París. AFP. “Pensaba que iba acabar loco”, contó ayer José Salvador Alvarenga, el salvadoreño que salió a pescar tiburones en la costa mexicana del Pacífico en diciembre del 2012 y apareció el pasado jueves en las Islas Marshall –Pacífico sur– tras haber sobrevivido, según relata, comiendo pájaros y tortugas.
El pescador, con una tupida barba pelirroja, aseguró haber zarpado el 21 de diciembre del 2012 del puerto de Paredón (cerca de Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas) en una embarcación bautizada Camaronera de la Costa, “una lancha muy pequeña”, junto a un compañero llamado Ezequiel.
La Chancha, apodo con que lo conocían en México, fue reconocido el lunes por los pescadores que trabajaban con él en el municipio de Pijijiapan, Chiapas. “Es él, la Chancha; no podemos equivocarnos”, dijo Jorge Rodríguez, uno de los hijos de Guillermo Rodríguez Solís, el patrón de Alvarenga.
Sus compañeros aseguran incluso que salió a pescar en noviembre del 2012, y no en diciembre.
Incluso, un portavoz de Protección Civil de Chiapas dijo que las autoridades enviaron un avión en busca de Alvarenga y el joven, que identificó como Ezequiel Cordoba Barradas. “Fueron dos días de búsqueda” infructuosa, dijo.
Para José Salvador y Ezequiel la jornada de faena, por la que iban a cobrar unos $110, se complicó cuando empezó a soplar el norte, un viento muy fuerte.
A 70 kilómetros de la costa y sin motor, empezaron a ir a la deriva, relata Alvarenga, de 37 años. Su compañero, de 15 o 16 años , murió a los cuatro meses, de “sed y de hambre”, porque vomitaba y era incapaz de alimentarse de animales crudos. “Aguantó cuatro meses. Pero después me quedé yo solo. ‘Dios mío, ¿cuándo voy a salir, cuándo me vas a llevar?’ pensaba”.
Empezó entonces un periplo de más de un año en el que sobrevivió comiendo pescado “cuando había” y bebiendo agua de lluvia o su propia orina. “Me levantaba esperando patos, pájaros que vinieran a mi lancha. Los pajaritos empezaban a rascar, los agarraba y me los comía”, dice haciendo largas pausas, como si le costara recordar.
También se alimentaba de tortugas que se acercaban a la lancha. “Pensaba que iba acabar loco, que no iba a conocer la gente, pensaba yo. Miraba a mi papá, miraba a mi mamá, miraba a mis hermanas, pero eran imaginaciones”, explica.
Su fe en Dios lo mantuvo vivo, asegura, aunque también pensó en el suicidio. “No pensaba en morirme, pensaba que iba a salir, fuerte. Pero en dos ocasiones me quise matar, agarraba el cuchillo cuando no había agua ni comida”, recuerda.
Expertos perplejos. Su historia deja muchas preguntas, empezando por la de su supervivencia durante por lo menos 13 meses en condiciones extremas, y siguiendo por su aspecto físico relativamente saludable al ser rescatado.
Para pescadores del puerto mexicano de Paredón, que conocen numerosas historias de naufragios, nadie puede sobrevivir 13 meses en altamar. “Estamos sorprendidos, pero ahora que lo veo en la televisión no hay duda alguna, es él”, dijo William Uscanga, pescador.
La sorpresa de los compañeros de Alvarenga es compartida por diversos especialistas. “Hay gente que sobrevivió mucho tiempo en botes salvavidas, pero nunca un hombre resistió tanto tiempo. Si su relato es verdadero, se trataría de un caso excepcional”, declaró Hilmar Snorrason, presidente de la IASST, una asociación para la seguridad y la supervivencia basada en Southampton, Reino Unido.
Jean Yves Chauve, médico francés de competencias en altamar, se manifestó “más bien escéptico respecto a esta historia, por su duración”. “La alimentación que recibió, pescados, pájaros de mar, solo comprende proteínas, útiles para la estructura muscular, pero no para el funcionamiento del cuerpo humano, que requiere glúcidos. Sin azúcar, el cuerpo, en primer lugar las neuronas, no funciona”, explicó el experto.
Más rara aún, agregó Chauve, es “su carencia de vitamina C, que solo puede encontrarse en frutas y verduras, un gran factor de mortalidad en el mar en la época de Cristóbal Colón. Debería haber presentado signos de falta de esa vitamina, como ausencia de dientes, sangrado en encías, agotamiento corporal, y no es el caso”.
Lo que a Chauve no sorprende es que en su peripecia Alvarenga no se haya cruzado con ningún barco en el Pacífico, “donde la circulación de embarcaciones es mucho menor que en el Atlántico”.
Sin embargo, existen precedentes, como el de tres pescadores que en 2005 fueron rescatados en las Islas Marshall, nueve meses después de perderse en la costa mexicana.
Conmoción familiar. Mientras, en la casa de su familia en Palmera Garita –a 102 km de San Salvador, había algarabía . “¡Es un milagro!”, exclamó, entre sollozos, María Julia Alvarenga (54), madre del náufrago, quien vive con su esposo, Ricardo Orellana . “Dios ha sido misericorde con la vida de mi hijo; yo no me cansaba de pensar que él un día iba a volver”, dijo.
“Nos hemos vuelto famosos en todo el mundo por este milagro”, comentó Ricardo, mientras recordaba a su hijo, que se marchó hace 15 años a México para trabajar con una compañía pesquera.
La Cancillería salvadoreña trabaja con el Gobierno de México en las labores de repatriación.
"Hay gente que sobrevivió mucho tiempo. El propio Alain Bombard, biólogo francés que cruzó el Atlántico a bordo de un bote inflable, demostró que se puede sobrevivir mucho tiempo en el mar, pero en las condiciones de temperatura existentes en esa zona tropical, donde se transpira mucho y con vientos muy débiles, resulta asombroso", dijo el experto.A Chauve no le asombra sin embargo que el pescador no se haya cruzado con ningún barco en el Pacífico, "donde la circulación de naves es mucho menos intensa que en el Atlántico".Pero Snorrason dijo estar asombrado de que el náufrago no se haya topado con condiciones climáticas más adversas en un año, en esta zona del Pacífico "en la que no solo hay buen tiempo", o que haya conservado "una noción tan precisa del tiempo que pasa".