La exposición titulada Pequeño Acre, que se exhibe en el Museo de Arte Costarricense (MAC), celebra 30 años del Centro Cultural de España en Costa Rica.
En su configuración curatorial, trazada por los autores, se observa un poderoso árbol en la llanura, el valle, la costa, el cerro e, incluso, en la ciudad: una Ceiba Pentandra (Axis mundi) con tres importantes ramajes estructurales que sostienen procesos e interacciones bioculturales y poéticas que atañen a la tierra o propiedad, a la cultura y al agro.
Esto se inspira en el Acre de Dios (2002), título de la instalación de Joaquín Rodríguez del Paso (1961-2016), recreada para esta muestra. Obra que alude a la mamá-pacha parturienta de nuestros ancestros originarios prehispánicos y actuales, visiones críticas que extrapolan la política, la idiosincrasia o maneras de ser del tico, con ese carácter jocoso pero amañado. Son tensiones nodales capaces de moldear la identidad que nos distingue.
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Naturaleza, agro, geopolítica
La metáfora del Pequeño Acre, como se dijo, es una alusión al país, un singular territorio en el istmo centroamericano, cuyas características pueden compararse a una isla en medio de las aguas turbulentas de la política mundial, del comercio global o ante las economías usureras del mundo contemporáneo.
Implica observar la tierra como un organismo vivo que está en constante transformación. Se propone visualizar las problemáticas de la agricultura, las contradicciones ambientales y ecológicas, que se relacionan con el bosque, los ríos, los humedales, los mares.
Desde este eje observamos las pinturas del emergente Izaac Loría, quien pinta el paisaje intermontano central o el costero atraído por “agujeros negros”, los agujeros de la apropiación de tierras por parte de los terratenientes expoliando las propiedades de los ancestros originarios y humildes campesinos.
O las fincas que documentó José Alberto Hernández con Memento, casos de fértiles campos agrícolas e incluso potenciales para la investigación arqueológica, que fueron convertidos en esos enormes malls que hacen al país gastar las divisas en equipos que en dos a tres años terminan en la basura, pues nadie sabe qué hacer con estos.
También se aprecian los videos de Diana Barquero, problemáticas de los humedales cuyas aguas son contaminadas por malas prácticas agrícolas o por el tractor que abre vías indiscriminadamente para el comercio inmobiliario.
En uno de los textos curatoriales de esta exposición, publicado en Meer Internacional, se afirma: “la muestra aprecia una denuncia-advertencia al nefasto rol extractivista y depredador de individuos, empresas y transnacionales ‘civilizadas’ y ‘modernas’ que en nombre de la ganancia y en aras del desarrollo ultramoderno destruyen, envenenan, sangran y explotan este pedacito de terruño y todo el orbe”.
Apreciamos una propuesta de abordaje verde, tolerante con el binomio naturaleza/cultura, modelo a microescala para observar problemáticas mundiales tratadas por Maurizio Bianchi en su instalación móvil Juegos Prohibidos (2022), en la cual existe un interruptor, como el que pueden pulsar poderosas figuras mundiales para activar esa maquinaria bélica y provocar el temido debacle y exterminio del orbe.
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Cultura e idiosincrasia
Reflexión latente que se puede parangonar con el modelo educativo del Museo Didáctico, aprovechando el programa de mediación, metodología italiana de finales del siglo pasado para evaluar la calidad y creatividad del sistema educativo, y en esto el museo actual puede potenciarlo a cabalidad.
Aborda las relaciones entre el objeto de arte y la influencia que ejerce en el medio cultural y social, ante las formas que definen e implican la idiosincrasia costarricense. También se avista objetos para reconocernos en nuestras contradicciones, para motivar a preguntarnos entre lo que creemos ser, lo que se dice ser y lo que realmente somos.
Motiva a reflexionar y asumir dichas contradicciones observadas en los tratamientos de los asuntos culturales y sociales que atañen a las comunidades, a los grupos étnicos, a las minorías, pero que luchan por ser parte de este concierto de diversidad en un país que se adecúa hoy a tales transformaciones.
Por estas razones trajimos a este espacio didáctico Fútbol con dengue, del desaparecido Pedro Arrieta (Limón 1954-San José 2004), Premio de la Bienal de Escultura 1997 y parte de la colección del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo.
Fueron también las razones para invitar a Andy Retana con sus mingitorios en porcelana con personajes pintados de la política, el deporte y hasta el suyo propio, como una manera de avistar hacia esas contradicciones y egos sociales o culturales, que son desmitificados por el usuario quien los orina.
Roberto Guerrero puebla los discursos de minorías que emergen desde un acre interior, cual volcán, desde donde dibuja nuevos derroteros para el respeto a la persona y para la valoración de su creatividad.
En esta perspectiva es central Piedra para tomar decisiones (2002), de Priscilla Monge, colección de Teorética. Se plantea un ritual que nos orienta, como ocurre con los migrantes en la actualidad atravesados por la deshumanización, el hambre y el dolor del ajeno.
Biocultura y arte originario
No se puede perfilar a un país sin considerar y respetar sus orígenes. Lo que fuimos antes de la Conquista y colonización europea, o ante las tantas presiones actuales.
El arte de Costa Rica no se inicia con la llegada de los maestros europeos que fundaron la Escuela Nacional de Bellas Artes a finales del siglo XIX e inicios del XX. Se originó desde tiempos inmemoriales cuando fue poblado el continente, y empezaron a descubrir su naturaleza, a aprender sus lenguajes interpretando lo que les hablaba la tierra, los ríos, las montañas, los mares, lagos, vertientes, las nubes, los rayos, la tormenta, los árboles, las criaturas del bosque, el fuego y el volcán.
Visualidad y significado que influyó en la forma de la biocultura que vivimos y somos en tanto el arte depende de esta poética, en relación con los ancestros y pueblos originarios actuales protegidos por una madre parturienta que está en la profunda montaña.
Es importante apreciar los diálogos que se pueden gestar entre las obras de un mismo eje o entre los otros, la intertextualidad de las relaciones que referencian a las culturas.
Apreciamos en ese núcleo las piezas de cerámica negreada del nicoyano Juan Carlos Zúñiga, el toro cusuco que anima la festividad guanacasteca. O aquella escultura en papel hecho a mano del cuerpo de la artista Verónica Navas, de cuyo vientre emerge el Árbol de la Sangre (en la cosmogonía maya), especie que crece en los potreros o cercados de fincas y caminos.
Se decanta la cultura material de los pueblos como el guanacasteco, con el documental de Gustavo Zeledón Los últimos loceros de la Cruz, rescate a la tradición de amasar la arcilla y quemar estos frutos de la cultura y la tierra con maderas de raleo, que no deforestan en tanto son una práctica de tolerancia con el entorno, en la figura de doña Flora Cano (recién partida) y de su hijo Crescencio Martínez Cano, cruceños de cepa. Esto, además de valorar con esta poética la canción fronteriza entre dos pueblos hermanos: el nica y el tico.
Para concluir, anclamos con la maqueta de una escultura en piedra mayor, titulada I be Táp, que no se logró transportar al museo desde la zona del Térraba, por el peso y el déficit presupuestario en el rubro de combustibles, pero se expone una documentación relativa que registra los diversos pasos y motivaciones que tuvo Saúl Morales, descendencia brünka del indio Venancio Mora, y cuyo texto de la documentación citamos:
“El ser humano encuentra en la “mamá-pacha” I be Táp (en lengua brünka) o Madre Tierra, que abastece lo esencial para la subsistencia de nuestra cultura y la humanidad. I be Táp en esta simbólica de tolerancia biocultural es la caverna, la cueva, el útero del mundo en el cual fuimos procreados y se nos dio la vida, es la casa o Các iguí ú (casa del Sol, casa Cósmica, en lengua brünka), donde se nos da alimento, lenguaje, creencias y espiritualidad. Es el lugar al cual deseamos volver al finalizar la existencia, eterno retorno hacia un remanso o manantial sagrado donde moran las almas de los muertos después de cruzar el río.
”I be Táp es el seno de la montaña donde brota el río y se renueva cada día el aire, que limpia las raíces del árbol que al fijar en el terreno los gases efecto invernadero, y que por sus ramajes fluyen hacia la atmósfera las partículas responsables de formar las nubes, la lluvia, y por ende el vital líquido que junto al aire renovado aminoran el impacto climático que hoy tanto desvela a la entera humanidad.
”I be Táp, luego de la tormenta e inundación, abastece de materiales necesarios para la práctica artística de Saúl Morales y otros artistas, entre las corrientes del Grande de Térraba: la piedra para esculpir, el tronco de madera para tallar y la energía de una cultura que lo empodera en cuanto reconoce el arte de sus antepasados al sano amparo del entorno”.
Para concluir
Esa es la sabiduría ancestral que sufre el peligro de ser eliminada por el afán de riquezas del plan hegemónico y filibustero, que una vez más intenta convertirnos en esclavos creyendo –como el fallido ardid de William Walker del “destino manifiesto”–, e instigados al hacernos creer que no somos capaces de transformar y sacar frutos a esta forma de biocultura de total tolerancia con la Tierra.
Hoy llegan desde otras latitudes del planeta, con otras caras y caretas a contaminar el entorno, a ensuciar los paisajes urbanos con estridentes marcas, reclamos comerciales y publicitarios, tácticas de mercadotecnia intolerantes, que nos abusan por redes sociales o medios masivos de comunicación, al intentar globalizar y desaparecer las diversidades culturales de este fecundo Pequeño Acre.
¿Cuándo y dónde?
Puede visitar la exposición Pequeño Acre en el Museo de Arte Costarricense (MAC), ubicado en La Sabana. La muestra se exhibe del 8 de diciembre del 2022 al 23 de abril del 2023.
El ingreso al museo para esta exposición es gratuito y está abierto a todo público. El horario del museo es de martes a domingo de 9 a. m. a 4 p. m.