“¿Estoy yo acaso en un lecho de rosas?”. Tan rotunda pregunta fue así remozada en 1870 por el poeta mexicano Eligio Ancona en su célebre novela histórica Los mártires del Anáhuac, respecto de la versión original que decía: “¿Acaso estoy yo en un baño o deleite?”.
Interrogante que fue emitida por el líder azteca Cuauhtémoc (águila que desciende), último Huey Tlatoani (gran gobernante) de la otrora metrópoli de Tenochtitlán, como respuesta a Tetlepanquetzal (Tlatoani de la aliada ciudad de Tlacopan), quien preguntó si podía confesar donde estaban escondidos los tesoros de dicha capital mexica, dado que un grupo de conquistadores españoles les quemaron los pies a ambos con aceite.
Así, tan oprobioso episodio acaeció unos días después de la toma bélica de Tenochtitlán, cuyo quinto centenario se conmemora precisamente en agosto de 2021, presentándose las incidencias y personajes concatenados al respecto.
Prolegómenos
Fue a partir de 1517 y desde la isla Fernandina (actual Cuba) donde partieron las primeras expediciones españolas hacia el presente territorio mexicano, destacando la efectuada, desde febrero de 1519, por el conquistador español Hernán Cortés y Pizarro Altamirano.
Después de arribar a la actual península de Yucatán, el grupo de Cortés se enfrentó a los maya-chontales en la región de Tabasco (marzo), siendo que, tras la victoria, dichos indígenas les entregaron varios tesoros y un grupo de mujeres, entre las que destacó Malintzin (también llamada Marina o La Malinche), quien, por su sapiencia, se convertiría en su principal intérprete con los aborígenes.
Con posterioridad, Cortés avanzó al norte por la costa, hasta que, decidido a internarse en la inhóspita tierra, quemó sus barcos para que nadie desertase (julio). Tras atravesar muchos poblados, se enteró del odio que casi todos tenían contra los mexicas-aztecas por su violencia y subyugación, lo que aprovechó para establecer diversas alianzas políticas como la pactada con los Tlaxcaltecas (septiembre), quienes eran los principales enemigos de aquellos.
Para noviembre, los españoles llegaron a Tenochtitlán, siendo recibidos por el Huey Tlatoani Moctezuma (señor serio), quien les permitió instalarse cerca del Huey Teocalli o Gran Templo Mayor (Thomas, Hugh, La Conquista de México, 2011). Empero, la situación se tensó poco después cuando Moctezuma, creyendo en la supuesta divinidad de sus huéspedes, mostró ostensible sumisión para con estos, lo que provocó la animadversión de los aztecas contra su líder y los visitantes.
Punto de inflexión
El viaje de Cortés desde Cuba se había dado sin la aquiescencia de Diego Velázquez (Gobernador de dicha isla), quien envío una expedición para capturarlo al mando del capitán Pánfilo de Narváez (marzo-abril, 1520).
Cuando Cortés se enteró, viajó a la costa para enfrentar a Narváez, dejando en Tenochtitlán una guarnición bajo su lugarteniente Pedro de Alvarado. No obstante, mientras Cortés derrotaba a las tropas de su captor y las integraba a su ejército, se desató en la capital mexica un hecho inesperado.
En efecto, fue en mayo cuando los aztecas realizaron la fiesta del Tóxcatl en honor a su dios tutelar Huitzilopochtli (colibrí izquierdo), la cual fue interpretada por Alvarado como una rebelión, por lo que ordenó la llamada Matanza del Templo Mayor (Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1955), en la que se asesinó a números dirigentes mexicas en ese recinto. Por lo que, tras soliviantarse, los aztecas rechazaron a Moctezuma y sitiaron a los españoles.
Para cuando Cortés regresó a Tenochtitlán, sus huestes se incorporaron a la lucha, siendo el 29 de junio cuando Moctezuma falleció (por españoles o aztecas según sea la fuente). Entre el 30 de junio y el 1° de julio se dio la intempestiva salida de los conquistadores y su derrota ante las tropas mexicas, lo que pasó a conocerse como la Noche Triste, pues, según las crónicas, Cortés lloró ante un ahuehuete por la ostensible pérdida de sus soldados y tesoros.
Casi de seguido se dio la Batalla de Otumba (actual Estado de México), en la que los aztecas fueron vencidos por los españoles (7 de julio), quienes viajaron a Tlaxcala para reorganizarse. Mientras que, desde septiembre, se designó a Cuitláhuac (el que está a cargo) como nuevo Huey Tlatoani.
La dominación
Durante más de un año, Cortés planeó junto a los tlaxcaltecas la toma de Tenochtitlán, cuya población fue diezmada por una fortísima hambruna y una epidemia de viruela (traída por los españoles), la cual mató a Cuitláhuac, quien fue sucedido por el ya citado Huey Tlatoani Cuauhtémoc.
A fines de 1520, españoles y tlaxcaltecas comenzaron a ocupar poblados cercanos a la capital mexica y, para febrero de 1521, construyeron varios barcos para atacarla dada su ubicación en el lago de Texcoco. En mayo reiniciaron los combates, destruyeron los puentes de acceso y cortaron el suministro de agua dulce que provenía desde el cercano cerro de Chapultepec.
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Comenzó así un cerco de tres meses que los aztecas afrontaron con gran valor, hasta que, el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc salió de Tenochtitlán para pactar, siendo capturado y tomada la ciudad, la cual estaba repleta de cadáveres y pestilencia (Riva Palacio, Vicente, México a través de los siglos, 1979), colocándose luego el estandarte de España en la cima del Templo Mayor. Poco después aconteció el ya descrito suplicio que Cuauhtémoc sufrió junto a Tetlepanquetzal.
Casi de seguido, Cortés ordenó la construcción de una nueva localidad sobre las ruinas de Tenochtitlán, a la que luego le dio el nombre de Ciudad de México. Palabra que los aztecas anteponían al apelativo de su capital y que provenía del vocablo Metzxico: conjunción de la primera sílaba de los vocablos metztli (luna), xictli (centro) y co (lugar), es decir, lugar del centro de la luna o lugar céntrico lunar, lo cual se mantiene incólume hasta el presente.