En la edición conmemorativa por el 150.° aniversario de Alicia en el país de las maravillas, a cargo de Martin Gardner y actualizada por Mark Burnstein, publicada en el 2015, se incluyó una primicia que esperaban los estudiosos de esta obra. Se trata del fragmento conocido como “La avispa con peluca”, texto que perteneció al manuscrito original de la segunda parte de la obra, Alicia a través del espejo y lo que encontró allí (1871). El fragmento fue eliminado por recomendación del ilustrador John Tenniel.
La niña y el insecto
Alicia descubre una avispa macho gigante que tiembla, como si tuviera frío, se queja de dolor de huesos y se cubre con un pañuelo amarillo, que se encuentra atado alrededor de la cara. La pequeña cree, en un principio, que ese raro ser tiene reuma o dolor de muelas.
Sin embargo, la avispa aclara que llevar un pañuelo de esa forma es bueno para el engreimiento. La jovencita sostiene que el engreimiento no es ningún dolor y la avispa la contradice y se descubre la cabeza. Allí muestra su peluca “de un amarillo brillante como el pañuelo, y toda enmarañada y revuelta como un puñado de algas”.
Alicia le recomienda que lleve su peluca más aseada y peinada. El insecto se molesta y narra, por medio de un poema, que cuando era joven sus mechones ondulaban y se ensortijaban, pero le pidieron que se afeitara y, en su lugar, se colocara una hermosa peluca amarilla. Así lo hizo y sus rizos nunca volvieron a crecer y ahora, que se ha vuelto viejo y gris, le gritan: “¿Cómo te pones ese guiñapo?” y hasta lo insultan al llamarlo cerdo.
La chiquilla insiste en que, si llevara la peluca más limpia, no se meterían con él. La avispa se deja decir que la peluca de Alicia es hermosa aunque sus mandíbulas son demasiado cortas, por lo que no debe morder bien. A la protagonista no le hacen ninguna gracia semejantes comentarios, pero se marcha satisfecha pues el “Señor Avispa” recobra el ánimo y se vuelve parlanchín con ella.
Tensas relaciones
Es sabido que Charles Lutwidge Dodgson, quien firmó sus obras como Lewis Carroll, escribió entre 1863 y 1864 la primera versión, llamada Alicia bajo la tierra, como un regalo de Navidad para la niña de Alice Liddell, por quien profesaba especial cariño. Según se ha especulado, estuvo enamorado de ella; se hace tal afirmación por la manifiesta pasión que el autor sentía por las pequeñas y el escandaloso hallazgo −en nuestra época− de fotografías que hizo de menores desnudas presentadas como “obras artísticas”. Se ha dicho que Carroll rayó en la pedofilia; a pesar de la práctica de hacer esas fotos, de ninguna manera justificable en nuestro tiempos, y escribir cartas y mensajes para niñas, nunca enfrentó ningún cargo legal por esos hechos.
Carroll hizo varios retratos de Alice Liddell, siempre vestida. En la última página del manuscrito Alicia bajo la tierra, pegó una fotografía ovalada de Alice. En 1977, Morton Cohen, considerado uno de los mejores biógrafos del escritor, descubrió que debajo de esa foto había un retrato dibujado por el propio autor, llamado “la Alice real”.
Mas el ilustrador John Tenniel no representó a Alicia literaria como la dibujada por Carroll, inspirado en su querida amiga, quien tenía cabellos negros y cortos peinados con una “pavita” sobre la frente. La dibujó como una muchachita de cabellera rubia y larga que, según las citas de Gardner, está inspirada en las pinturas de su amigo Dante Gabriel Rossetti y en el óleo Niña con lilas, de Arthur Hughes.
Así empieza una conflictiva relación entre autor e ilustrador. Por ejemplo, después del éxito de ventas de Alicia en el país de las maravillas, se publicó la edición conocida como Alicia para niños, en la que Carroll realiza una versión breve de su libro y las ilustraciones de Tenniel aparecen en colores. El autor rechaza la tirada de 10.000 copias de la obra y en una carta del 23 de junio de 1889 expresa a la Editorial Macmillan: “Las ilustraciones son demasiado chillonas y vulgarizan completamente el libro. No debe venderse un solo ejemplar en Inglaterra, hacerlo supondría sacrificar la reputación que me haya ganado ofreciendo al público lo mejor de lo que soy capaz”.
Tenniel toma la palabra
Cuando la Editorial Macmillan preparaba la segunda parte de la obra, Alicia a través del espejo y lo que encontró allí, el ilustrador envió un mensaje al autor, fechado el 1.° de junio de 1870, con un boceto de la escena del vagón de tren. Allí le indicó:
“Mi querido Dodgson: Creo que cuando sobreviene el salto en la escena del tren podría hacer que Alicia se agarrara a la barba del chivo, ya que es lo que más a mano tiene, en vez del pelo de la señora. La sacudida arrojaría prácticamente a la una sobre la otra.
Le ruego que no lo considere una grosería, pero me veo en la obligación de decirle que el capítulo de la «avispa» no me ha despertado ningún interés, y no se me ocurre cómo ilustrarlo. Si quiere acortar el libro, no puedo por menos de pensar -con todos mis respetos- que esta es su oportunidad.
Con angustiosa premura. Le saluda atentamente, J. Tenniel”.
Contra cualquier predicción, Carroll aceptó las dos sugerencias. Para no desafiar las leyes de la física, la niña se sujeta de la barba del chivo cuando viaja en el tren y suprime, en su totalidad, el fragmento que se refiere al encuentro de Alicia con la avispa. Se cree que no se trataba de un capítulo, tal como lo dice el ilustrador, y que era un fragmento que originalmente iniciaría en la página 183 como parte del capítulo VIII: “Es invención mía”.
¿Un texto innecesario?
Burstein y Cohen afirman que la avispa recurre a un lenguaje popular de la Inglaterra victoriana. Por ejemplo, menciona el término «Worrit», que se utilizaba vulgarmente como verbo, como en la expresión “Don´t worrit your poor mother [No incordies a tu pobre madre]”. Asimismo, al insecto le encanta el azúcar moreno, que era el predilecto de las clases populares pues era más barato que el blanco y refinado.
Fue una moda, para hombres y mujeres, usar peluca en Francia e Inglaterra durante los siglos XVII y XVIII como señal de su profesión o clase social. A algunos varones, la falsa cabellera caía de sus cabezas y les cubría parte del pecho y la espalda. Sin embargo, durante el reinado de Victoria, tal práctica se empezó a extinguir y en los tiempos de Carroll ya estaba en desuso pues solo jueces, abogados o actores lucían pelucas en actos ceremoniales. Por eso, se piensa que la de la avispa se caracteriza por su vejez y añejamiento.
Aunque, eventualmente, no agregue nada importante a la obra, el fragmento de la avispa merece el estudio y la atención pues permite conocer, con mayor profundidad, ese reino que se encuentra al otro lado del espejo.
*El autor es profesor de literatura infantil de la Universidad de Costa Rica y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.