Desde 1976 hasta el 2012 hay muchas vidas vividas en la obra de Diana Ávila, una de las grandes poetas paridas en suelo tico.
Esa cantidad de años son relevantes en el marco de la reedición del libro Gramática del sueño, un poemario que reúne muchos de sus mejores trabajos en ese lapso y que ahora viene publicado por Encino Ediciones. Hace diez años salió bajo el sello de Editorial Germinal.
Ávila, con su pluma subversiva, profunda y directa, comprueba con estas páginas su valía como escritora y, en entrevista con La Nación, cuenta cómo ha sido su vida, una que fue marcada por conocer a grandes autores como Julio Cortázar y Carlos Martínez Rivas, así como por una lucha para posicionar su nombre en el espectro literario tico.
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—¿Cómo fue la recepción del libro cuando fue publicado por Editorial Germinal? ¿Cómo recuerda ese lanzamiento?
—Creo que fue muy buena. Luego obtuvo el Premio Nacional Aquileo Echeverría, que para mí fue una gran sorpresa, jamás lo esperé.
“Gramática del sueño tiene un origen muy lindo. Desde hacía rato yo venía pensando sacar por mi cuenta los libros publicados, uno a uno. La gente me preguntaba constantemente dónde podía comprar mis libros, pero ya no estaban disponibles. Una vez encontré un ejemplar medio dañado de El sueño ha terminado en una librería de segunda mano. En las “grandes” librerías nadie sabía quién era Diana Ávila.
“Un día me llamó Juan Hernández, a quien no conocía, y me pidió autorización para publicar alguno de mis libros como parte de un proyecto suyo que había ganado una beca del Ministerio de Cultura. Asombrada por la coincidencia, le pregunté que si le parecía publicarlos todos en un solo volumen. Juan no se esperaba eso y aceptó de inmediato. Por supuesto, yo brincaba de alegría, ¡al fin mis libros iban a oler a nuevecitos!”.
—Al revisitar los poemas de tantos años, ¿cómo los encontró? ¿Cómo se sintió al volverse a encontrar con esos “viejos amigos”?
—Volver a leerlos con ojos nuevos, recordar las circunstancias y motivaciones cuando los escribí fue muy interesante. Y la verdad es que me enorgullecí de ellos. Yo publico un libro cada muerte de obispo, pero ese es el resultado de años de trabajo, de escribir y tirar a la basura, en un afán de ser fiel a mí misma, a mis sentimientos, de escribir lo que quiero decir a mi muy íntima manera. Algunos me parecieron “débiles”, malillos, pero los dejé tal cual porque son parte de mi evolución poética y los quiero como eso, esa es mi vida.
—Gramática del sueño es un nombre espectacular. ¿Cómo llegó a él? ¿Qué concepto le da? Naturalmente “sueño” es una palabra que aparece una y otra vez a lo largo del poemario.
—No fue nada fácil. Al ser la compilación de los cuatro libros publicados hasta entonces, tenía que encontrar un título que los uniera a todos. No recuerdo cómo llegué a él, tal vez surgió de un sueño o de alguno de los poemas.
“La palabra gramática es fascinante, implica trabajo, conocimiento, búsqueda del término preciso, invención, y eso es lo que yo generalmente hago cuando escribo. Y por otro lado está sueño, algo muy misterioso e íntimo, fruto del inconsciente que es a la vez reflejo de la realidad, la exterior y la interior. Siempre he soñado intensamente y a todo color y ese es un material muy rico. El sueño en sus múltiples significados está presente en todos mis libros.
“Las palabras son sagradas y debemos tener cuidado al usarlas porque construyen y también destruyen. La palabra poética es secreta y, al mismo tiempo, abierta a los ojos de todos”
”Por otro lado, la palabra como tal, su raíz lingüística, la relación entre una y otra, siempre me han obsesionado. Las palabras son sagradas y debemos tener cuidado al usarlas porque construyen y también destruyen. La palabra poética es secreta y, al mismo tiempo, abierta a los ojos de todos. A veces es muy frustrante no encontrar las palabras que describan lo que quiero decir, la emoción o sentimiento. Se hace necesario inventarla o jugar mucho con ese material rebelde y duro hasta que se muestre como un brillante extraído de una piedra. Esa es la palabra poética.
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”El silencio también es muy importante como parte de la temática de un poema o como la ausencia de palabras, porque el silencio tiene su propia música, su voz, su forma, su respiración. A las palabras les encanta dormir y a veces duermen tanto que se mueren, pierden su significado. Pero cuando las evocamos, hay que despertarlas o volver a crearlas para decirnos a nosotros mismos.
”De toda esta reflexión sobre los significados y orígenes de la palabra poética, del sueño, de mi mundo interior, surgió el título Gramática del sueño”.
—Las dos ediciones del libro tienen una portada espectacular. ¿Podría contarme la historia detrás de esas carátulas?
—Claro. Primero quisiera decir que el libro está dedicado a Nina, mi gatita, un ser especial que a lo largo de sus 12 años de vida conmigo me enseñó lo que es el amor verdadero. A Nina me la mató un sádico en 2011 y yo quería que estuviera siempre presente y viva en mi vida y en mi obra. Por eso, la primera edición tiene la fotografía de su carita y para la segunda le envié al ilustrador muchas fotos de ella, dado que Encino tiene solo portadas dibujadas. Me gusta el resultado, creo que expresa bastante bien la mirada de Nina.
—Encontrar camino en la literatura es complejo, aún más para autoras. ¿Cómo describiría su lucha por hacerse un campo en la cultura costarricense?
—Creo que esa posición se ha ido construyendo a través del tiempo y lo ha logrado mi obra. En los años 70, cuando empecé a darme a conocer, la realidad convulsa de guerra civil en los países vecinos centroamericanos y una Costa Rica que vivía una gran efervescencia artística y cultural, encontré a las personas que me acompañarían en esa etapa inicial y ayudarían a fortalecer mi compromiso como creadora.
”Con ese grupo de amigos, formado inicialmente por Mario Castrillo, Patricia Howell, Madga Zavala, Adolfo Rodríguez y Rodolfo Dada, además de otros amigos siempre presentes, fundamos el grupo Oruga y publicamos las revistas Oruga y Amanecer. Nuestro objetivo siempre fue mover el ambiente cultural, sacudir la sociedad para que se despertara, por eso íbamos a los mercados a regalar esas revistas llenas de dibujos, relatos, poemas, teatro y nuestro manifiesto como grupo comprometido con el cambio. Después gané un concurso de poesía organizado por el recién creado Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes y se publicó mi primer libro, El sueño ha terminado. Y así seguí metiéndome cada vez más en la poesía y construyendo un estilo propio.
”El segundo, Contracanto, también fue resultado de otro concurso, esta vez de la Universidad Nacional (UNA). El tercero, Mariposa entre los dientes, lo publicó la Editorial de la Universidad de Costa Rica y el cuarto, Cruce de vientos, lo publiqué por cuenta propia con Artemusa Editora, con mi diseño y mis dibujos y los de la genial artista Marisel Jiménez, y el tipo de papel suave y oloroso que quería. Para hacer posible esta preciosa edición, conté con la ayuda de mi amigo el poeta Norberto Salinas”.
—Uno de mis poemas preferidos es Contra fama cronopio. ¿Podría contarme del proceso de escritura de este?
—Es un juego al estilo Cortázar. Me dejé ir sin poner peros ni limitaciones de forma o contenido. Eso harían los cronopios, a diferencia de los famas que son la racionalidad total y absurda. El resultado es un poema muy hermoso y rico. En los 80 estaba muy cerca de la obra y personalidad literaria de Julio Cortázar, un escritor inmenso.
”En su maravilloso libro Salvo el crepúsculo, poco conocido, dice cosas fascinantes como “Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda…”, y eso hice con este poema de los años 80. Qué ganas siento de hacer eso con mi poesía ahora, la verdad es que me he vuelto muy seria y ya es hora de reírme más de mí misma. La vida no es fácil, así que mejor la alivianamos”.
—Aprovechando la pregunta anterior, quisiera consultarle por su relación con autores como Julio Cortázar y Carlos Martínez Rivas. ¿Qué nos podría contar sobre su relación con ambos autores?
—Tuve la gran dicha de conocerlos personalmente. Cortázar asistió a un simposio de escritores latinoamericanos en San José y creo recordar que mostró interés en conocer a los poetas de Oruga, que, por supuesto, estábamos entre el público. Después nos invitó a tomarnos un café en el Hotel Europa, donde se alojaba. Esa tarde conversamos, nos hicimos una foto memorable y me dijo que le enviara poemas míos. Así lo hice y tuvo la generosidad de escribirme de vuelta. Guardo esa carta con mucho cariño.
“Escribo prosa poética y creo que más bien me ha liberado de una formalidad absurda. El poema va tomando forma por sí mismo, a veces consta de una o dos líneas y otras de una larga conversación”.
— Diana Avila, poeta
”A Carlitos Martínez lo conocí por mi amigo el poeta salvadoreño Mario Castrillo, de Oruga. Desde el primer momento conectamos y los tres nos vimos muchas veces, compartíamos la bohemia, exposiciones de pintura, encuentros culturales en el Colegio de Costa Rica del Teatro Nacional, etc. Conservo cartas que me escribió desde Nicaragua y servilletas donde escribía notas que me pasaba de un extremo a otro de la mesa del bar en que estuviéramos.
”Carlitos está muy presente en mi obra y hay un poema que escribí para él en Lisboa, donde lo extrañé mucho porque esa ciudad era perfecta para él, me hacía falta. Era un hombre extraordinariamente sensible, cariñoso, diría que un poeta puro a quien quise mucho”.
—Su editor, Juan Hernández, se refiere a usted como una de las grandes poetas en la historia de Costa Rica. ¿Cómo se siente recibir tal elogio?
—Es un gran honor que no creo merecer, todavía me falta mucho. Juan es muy generoso y se lo agradezco.
—Actualmente hay muchos híbridos en la cultura, por ejemplo, entre cine y televisión, entre otras disciplinas. Algunas personas hablan de que la poesía está siendo absorbida por completo por la “prosa literaria” y se encamina hacia un fin como se le conoce tradicionalmente. ¿Qué criterio tiene al respecto usted?
—No creo que la poesía tenga un fin como tal, más bien evoluciona conforme lo hace la sociedad y aprovecha las herramientas que la tecnología ofrece. Escribo prosa poética y creo que más bien me ha liberado de una formalidad absurda. El poema va tomando forma por sí mismo, a veces consta de una o dos líneas y otras de una larga conversación.
”Me parece muy grave y de terribles consecuencias a futuro que estos cambios propuestos implicarán el cierre de muchos espacios y oportunidades, como talleres y programas que hoy benefician a miles de personas marginadas y empobrecidas”.
—Son tiempos complejos para la cultura costarricense. Hacemos esta entrevista en medio de posibles recortes presupuestarios para esta área. ¿Qué tan optimista se siente con respecto al futuro de la escritura en el país?
—Optimista no me siento de ninguna manera, porque lo que está pasando tiene visos de ser solo el comienzo de un proyecto de cambio radical de nuestra sociedad y nuestra cultura entendida en términos amplios; es decir, de nuestra identidad como costarricenses.
”Me parece muy grave y de terribles consecuencias a futuro que estos cambios propuestos implicarán el cierre de muchos espacios y oportunidades, como talleres y programas que hoy benefician a miles de personas marginadas y empobrecidas. Sería cercenarles a estos niños y niñas su derecho a tener acceso a las artes y la cultura, expresiones liberadoras imprescindibles para su sana socialización y desarrollo como ciudadanos.
”Tengo la esperanza de que este problema se resuelva pronto mediante el diálogo. Es necesario hacer el esfuerzo y unirnos, no para destruir, sino para construir, comprender que Costa Rica somos todos, que la cultura sea lo que nos una y no lo que nos separe”.
—De su profunda trayectoria como escritora, ¿cuál de sus logros la llena de más orgullo?
—Creo que haber desarrollado un estilo propio, una identidad mía como poeta, que por cierto no es algo acabado, mi poesía sigue evolucionando. Gracias a ese esfuerzo por dar lo mejor de mí he podido mantenerme en la escena literaria y que la gente me reconozca y respete. Cuando veo mi evolución, desde que empecé a escribir como a los 12 años hasta hoy que tengo 70, me siento bien porque el salto hacia adelante ha sido enorme.