En la antigua capilla del Colegio Calasanz, que ahora habita el Teatro Universitario, nada es sagrado. Desde sus inicios, en 1950, la institución teatral más antigua de Costa Rica insiste en romper, estirar, hurgar y probar. Fallido o exitoso, el teatro que se sueña adentro quiere renovar el arte: es un laboratorio.
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Para celebrar sus 65 años, el Teatro Universitario ha preparado una temporada que incluye a El proceso , desde esta semana en el Teatro de la Aduana. También están en agenda los montajes A la hora del crepúsculo ( en abril ) y Baby boom en el paraíso (noviembre), así como las usuales temporadas de proyectos de egresados y estudiantes.
Fundado en 1950 con apoyo de Rodrigo Facio, contó la regencia inicial de un grupo de actores españoles. Luego lo tomó Lucio Ranucci y conformó un grupo estable de actores. Algunos directores fueron Daniel Gallegos, Juan Katevas y Stoyan Vladich, entre otros ilustres artistas del teatro tico.
Al fundarse la Escuela de Artes Dramáticas, a fines de los años 60, se unió a ella; luego, pasó a otra instancia universitaria y, finalmente, a fines de los años 80, volvió a unirse a la escuela.
Formación. Cuando ocurrió aquel cambio, quienes lo vivieron postularon al T. U. como un teatro “profesional, experimental y laboratorio que esté buscando siempre nuevas y diferentes formas expresivas”, según Manuel Ruiz, quien lo dirige desde el 2009.
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Este ente de la Universidad de Costa Rica estrecha sus lazos con la Escuela de Artes Dramáticas. “Da el elemento práctico, profesional, en un espacio protegido para los trabajos de inicio de la gente joven”, explica María Bonilla, directora del 2005 al 2009.
“Una escuela sin teatro sería como escuela de medicina sin clínicas donde poder practicar. Se necesita esa experiencia de los montajes y el contacto con el público”, señala José Enrique Garnier, director de 1996 al 2001.
Garnier destaca también la vinculación internacional del teatro con una red de teatros universitarios en América y Europa. En los años 90, el T.U. visitó países como Estados Unidos, Polonia, Italia, Grecia y otros en Latinoamérica. La celebración de los primeros 50 años se realizó en Bélgica.
Ello le ha permitido consolidarse como espacio de indagación en lenguajes escénicos. “Es muy importante porque el trabajo de experimentación es de alto riesgo. Un empresario, o la propia Compañía Nacional de Teatro, no siempre pueden dar ese espacio dentro de sus programaciones”, acota Bonilla.
Hoy, realiza una decena de montajes al año, con diferentes formatos de producción. Cuenta con un presupuesto reducido (unos ¢14 millones) que les impide realizar giras y conservar las obras más tiempo en escena. También requieren mayor espacio para trabajar y salas que les permitan presentan su trabajo.
“¿Qué otra cosa falta? Moverse de aquí, salir”, dice Ruiz, para quien el presupuesto restringe esta posibilidad de extenderse. Con las obras más tiempo en cartelera y más escenarios, podría afrontar otro reto: consolidar un público estable que les permita obtener más recursos.
No obstante, lo que tiene le basta para ser el sitio donde uno sabe que hallará una ventana abierta a lo que es y podría ser el teatro: cambio y energía.