Pasar en hospitales ha sido una constante para Leonardo Incera González en sus 47 años de vida. Él nació con un daño en la aorta llamado estenosis; por eso, desde muy chiquito ha tenido que lidiar con visitas a médicos; primero, en el Hospital Nacional de Niños, y luego en el Calderón Guardia.
“Mi vida ha sido de cardiópata, con dos advertencias: evitar el ejercicio competitivo y cuidar la parte emocional para que esto no me mate”, cuenta este vecino de San Sebastián, en San José, parte del grupo que recibe apoyo de la Asociación Costarricense de Pacientes Cardiópatas Rehabilitados (Acocare).
El evento que lo metió de por vida en la rehabilitación cardíaca ocurrió en el 2012, cuando le confirmaron que la estenosis con la cual nació se había complicado. Le explicaron que la válvula aórtica se estrechó aún más y que el paso de la sangre amenazaba con interrumpirse para siempre y causarle una muerte súbita, a sus 38 años.
Esto explica su operación a corazón abierto, que se prolongó durante diez horas, el 16 de agosto del 2012.
Leonardo salió de ahí en coma. Lo que le cuentan es que los cirujanos lo tuvieron que revivir en una ocasión. Pasó 45 días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) más otros seis en hemodiálisis, porque quedó con una falla renal. Y de ahí, a recuperarse a la casa.
“No tuve rehabilitación cardíaca como tal. Nunca me hablaron de esto. No es habitual que los doctores enfoquen el ejercicio físico como una cuestión primaria para los pacientes cardiópatas.
“Pero yo, habituado a la actividad física, salí de ahí con la idea de que el corazón es un músculo y que, como tal, debe ejercitarse”, comentó.
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Dejó el hospital dando pasos cortos, apoyado en silla de ruedas y sosteniéndose de barandas. Al enterarse de su condición, en el trabajo comenzaron a buscarle un cambio de puesto.
El médico de empresa lo refirió al programa de rehabilitación cardíaca del Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), donde pasó varios meses trabajando en su recuperación. Y fue ahí también donde conoció la existencia de Acocare, el “brazo” que ayuda a pacientes de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) a seguir con este programa fuera de los hospitales.
“Me encontré con gente, muchísima, una cantidad abismal de infartados, llenos de stent (malla que se coloca en venas o arterias obstruidas), con secuelas de derrames cerebrales. Los menos, tenían problemas como yo”, recordó.
Ya pasaron nueve años desde ese momento. Leonardo Incera está en el grupo que se ha mantenido desde los inicios de Acocare, creada en el 2013. Asegura que estar ahí le ha evitado recaídas luego de la operación, y le ha permitido mantener su función cardíaca en rangos normales y un perfil lipídico (colesterol y triglicéridos) “perfecto”.
Con ellos, hace ejercicio tres veces a la semana y corre o trota distancias de 5 kilómetros.
“El programa me ha dado una secuencia de trabajo y me obliga a mejorar. Pero hay que devolver lo que dan con disciplina y sentido de propósito en la vida. El programa de Acocare no saca a nadie, nos salimos solos”, afirmó.
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Incera se refiere no solo a las sesiones de ejercicio controlado con apoyo de profesionales de diferentes disciplinas, desde médicos generales hasta especialistas en Fisiatría y Cardiología. También alude al acompañamiento 24/7 de terapeutas físicos, nutricionistas y psicólogos, solo por mencionar a algunos de una larga lista.
Quizá, por eso, una de las camisetas preferidas de Incera es una con esta leyenda: “Yo caminando, mi corazón corriendo”.
“Soy un rehabilitado cardíaco de por vida. Heroicamente, el programa de Acocare ha subsistido por gracia de Dios y por el voluntariado de muchos profesionales. Ojalá se expanda porque esto le puede dar a más la oportunidad de seguir viviendo”, sostuvo.