El instinto sabe cuando se está en casa. Naranquí algo sospechaba cuando escuchó el sonido del agua a lo lejos, el susurro del viento entre los árboles y el crujir de las hojas en el suelo.
Cierto, la hembra de manigordo de apenas un año estaba asustada y, cuando le abrieron la jaula transportadora, su primera reacción fue quedarse quieta y en alerta.
Con un leve movimiento, Marta Cordero -médica veterinaria del centro de rescate Las Pumas, ubicado en Cañas (Guanacaste)- le dio a entender que podía salir.
Al sentir el suelo del bosque en sus patas, Naranquí echó a correr hacia su libertad.
Este es el primero de tres felinos que el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y el centro de rescate Las Pumas liberarán este año.
Libre
En el caso de Naranquí, su salida ocurrió el pasado 22 de febrero en la finca Hacienda Montezuma, ubicada en Bijagua de Upala, en las faldas del volcán Tenorio.
Esta propiedad consta de 1.440 hectáreas, dedicando 800 de ellas a la conservación.
Su ecosistema de bosque secundario, de tipo premontano, funciona como área de amortiguamiento al Parque Nacional Volcán Tenorio. Por allí transitan otros manigordos e incluso pumas y jaguares. Esto gracias a la presencia de presas como guatusas y pizotes.
De hecho, semanas antes a la liberación, la bióloga Esther Pomareda y el guardaparques José Quirós estudiaron el sitio para evaluar si era óptimo.
Colocaron cámaras trampa para monitorear la presencia de presas como mamíferos pequeños, mapearon cursos de agua y cobertura forestal.
“Lo ideal es que el animal se libere en la misma área de conservación de donde provino, pero a veces eso no se puede por factores como distancia o porque no hay buena cobertura”, comentó Quirós, coordinador de Vida Silvestre del Área de Conservación Huetar Norte, de dónde proviene Naranquí.
Para darle seguimiento y ver cómo se adapta al ecosistema, los expertos colocaron ocho cámaras trampa distribuidas en 100 hectáreas. Están distanciadas una de otra por 500 metros, colocadas en dos filas.
Estas cámaras se activan con movimiento y capturan tanto fotografías como video. Se dejarán en el sitio unos seis meses como mínimo.
Quirós y Pomareda ya habían comprobado esta técnica con el caucel Niebla, liberado en las inmediaciones del Parque Nacional Volcán Arenal en el 2014, y tuvo buenos resultados.
Crías
Naranquí llegó a Las Pumas en agosto de 2016, proveniente de Guatuso y con apenas dos meses. Era una cachorra.
“En la reserva Maleku, una familia se la encontró en el río y escucharon unos perros de cacería. Al parecer, los perros seguían a la madre y la cría se quedó botada. Por miedo a dejarla ahí, la familia se la llevó consigo al palenque”, contó Pomareda.
En el 2016, este centro de rescate recibió 225 animales. El 50% de ellos ya fueron liberados, otros murieron en el proceso y el resto permanece en el centro de rescate recuperándose. Pero, el proceso con felinos es más complicado.
En total se recibieron siete felinos: dos cauceles, tres manigordos y dos yaguarundis. Todos cachorros.
“Lo que está pasando es que la gente se los está encontrando y se los llevan, creyendo que la mamá los abandonó y no necesariamente es así. Puede andar cazando o está descansando cerca. Hay que tener paciencia, no tocarlo y reportarlo a las autoridades de Sinac o llamar al 911”, recomendó Pomareda.
Según la bióloga, lo mejor es dejar el animal donde está, evaluar los peligros alrededor (proximidad de un incendio forestal o cazadores, por ejemplo) y volver a las dos o tres horas a ver si sigue ahí. Si es así, entonces sí es probable que la madre haya muerto y lo mejor es llamar a los guardaparques.
“Tampoco es recomendable estar yendo a cada rato al lugar, porque la presencia humana puede ahuyentar a la mamá”, dijo Pomareda.
En los próximos meses se liberará un caucel y otro manigordo.
Los que siguen
Cuando ingresa un felino al centro de rescate Las Pumas, lo primero que se hace es evaluar su estado de salud.
Posteriormente se ubica en el área de cuarentena. Allí, y si son crías como Naranquí, se les alimenta con leche.
Cuando gana tamaño y peso, el felino se traslada al área de preliberación donde ya puede comer carne. De hecho, se le dan roedores vivos para que aprenda a cazar.
En esta fase también es importante deshabituarle al ser humano. Por tal razón, el monitoreo del animal se hace con ayuda de cámaras.
En cuanto a los yaguarundis que ingresaron en el 2016, uno de ellos murió a los días de haber ingresado. Esto debido al deplorable estado de salud en que se encontraba.
El otro, rescatado durante un incendio forestal y bautizado como Pin, fue liberado en noviembre del 2016.
Actualmente, en preliberación, se halla un caucel y dos manigordos. “Uno de los manigordos, que es hembra, está en la última etapa de crianza y rehabilitación. Esperamos liberarla en las próximas semanas”, aseguró Cordero.
Después de ese manigordo, el que seguirá será el caucel. Su liberación se prevé para dentro de dos meses.
“Todo dependerá de su efectividad para cazar y su interacción con la gente. Lo que se busca es que sea un tanto arisco con el ser humano. La clave para saber que un felino está listo radica en su independencia”, explicó Cordero.
Otros dos manigordos, dos hembras que ingresaron este año, están en cuarentena y, en un mes, se trasladarán a los recintos de preliberación para prepararlas.
La estadía en preliberación la determina cada animal, dependiendo de la conducta. Por lo general, esa etapa puede demorar entre 10 meses y un año.