El científico del Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Costa Rica (Ovsicori) Javier Pacheco, alertó la noche de este martes sobre un aumento de las señales sísmicas en el volcán Turrialba, similares a las que generaron la erución del viernes pasado.
Pacheco afirmó, vía telefónica, que desde las 7:08 p. m. hasta las 9:38 p. m. persistía el trémor continuo y sostenido.
Añadió que en caso de seguir esa actividad en las siguientes horas podría darse una nueva erupción.
Por su parte, vulcanólogos de la Red Sismológica Nacional (RSN) confirmaron que la erupción del viernes pasado del volcán Turrialba lanzó piedras de hasta 1 metro de diámetro y capas de ceniza que quedaron cerca del coloso.
Así lo confirmó el vulcanólogo de la RSN, Raúl Mora, quien afirmó que otra parte de material se depositó entre La Silvia y La Picada -al oeste del cráter- pero no llegó más allá de esos linderos gracias a la acción de las lluvias y el poco viento al momento de la erupción.
Esta situación no permitió que el polvo de ceniza llegara de manera abundante al Valle Central aunque la RSN tuvo reportes el viernes de caída de ceniza en Sabanilla de Montes de Oca, Concepción de Tres Ríos y Tierra Blanca de Cartago.
La inspección fue realizada ayer por especialistas de la Red y los datos fueron dados a conocer hoy martes 20 de octubre.
Piedras de un metro. Algunas rocas que la RSN observó en la cámara tienen más de un metro de diámetro y se trata de piedras que no se encontraban en una inspección realizada 24 horas antes de la erupción.
Según el informe, las paredes del camino que va hacia La Picada se encuentran tapizadas de ceniza por el evento eruptivo que ocurrió el viernes 16 a las 5:49 p. m. y estuvo precedido por una serie de sismos pequeños. Los espesores de ceniza en las paredes verticales varían desde pocos milímetros hasta cuatro centímetros.
La quebrada Paredes -que está entre La Silvia y La Picada- quedó tapizada en partes por la ceniza con agua, lo que los expertos consideran una situación poco común en relación con erupciones anteriores.
Antiguos surcos entre el cráter central y el cráter activo quedaron completamente cubiertos con espesores que pueden alcanzar hasta 40 centímetos y en las partes planas las capas de ceniza en el suelo varían entre 5 y 10 centímetros.
En otras partes cercanas, como el cerro San Carlos, es evidente como la acción de la erupción y posiblemente pequeños flujos piroclásticos "tapizaron" las paredes de ceniza con agua.
Erosión podría unir dos cráteres. Actualmente el interior de los cráteres del Turrialba así como la ladera oeste y suroeste se encuentran bastante impermeabilizadas, por lo que el agua difícilmente se infiltra y se formaron varios lagos.
Raúl Mora explicó que las lluvias en la zona, las erupciones y la actividad sísmica inciden sobre las empinadas paredes de los cráteres que están débiles a raíz del flujo de gases ácidos a temperaturas altísimas.
"En ocasiones los guardaparques ven que la pluma blanca formada principalmente por vapor de agua se torna grisácea y se debe a los deslizamientos de las paredes internas. Al caer al cráter se levanta el material en forma de ceniza aunque no se esté registrando una erupción", acotó.
Todo eso hace que a futuro la distancia que actualmente está entre los 100 y 150 metros entre el cráter activo y el cráter central vaya disminuyendo, y no se descarta que algún día los dos cráteres queden unidos, informó Mora.
El cráter central también mantiene una actividad de fumarolas y temperaturas entre los 70 y 80 grados Celsius, muy diferente a los 400 grados Celsius que detectaron los vulcanólogos el día antes de la erupción en el cráter activo.
Los expertos estiman que esas diferencias de actividad sugieren que los sistemas de los dos cráteres son independientes.
Mora llamó la atención para que en estas últimas semanas de la temporada lluviosa en el Valle Central, los vecinos de pueblos cercanos al volcán sigan atentos al nivel del cauce en las quebradas, ya que el polvo de ceniza impermeabiliza las laderas y cuando llueve el agua corre más rápido porque no se infiltra.
"La escorrentía aumenta y fluye de una manera que no es natural. Además puede arrastrar los troncos muertos y cenizas en lo que se llama una palizada", afirmó.
Recordó que muchos dueños de ganado atraviesan quebradas para movilizar el hato hacia los pastos, por lo que deben tener cuidado.
Nota del editor: Información actualizada a las 10 p. m.