La pandemia aceleró los cambios en los sectores productivos. Para unos fue el colapso económico; otros, haciendo lo mismo, incrementaron sus ventas, tal fue el resultado para los negocios de comida rápida, supermercados y transporte colaborativo.
A un tercer grupo, sin embargo, la crisis le mostró la urgencia de replantear sus esquemas operativos, entre estos, al sector educativo.
En este campo la coyuntura aumentó la necesidad del proceso de transformación. Desde hace no más de cinco años se habla de la transición de un modelo tradicional a uno competencial.
Este último no relega la enseñanza del conocimiento, sino que suma el desarrollo de competencias para facilitar a la persona la incorporación a la sociedad de manera sana y eficiente.
La era poscovid demandará contar con profesionales resolutivos, propositivos, que no se paralicen cuando emergen las crisis; personas que sepan hacer una fácil y rápida lectura de su entorno, porque una competencia fundamental en los nuevos cuerpos directivos empresariales será la capacidad de reacción.
Acciones insuficientes. Algunos centros educativos siguen haciendo lo mismo. Otros, tan solo han reaccionado a hechos puntuales y circunstanciales, como virtualizar su oferta; sin embargo, no han sido capaces de atender el desarrollo competencial de sus estudiantes y tampoco de reformular y orientar al estudiante de educación superior a cursar carreras de mayor demanda laboral, que además representan para el país la oportunidad de ir conjuntando una base de profesionales competentes con el fin de atender los desafíos futuros, es decir, el desarrollo sostenible, la empleabilidad y el bienestar de la población.
María Noel Baeza, funcionaria regional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), insiste en promover las carreras STEM (siglas en inglés de ciencias, tecnología, ingenierías y matemáticas).
Vivimos una revolución tecnológica. Están cambiando las estructuras productivas, sociales y políticas de los países. La crisis de la covid-19 lo que hizo fue aligerar el proceso de tecnificación. La poscrisis dejará una sociedad más tecnificada.
Una competencia fundamental exigida por las empresas es indiscutiblemente la tecnológica, y esto obliga a los centros de educación superior a promover en sus alumnos la aptitud crítica, analítica y autónoma, que termina siendo el conjunto de habilidades claves en la definición del futuro de una nación.
Dominio de idiomas. El sistema educativo formal debe brindar a la sociedad el dominio básico de varios idiomas, fundamentalmente porque abre o cierra las puertas a un trabajo digno y bien remunerado, y la sociedad como tal apunta cada vez más a una mayor apertura.
Es usual que todo ciudadano importe productos de China. Países como Japón adoptaron para sus bases escolares lo que se denomina «la identidad planetaria». En otras palabras, entender que somos parte de un universo de países muy interconectados.
Según mi criterio, las universidades y, ¿por qué no también los centros de educación media?, deben brindar a la ciudadanía la oportunidad de certificarse, no en carreras formales, sino en el conocimiento de competencias comunicativas básicas como lectura, escritura, conversación y escucha en distintas lenguas.
Me llama poderosamente la atención cómo la educación superior tiene tan poca participación en la definición de las variables y esquemas de desarrollo nacionales. Los centros educativos deben ser actores más decididos y activos en este aspecto.
No está de más insistir, dadas las noticias del último momento, en trabajar con mayor ahínco la ética. Escuelas, colegios y universidades deben esforzarse para que los estudiantes interioricen, antes de incorporarse a la sociedad como agentes productivos y de cambio, claros valores y principios.
El autor es director general de la Kamuk School.