó condenando a Costa Rica por violar derechos humanos; han pasado sermones y críticas.
Todo eso ha pasado en Costa Rica desde que el abogado Hermes Navarro del Valle envío a la recién creada Sala Constitucional una acción contra un decreto que permitía a las parejas infértiles concebir sus hijos en un laboratorio tico.
“Y por convicción, lo volvería a presentar, pero los tiempos han cambiado y creo que la Sala IV me lo rechazaría. Su pensamiento es otro”, dijo Navarro la semana pasada, días después de que el Gobierno anunciara el pronto envío de un proyecto de ley para acatar la condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Navarro presentó en 1995 un recurso que hizo a Costa Rica volver a recibir una condena de la Corte.
Ahora, pasados ríos enteros bajo el puente de la fertilización in vitro (FIV), Navarro dice que sigue teniendo la certeza de que ese método atenta contra la vida humana y que la Corte emitió un fallo “conveniente” para los tiempos.
Así piensa este católico que representó a la Santa Sede en charlas sobre derechos humanos y bioética. Es el mismo que asesoró en asuntos legales al arzobispo Román Arrieta y al presidente Abel Pacheco. Es el mismo que en el 2011 volvió a acudir a la Sala IV (esta vez sin éxito) para pedirle que le deje casarse con su pareja. Con su pareja hombre.
“No quiero que me etiqueten. Soy católico y moriré católico. No soy practicante porque tampoco soy masoquista; no voy a ir una hora a escuchar una homilía a que me vuelen duro. Tampoco voy a aceptar que mezclen mi apoyo a las parejas gais con temas como aborto y la fertilización in vitro, con los que jamás podría estar de acuerdo”.
A la distancia. Así habló la semana antepasada en una pausa de su trabajo como gerente en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT). Ahora está dedicado a vivir su vida tal cual, lejos de las poses que debía adoptar mientras trabajó en el Gobierno o colaboró con la Iglesia, incluso desde dentro del Opus Dei.
“Me pidieron seguir con el tema de la FIV, pero pasé defendiéndolo años y estaba cansado. Ahora me toca a mí vivir”, aseveró.
Ahora sigue interesado en temas de la Iglesia, pendiente de cómo evoluciona la discusión sobre la FIV y, sobre todo, de las batallas por lograr que un día, algún día, pueda tener la opción de unirse con su pareja sin que el Estado le rechace derechos que sí tiene la mayoría.
No ha ejercido como vocero de la comunidad homosexual y más bien rebate algunos métodos. Rechaza, por ejemplo, la táctica de criticar al Gobierno, por más coincidente que este sea con las posturas conservadores religiosas.
“Esto no es Estados Unidos, donde te podés pelear con el Gobierno y de una vez tener el apoyo de grandes ONG o de empresas grandes que apoyan con dinero. Aquí es mejor ir a negociar con el diablo, por decirlo así”, sostuvo.
Aún así, cree que se han ganado batallas. Colegios profesionales y algunas empresas reconocen derechos de las parejas homosexuales. Y sobre todo, el debate permanente es de por sí una batalla ganada. Hace 18 años, cuando Navarro decidió atacar la FIV en la Sala IV, la discusión sobre asuntos de homosexuales solo se daba en las bodegas.
“Ahora es otra cosa. Y no es que al gobierno de doña Laura se le haya hecho un mundo con el tema de las parejas gais; es que al país se le ha hecho un mundo”, sostiene.
Cuestión de tiempo. “Hay una generación joven que viene muy liberal, que viene presionando y que pronto, quizá en diez años, empezará a tomar los puestos de poder donde ahora hay conservadores, impregnada de valores religiosos”.
Navarro sabe por qué lo dice. Reconoce que su pensamiento sobre la FIV puede tener una fuerte explicación católica.
“Uno no es un robot que puede quitarse piezas de la cabeza”, dijo el abogado que quizá estaría aún dentro de la Iglesia si no se hubiera enojado con el actual arzobispo de San José, a quien osó llamar la atención cuando era obispo, por no ayudar a conservar un templo en un barrio de Puntarenas, según contó.
“Puedo decir que aquí la Iglesia tiene mucho poder, pero es porque la gente se lo ha dado. Los únicos culpables del peso de la Iglesia aquí son los ticos, los católicos y los que quieren saber qué opinan los obispos sobre cualquier cosa”, afirmó.
Obispos en Zapote. Navarro recuerda cuando era asesor en Casa Presidencial y llegaban los prelados. Entraban y salían como si fuera la Curia Metropolitana. Eran tiempos de Abel Pacheco.
“Con don Óscar las cosas cambiaron, pero ahora ha vuelto esa línea. Doña Laura no ha querido trazar una línea clara entre su fe y las políticas que dirige (...). Le cuesta mucho tomar decisiones que no correspondan con su espiritualidad”, aseveró el abogado.
Un ejemplo es la indefinición sobre la FIV, incluso después del fallo de la Corte. Otro ejemplo es comodidad frente a la religiosidad oficial del Estado. Otro es la forma esquiva de abordar los derechos de parejas gais, cree Navarro.
“Ha faltado apertura, aunque creo que es cuestión de tiempo y que la comunidad (gay) ha fallado en tu estrategia. Quizá falte además que muchos se atrevan a salir del clóset. Políticos, deportistas... conozco futbolistas que los son, he conocido ministros, diputados, embajadores un montón.
”Han tenido miedo al ambiente discriminatorio que todavía tenemos, aunque yo le digo que para mí todo ha sido bueno”, comentó este hombre cuya homosexualidad llegó a oídos de sus padres por una llamada telefónica “de alguien de la comunidad”.
Era un veinteañero, de mamá muy católica y de un papá que entonces era famoso por ser dirigente deportivo de una disciplina que el hijo nunca practicó: el futbol.