Laura Astorga Monestel no es aún hoy, domingo, uno (o una) de los más creativos dibujantes de Costa Rica; mas, al paso que va, lo será pronto: este lunes o cualquier día de la próxima semana. Esta sorprendente artista demuestra quién es con la animalística –sobre todo, humana– de su primera exhibición individual.
Astorga ofrece la exposición Líneas incisivas en el Centro del Patrimonio, dentro del Festival Internacional de las Artes. Se incluyen 67 dibujos de pequeño formato hechos con pluma y tinta china, y con algunos toques de color.
Pocos trabajos se basaron en bocetos a lápiz. Las más de las veces, Laura improvisa: deja que la lleve su mano izquierda hacia metamorfosis imprevistas. “El dibujo fue saliendo”, refiere Astorga. Hay cierto dadaísmo en el método de estos dibujos de escritura automática, y algo también del expresionismo alemán, satírico y censorio.
Máscaras reveladoras. “Mientras estudiaba en Artes Plásticas en la UCR me interesé más por el dibujo que por la pintura”, indica Laura.
La exposición empieza con dibujos de animales tan expresivos que solo les falta hablar. Empero, ya se asoman giros extraños: cuerpos que se deforman, colas que no deben estar allí, rostros contaminados de incertidumbre, y cuerpos de zoología fantástica (como un ciervo de tres patas traseras y un mono que resulta ser el Dios B).
Un cerdo doliente se titula Cha cha cha (de “chancho”), y él está a punto de ser sacrificado/asesinado con un cuchillo, como en un poema de Miguel Hernández (“Un carnívoro cuchillo / de ala dulce y homicida / sostiene un vuelo y un brillo / alrededor de mi vida”).
Tripitas es un hombre que abre el universo de sus comidas: él, solo, es una sociedad de consumo.
Algunos dibujos satirizan la falsa santidad (¡Sal de ahí, Satanás!), mientras otras piezas acusan a la explotación del trabajo, como Matiel (niño makila) , prisionero en una caja de regalo.
“Aunque improviso, otras veces, en los dibujos más críticos, sí cocino una idea. Las interpretaciones que suscitan pueden ser muchas, y esto me encanta”, confiesa Laura Astorga Monestel.
Un caballo lleva una máscara: un recuerdo de la Primera Guerra Mundial. Cuando se lanzaban gases venenosos a las trincheras, los soldados llevaban máscaras, y los caballos morían intoxicados. El antifaz reaparece en otros dibujos. ¿Por qué? “Todos llevamos máscaras cuando nos vemos unos a otros”, asegura la artista.
Coincidencias. Posibles efectos de un puesto políticamente agradable es la caricatura (o sea, el retrato) de un oportunista, un político, un hombre- lobby que va a lo suyo (es decir, a lo nuestro). Votaríamos por él siempre que no haya elecciones.
En otros dibujos, la corbata rayada aparece como símbolo de una cultura formalista e insensible.
Laura manifiesta su afición por Georg Grosz, el dibujante que satirizó vicios y parásitos de la iridiscente y peligrosa Alemania de los años 20, prenazista.
Según la historiadora del arte María Alejandra Triana Cambronero, curadora de la exposición, Laura coincide en intenciones críticas y en estilo con el celebrado artista Arnoldo Rodríguez Amaya (Guatemala, 1944), quien también urde figuras humano-zoomorfas. “Me encanta: es un genio”, expresa Laura Astorga.
“Influencia” sería afirmar demasiado pues Astorga ya había desarrollado su propio estilo cuando conoció la obra de Rodríguez Amaya gracias a un libro de este que le prestó el artista Eduardo Torijano.
Triana recuerda que el dibujo cobró auge en Hispanoamérica en los años 70 y 80, cuando en Costa Rica lo cultivaban José Miguel Rojas, Carlos Barboza y Carlos Poveda, entre otros artistas. Todos frecuentaban la deformación de la figura humana. “Laura recupera esos antecedentes”, añade la curadora.
Podríamos anotar cierto parentesco de Laura con algunas obras críticas del maestro grabador Ólger Arias. En el juego de emplear una línea continua para transformar seres, Astorga hace recordar el ingenio del artista costarricense Ricardo Ulloa Garay.
Biografía sincera. Algunas piezas exhiben colores, mas, para la artista, no contienen una intención especial. Aun así, en la segunda pieza de Sin título 1 , un crayón rojo grita la sangre que sale de un brazo.
Esta inquietante exposición termina en dibujos de animales, de modo que traza un círculo imaginario con el comienzo.
La artista confiesa: “Me gusta dibujar. Lo hago por eso y porque disfruto hablar así. Una biografía sería algo muy sintético, pero unos dibujos juntos, diferentes todos, parecidos todos, es la biografía más sincera que quisiera enseñar: siempre estará en expansión. Siempre hay tanto que decir…”.
Laura Astorga trabaja como muralista y como ilustradora de libros. Ahora hace imágenes para un texto de aprendizaje del piano destinado a la enseñanza en niños.
La creadora ofrecerá otra exposición de dibujos en la galería Central (San José) en junio próximo junto con los artistas Diego Fournier y Fabián Monge.
Líneas incisivas se ofrece de lunes a viernes de 9 a. m. a 5 p. m. hasta el viernes 11 de abril en el Centro del Patrimonio, en la avenida Central de San José, frente a la Librería Lehmann. Teléfono 2010-7400.
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Cierto aire de familia.
El humor gráfico -y su visión crítica de la sociedad- encontró grandes exponentes en la América Latina del siglo XIX. Entre ellos sobresale el mexicano José Guadalupe Posada.
En Costa Rica, algunos de los dibujos realizados por José María Figueroa en la segunda mitad del siglo XIX son también ejemplos valiosos. En varios de ellos, Figueroa caricaturizó a distintos personajes de la sociedad contemporánea al representarlos con cualidades de animales.
La sátira visual continuó proliferando a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, el movimiento denominado Neofiguración tomó un giro hacia la gráfica humorística y grotesca en algunas regiones de Latinoamérica. Así, en los años 60 y 70, algunos artistas -como Arnoldo Ramírez Amaya- desarrollaron estilos de dibujo sumamente personales para criticar ingeniosa y mordazmente las situaciones sociales de las que eran testigos.
En la actualidad el dibujo satírico no ha perdido vigencia y es una de las múltiples modalidades de expresión del arte contemporáneo.
María Alejandra Triana Cambronero, historiadora del arte.