Tradicionalmente, el modo de acceso a la carrera judicial ha sido la realización de un examen de conocimientos por parte de un tribunal evaluador, prueba caracterizada por ser básicamente teórica. Este modelo ha permitido reclutar a muchas personas de gran valía como juezas y jueces, la gran mayoría de quienes están en el cargo.
Sin embargo, no ha impedido que algunas personas de perfiles poco adecuados accedan a tan importante función, lo que luego se ha traducido en malas resoluciones, graves faltas disciplinarias e incluso delitos en el ejercicio de la Judicatura.
Cambio de paradigma. Las nuevas tendencias en administración de personal y educación de personas adultas apuntan a un cambio de paradigma. Los procesos de selección y formación deben estar dirigidos a evaluar competencias profesionales, es decir, el conjunto de conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes y valores, que se requieren para un adecuado ejercicio del cargo.
El método tradicional nos puede aportar información (más o menos confiable) acerca de lo que una persona sabe, pero no acerca de lo que una persona es, de su capacidad real para enfrentar una función cargada de responsabilidad, presiones y retos diversos.
Si bien la Escuela Judicial y el Consejo de la Judicatura ya trabajan juntos para mejorar las capacidades de los tribunales evaluadores que realizan las pruebas de conocimientos en la gran mayoría de los concursos para la carrera judicial, resultaba indispensable que para quienes van a ingresar a los puestos de base (Juez 1 Genérico) se evaluaran integralmente varias competencias y no solamente conocimientos. Posteriormente, un año entero de formación en la Escuela Judicial permitirá afianzar dichas competencias y dar al país juezas y jueces listos para ejercer su función de modo adecuado, recto y eficaz.
Prueba de selección. En la prueba realizada para seleccionar a las personas aspirantes del Programa de Formación Inicial para Aspirantes a la Judicatura (FIAJ), se aplicaron nueve exámenes distintos: conocimientos, creatividad, objetividad, inteligencia integradora, capacidad cognitiva, trabajo en equipo, inteligencia emocional, estilos de dirección y comunicación escrita.
No es falaz afirmar que el poco éxito en alguno de los ítemes no implica necesariamente la pérdida de la prueba. Tampoco que el mucho éxito en una o unas pocas no le permite a nadie su aprobación.
Además, los nueve exámenes realizados constituyen apenas un 40% del valor total de la prueba, ya que el 60% restante, se lo deben ganar las/los aspirantes en el FIAJ, un programa integral y riguroso, diseñado para superar muchas de las deficiencias congénitas en nuestra formación universitaria, relacionadas con el desarrollo de competencias profesionales. Ninguna persona, en los años de funcionamiento del sistema de carrera judicial, ha sido reclutada con tan complejos parámetros.
Se efectuó una curva, es verdad, pero ello únicamente para asegurarnos el retorno por la inversión que realiza la sociedad. Las personas que aprueben el FIAJ, no tengo duda, serán codiciadas por otros empleadores, públicos y privados, por lo que resultaba necesario establecer mecanismos para asegurar su permanencia en el Poder Judicial.
Si algo caracteriza los procesos de formación y capacitación de la Escuela Judicial es la búsqueda constante de la excelencia, la rigurosidad y seriedad de sus planes de estudio y de sus equipos de trabajo.
Sin duda alguna, el resultado de las pruebas de conocimientos es preocupante. Refleja, sin embargo, la realidad del sistema educativo nacional y del mercado laboral que, en todo caso, ya el Poder Judicial había detectado cuando diagnosticó la necesidad de un programa de formación inicial.
Nos ha obligado, de cara a la selección para la segunda promoción del FIAJ, a elaborar una estrategia de acercamiento a las universidades, para hacer atractivo el ingreso a Judicatura a las personas mejor calificadas, además de insistirles en la necesidad de replantear sus planes de estudio y métodos de enseñanza.
Esta es una primera experiencia del FIAJ, que sin duda será objeto de evaluación y mejora. La meta innegociable de todas las instancias involucradas: la Presidencia de la Corte, la Corte Plena, el Consejo de la Judicatura, el Departamento de Gestión Humana y, por supuesto, de la Escuela Judicial (su Consejo Directivo, su Dirección y su personal), es ofrecer a la sociedad costarricense mejores jueces y juezas, personas dotadas de los conocimientos, las aptitudes y actitudes propios de quien ejerce tan elevada función en un Estado de derecho.
Las personas seleccionadas han debido encarar con mucha seriedad el nuevo proceso de formación, dedicando un promedio de 12 horas diarias al estudio, la investigación y la resolución de casos.
A partir de mayo del 2011, deberán asistir a diversos despachos judiciales en todo el país para desarrollar proyectos de creciente complejidad. Esta, sin duda, será una generación pionera, que revolucionará para siempre la calidad de nuestro sistema de Administración de Justicia.