Recital. Concierto. Baile. Humillación. Sobran palabras para describir lo hecho ayer por el Barcelona en el Bernabéu.
Cada gol fue una obra de arte, un tributo al fútbol, incluido un recuento de 36 pases en la jugada de la primera anotación del pistolero, Luis Suárez.
El cuadro culé destrozó al Real Madrid, al que dejó sumido en una profunda crisis tras un desastroso partido del equipo del técnico Rafael Benítez, con Keylor Navas en el arco.
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Los azulgranas fueron claros dominadores, con mejor posesión, un juego lúcido, de fineza, de magia, con mucho más orden entre sus líneas que los locales y una efectividad de lujo a la hora de atacar, que les permitió endosarle cuatro dianas a su archirrival, en una noche de ensueño para todo el barcelonismo.
Fueron 90 minutos de perfección para el Barcelona, tiempo de sobra para dejar en el completo ridículo al cuadro madridista, en su propia casa.
Con Keylor o no, probablemente el escandaloso resultado de ayer, hoy sería el mismo. Realmente el guardameta no tuvo nada que hacer en las cuatro conquistas; bueno, quizás en la primera, pues le faltó un poco de reacción ante el remate de derecha del atacante charrúa.
De igual forma, en el 0-2 poco pudo hacer frente a Neymar.
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El brasileño fue una auténtica pesadilla para Danilo durante todo el encuentro y tras recibir un perfecto pase de Andrés Iniesta, tocó suave de izquierda para superar al meta tico.
Navas es solo un damnificado más de una defensa endeble, frágil ante un tridente de miedo como Neymar, Suárez y Messi.
¡Y vale más que el argentino ingresó como variante!
El Real lució perdido, nunca se encontró en el campo, realizó su peor juego de la temporada al punto de que Navas, quien venía surgiendo como héroe, ayer se vio como un mortal más e impotente ante el trallazo de Andrés Iniesta en el tercer gol o en el mano a mano que tuvo con Suárez en el 0 a 4 que culminó la paliza.
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Los merengues, sin Casemiro en labores de recuperación, recurrieron a Modric y Kroos en la mediacancha, acompañados por un James que nunca brilló.
Ramos fue incapaz de detener a Sergi Roberto, mucho más a un Neymar que cada vez que puede derrocha calidad y se luce en las máximas citas.
El Barcelona se adueñó de las acciones con el fútbol de toque, mientras los locales no encontraron respuestas y su principal arma, Cristiano Ronaldo, se mostró más apagado que nunca y, cuando pudo anotar, fue el chileno Claudio Bravo quien le dijo no.
El delantero portugués salió silbado del escenario blanco, con una afición decepcionada que hasta pidió, con pañuelos en mano y gritos, la dimisión del presidente Florentino Pérez.
En la segunda mitad, es claro que el equipo de Luis Enrique bajó el ritmo, sobre todo después del cuarto gol. Con Messi en cancha, se dedicó a neutralizar las acciones, enfriar el partido y esperar nada más el pitazo final.
El Madrid salió vapuleado y con un concierto de silbidos ante la hermosa sinfonía catalana.