Cuando Alberto Murillo inició su viaje en el mundo del arte, en particular en las múltiples técnicas del grabado, su hijo aún no había nacido. Emiliano Murillo Villalobos vino al mundo con la llegada del nuevo milenio. Cuatro años después, en 2004, fue protagonista de la extraordinaria pieza de xilografía que da título a su muestra.
Como obra indispensable de la historia del arte costarricense, ostenta un título muy poético que, no solo la identifica, sino también la explica. El viaje infinito (2004, cromoxilografía, 122 x 75 cm. Papel “tableau-abacá”. Serie de 25 ejemplares) va más allá del descubrimiento del pequeño Emiliano del mundo, es “una metáfora que visualiza a la humanidad como un niño”, en palabras del historiador Rafael Venegas. Uno que “transita del bosque (oscuridad) al espacio abierto (luz). Este momento simbólico representa el paso hacia el siglo XXI. […] El viaje, representado por el tren y la ruta, se transforma de esta manera en una referencia a las redes de comunicación y movilización, que conecta al mundo contemporáneo. La importancia del cambio al nuevo siglo queda remarcada en la estilización de los árboles, ya que los cinco primeros forman las letras XXI” (Venegas, Rafael. 2020-2021. San José: Museo de Arte Costa Rica. Colecciones Estatales).
Se trata de una pieza no solo interesante en su título y su lectura, sino también en su ejecución. Consta de siete planchas de madera y 19 impresiones, resaltando la sobreimpresión que genera múltiples degradaciones y una perspectiva atmosférica perfectamente lograda.
Un nombre propio
Perteneciente a una familia de artistas, hoy se le reconoce con nombre propio. Gracias a un trabajo arduo, estudio, experimentación e investigación como constantes en su vida, Alberto Murillo Herrera (San José, 1960) ha desarrollado una ambiciosa obra gráfica. Su trayectoria ha avanzado en dos vías, desde la docencia en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica y desde su taller personal, ubicado en San Luis de Santo Domingo de Heredia. En estos espacios, el artista logra transformar un trozo de madera, una placa de metal o una piedra litográfica en una impresión extremadamente compleja, no solo por su destreza manual, sino también por la paciencia y creatividad con que son elaboradas, pero sobre todo por el conocimiento adquirido con los años.
Se suma a su trabajo, importantes reconocimientos nacionales (Premio Nacional de Cultura “Aquileo J. Echeverría en Artes Plásticas 1999″, en Grabado. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes) e internacionales, (Gran Premio y Medalla Goya de Oro en la X Bienal Iberoamericana de Arte, 1996) y múltiples exposiciones. Hoy, llegada la hora de desvincularse de la academia, Murillo Herrera empieza a acercarse a nuevos espacios y, por lo tanto, a un público más amplio.Este es el objetivo que se pretende con esta muestra de 25 trabajos en diversas técnicas del grabado.
La revisión de la obra de grabadores, tanto nacionales como internacionales, es un elemento determinante en el trabajo de Alberto Murillo; la artista alemana Käthe Kollwitz (1867-1945) es un referente fundamental, así como el español Francisco de Goya y Lucientes (1746 - 1828): Las corridas #9,1994; el hidrocálido José Guadalupe Posada (1852 - 1913): Las víctimas de Katrina, 2012; y el japonés Katsushika Hokusai (1760 - 1849): Revolcados por la gran ola, 2023. La tradición del grabado costarricense también marcó su carrera, a través de figuras como Luis Paulino Delgado Jiménez (1941) o Francisco Amighetti (1907–1998), con quien colaboró como impresor desde 1981 por recomendación de Delgado Jiménez.
Alberto Murillo y el autorretrato
Para acercarse al trabajo de Murillo Herrera es indispensable conocer algunas de sus piezas y así comprender cómo logra la construcción de la imagen final. Y qué mejor forma de hacerlo que desde sus autorretratos, donde predomina la observación psicológica y el estado de ánimo del retratado.
Autorretrato sentado es una pieza elaborada por primera vez entre 1986 y 1987, según la técnica tradicional de la litografía, tanto en su ejecución como en su impresión en prensa con tintas litográficas tradicionales. Treinta años después, en 2017, Murillo trabaja la piedra de Bavaria gris con miel de abejas, goma arábiga y jugo de limón, para esta impresión utiliza tinta de grafito. Ambos trabajos son de excelente calidad, la diferencia es que la impresión más reciente es mucho menos contaminante. Y este es un aspecto importante de destacar en el trabajo de investigación del artista: migrar del grabado tradicional al grabado no tóxico. El haber implementado esta práctica no solo en su taller, sino en la Cátedra de Grabado de la Escuela de Artes Plásticas, es uno de los grandes logros de Alberto Murillo. En palabras del artista: “El grabador contemporáneo es hoy en día una suerte de alquimista preocupado por la sostenibilidad de los procesos, la salud personal y la conservación ambiental”.
El primero de los grabados se hace a partir de una fotografía del abuelo paterno del artista, don Claudio Murillo Alfaro (1899-1986). Su nieto recuerda: “Para ese tiempo (ca. 1988) llegó a mis manos esta fotografía de mi abuelo, en una pose sentado de frente a la cámara. Posiblemente, la litografía de 1988 fue una suerte de homenaje hacia él.
“El segundo autorretrato de 2017 es una clara referencia al primero, representándome maduro y de alguna forma en una mejor situación. Además, la técnica litográfica también sufrió su proceso de investigación y cambio, hacia la litografía sostenible, liberada de los químicos y equipos excesivamente caros, sin usar derivados de petróleo como solventes e impresa a mano en mi taller personal sin depender del taller de la Escuela de Artes Plásticas. Es una representación de mi viaje hacia la madurez como litógrafo”.
Alberto, hijo de Arnoldo (2016), es una litografía que el artista realiza en homenaje a su padre, buscando mimetizar al padre muerto con el hijo artista. En los autorretratos en general, y en este en particular, hay un profundo estudio psicológico y un punto de vista sociológico. El artista desea conocerse a sí mismo, no solo en el sentido corporal sino también desde el sentido ontológico a partir del precepto socrático “conócete a ti mismo”. La mayoría de las personas deben conformarse con la imagen que refleja el espejo, para los artistas ese reflejo va más allá. Ese se plasma en el papel, el lienzo, el barro o cualquier otro medio, de manera que “la autoafirmación de la personalidad, relaciones con los otros, aspiraciones sociales, satisfacción en fantasías que no serían posibles ni admisibles en la realidad, como la identificación con otros personajes” (Carlos Cid Priego, Algunas reflexiones sobre el autorretrato).
De la xilografía en color al blanco y negro
Prueba de su maestría técnica es la carpeta Bosques (Grabado en madera al taco de matriz múltiple), que inició en 1999. Los diferentes tonos de grises resaltan la profundidad, utilizando solamente el color negro y sus degradaciones tonales de grises. Esta variación tonal sirve para ilustrar la perspectiva atmosférica que tanto obsesiona al artista. Esto se logra con una matriz múltiple en tonos de grises o en palabras de Murillo Herrera trata de “acercar el grabado en color al blanco y negro”. Se trabaja con tres tipos de negro: el cálido en un primer plano, el neutro en el centro de la impresión y el frío en la capa superior.
El objetivo: lograr que el espectador “camine al fondo del cuadro”, en palabras del artista. Son xilografías elaboradas al hilo, que requirieron para su ejecución tres planchas y seis impresiones con las herramientas tradicionales, el “baren japonés” (herramienta manual de bambú en forma de disco con un fondo plano y un mango anudado que se utiliza en la impresión japonesa en madera) para imprimir superficialmente y la “cuchara” para imprimir con más fuerza, como los troncos y el follaje de las xilografías de esta serie. Un elemento que sorprende en esta serie es que hasta para el ojo experto, la impresión parece más un grabado en metal que en madera, muestra de la maestría de Murillo Herrera. Lo mismo sucede con La Fuente (2010).
Aquí la mezcla de las técnicas digitales y el grabado resultan en una obra de gran maestría, cuya variación tonal pone en evidencia la perspectiva atmosférica, así como en la pieza En el atrio de Ciencias Económicas (UCR), elaborada en 2016. Ambas piezas confirman el carácter innovador del artista, aumentado su lenguaje técnico y creativo, en el proceso de investigación, que articula el arte y la realidad.
El tiempo en el taller
Cada experiencia que tiene el ser humano transcurre en un lapso determinado. Las actividades cotidianas se forjan en un momento específico, creando la línea de tiempo que forma el pasado, el presente y eventualmente el futuro. Se vive el presente con miras al futuro, que con el correr del tiempo se torna pasado. El tiempo posee una dirección específica.
Alberto Murillo pasa ahora la mayor parte de su tiempo en su taller. En él se logra abstraer de la realidad. El tiempo cobra especial relevancia en el taller del artista: se transforma, deja de tener dirección y rumbo determinado. Se detiene. No es un tiempo metafísico o filosófico, es el tiempo del artista. Cada pieza requiere muchas horas de trabajo. Trabajo físico (el proceso de impresión) y mental (el proceso creativo). La atención al detalle, constante en la obra de Alberto Murillo, solo se obtiene con “calma y paciencia concentrada”. El taller es entonces un espacio donde el artista “se pierde” en su tiempo y su obra adquiere permanencia en el tiempo.
El tiempo cobra especial relevancia en algunas piezas de Murillo Herrera. El viaje infinito es un ejemplo obvio: la metáfora del paso del tiempo en la figura del niño, el cambio de milenio y la idea de un tiempo infinito, que presenta en este viaje sin fin del artista.
Recuadro
Alberto Murillo es el invitado especial de la XVII edición de la Feria VIVA el ARTE, donde mostrará la exposición Viaje infinito con 25 trabajos en diversas técnicas del grabado. El encuentro se realizará el próximo 27, 28 y 29 de octubre, de 10 a. m. a 7 p. m., en Plaza Mayor (Rohrmoser), contando con la participación de más de 20 artistas visuales y diseñadores dedicados a la pintura, escultura, cerámica, vidrio, fotografía, dibujo, arte digital y objetos de diseño. La actividad es una oportunidad gratuita para conocer de cerca a artistas costarricenses, adquirir su obra y explorar nuevos estilos de creación.
La autora de este artículo es historiadora del arte.