Alajuela. La presencia de Marcelo Sarvas en Costa Rica obedece a dos razones.
En primer lugar, él quería jugar en el partido de despedida de su gran amigo Pablo Antonio Gabas que fue el pasado 25 de julio en el Morera Soto.
Pero también, lo llenaba de ilusión darles la posibilidad de vivir una experiencia única a los niños de 13 y 14 años que actualmente dirige del equipo estadounidense Arlington Soccer Association.
“Las dos cosas caminaron juntas, yo siempre tuve la ilusión de traer equipos para acá, principalmente equipos profesionales para entrenar y jugar en el Proyecto Gol, pero ahora que estoy saliendo del fútbol, no es nada oficial, pero es el siguiente paso y tuve la oportunidad de traer a los niños y que tuvieran la experiencia de ver cómo es la vida de un jugador profesional durante una semana”, contó el brasileño a La Nación.
Durante estos días se encuentran instalados en el Proyecto Gol, donde utilizan la piscina, las canchas, el restaurante y el hotel.
“Es una experiencia muy bonita para estos 25 niños de Estados Unidos que trajimos, también nos acompañan ocho papás. Yo, como estoy enamorado de Costa Rica, intento mostrarles lo que más me gustó en el año que viví acá”.
Por eso, llevó a la comitiva al Centro de Alto Rendimiento de Alajuelense en Turrúcares, donde jugaron contra los cachorros de la Liga.
También se midieron con Herediano y acudieron al Morera Soto para presenciar el partido entre los rojinegros y Pérez Zeledón.
“Los llevaré además a isla Tortuga y a la Chicharronera Acserí, que es lo que más me gustaba hacer aquí y yo quiero compartirlo con ellos”.
En la actualidad, Sarvas no está jugando, pero en ese partido de Gabas, el centrocampista de 36 años mostró que su talento y calidad se mantienen intactos.
Aún no se declara como retirado, porque él mantiene viva una esperanza.
“Para que yo retorne a jugar fútbol, de corazón me gustaría regresar a Alajuelense, aquí me retiraría contento y seguiría mi vida, o en un equipo en el que esté instalado en Estados Unidos”.
Eso lo plantea porque tiene casi 12 años de vivir afuera de Brasil y ya su familia quiere estabilidad.
“Los niños y mi esposa Camila no pueden más. Es bonito conocer mucha gente, pero ahora mi hijo mayor Lucas tiene diez años y está en la escuela, Luisa tiene 3 y ahora que nos estabilizamos no es bueno irnos para cualquier parte. Tiene que ser o por amor a la Liga o porque salga una opción donde ya estoy instalado”, expresó.
Él sabe que en este momento Alajuelense tiene llenas sus plazas de extranjeros con el panameño Abdiel Arroyo y los hondureños Róger Rojas, Alex López y Luis Garrido. Empero, sigue con la esperanza de que en algún momento pueda volver a vestirse de rojinegro.
“Yo estoy entrenando porque tenía la ilusión de poder estar en la Liga, pero no se dio por el tema de los extranjeros. Tal vez no se dio por la Comisión Técnica, que no me conocía y no sabían la situación mía, pero nunca se sabe si las puertas se abren y si se llegaran a abrir es porque Dios lo hizo. Yo sigo esperando y si Alajuelense necesita un centrocampista, aquí voy a estar”, insistió.
Mientras tanto, él sigue educando futbolísticamente a esos niños, entre los que está su hijo.
“Creo que lo bonito del deporte, cuando uno está jugando, es vivirlo al máximo, ganar títulos, pero la verdad lo que se deja de ejemplo es la actitud con las personas y ahora poder pasar mi experiencia a estos niños y que en algunos años yo pueda ver a uno o a más en un equipo profesional será grandioso”, citó.
Esta faceta de entrenador de liga menor le agrada, porque comparte lo que él vivió y lo que sabe hacer con la pelota.
“Creo que puedo aportarles mucho a los niños en cuanto a actitud, la parte psicológica, la parte técnica, la parte de disciplina, cómo es convivir en grupo, cómo es jugar en otro país, compartir con personas que hablan diferentes lenguas, que tienen diferentes costumbres, es un papel que yo puedo hacer y ayudar a los niños”, recalcó.