Pierdo el interés en cuestión de minutos. Me aburro fácilmente en los espectáculos en vivo y no logro ver una película que dure más de hora y media. Soy muy disperso y me cuesta enfocarme. Ya es parte de mi personalidad y, créanme, trato de educarla todos los días (si es que se puede).
Por eso, cuando me propusieron ir a ver el espectáculo de Blue Man Group, en Universal Studios, en Orlando (Florida), titubeé un poco antes de aceptar. Al final accedí: sería un reto si lograba escribir y contar lo que presencié.
La experiencia, y se los adelanto desde ya, es única, divertida y muy lúdica. Nunca había visto algo igual, y me impresionó presenciar un show que, para mí, no tiene ni pies de cabeza, pero es buenísimo: no es teatro, no es mimo, no es música y no es danza… pero sí es todo eso revuelto y más.
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No haré una crónica del espectáculo que se presentará a partir mañana en el Parque Viva, no me interesa ser un aguafiestas; no obstante, sí quería compartir las sensaciones que se experimentan al lidiar por casi dos horas con esos hombrecitos azules y toda su maquinaria tecnológica.
Qué miedo. ¡Sí señores! Lo primero que sentí fue algo de temor al verlos en vivo y a todo color (dominantemente azul) en el escenario. Es que parecen extraterrestres y, como no tienen ningún tipo de expresión, se vuelven intimidantes.
Quizá por eso, y porque saben que pueden generar desconfianza en la primera impresión, sus números iniciales son mucho más lúdicos y sin tanta interacción con el público.
En los primeros minutos del show , estos tres tipos azules logran una mágica combinación de música con pintura, al utilizar instrumentos jamás vistos (al menos para mí), construidos con materiales que parecen sacados del basurero de una ferretería.
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Es imposible que las pupilas no se dilaten al ver a estos seres azules, sin pelo ni orejas, tocando unos instrumentos rarísimos, mientras se pringan con pintura fosforescente. Se los aseguro, uno queda hipnotizado y cautivado de tanto color, movimiento y sonido.
A partir de ahí, unas grandes pantallas, la osadía de los chicos azules y la música lo invitan a reflexionar sobre cómo la tecnología ha cambiado la forma de vivir e interactuar del ser humano. Las carcajadas están a la orden del momento.
Para entonces, el miedo se transforma en curiosidad y empieza uno a sentir unas ganas de ver qué más esconden en el escenario los blue man , tras esos rostros inexpresivos. Y más vale que les pierda el miedo porque podría tenerlos frente a frente, como me pasó a mí.
Qué risa. Ahora sí viene lo más interesante… en realidad, la primera hora del espectáculo estuvo buenísima. Cuando digo interesante, me refiero a que empieza la interacción con el público y eso le da otra dimensión a este show .
Poco a poco, el grupo musical que acompaña a Blue Man Group empieza a ganar protagonismo. Instalados en dos gigantes cubos transparentes arriba del escenario, los artistas parecen esqueletos vivientes (y fosforescentes) que con su música logran amarrar toda esta experiencia sensorial.
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Ellos se vuelven cómplices de las travesuras que hacen en el escenario estos tres hombrecitos, más aún cuando los azules caminan entre el público y hasta encima de las butacas.
No les puedo explicar lo que se siente cuando uno de estos seres se le queda mirando a uno fijamente; me pasó y la curiosidad se convirtió de nuevo en miedo porque presentía que algo me iba a pasar y ¡tenía toda razón! Cuando me di cuenta un blue man me agarró de la mano para ser parte del espectáculo.
De esta escena, solo les voy a adelantar una cosa: de puritica casualidad (y porque elegí sentarme al costado en una de las filas del medio) fui el primero de tres personas que ellos eligieron para interactuar en el show .
El número de “invitados” varía de acuerdo a la reacción del público y, en este caso, me convertí en el chico Toblerone (marca de chocolate). Sí les puedo decir que me divertí mucho y, además, descubrí que tengo muy buena puntería.
El segundo espectador asistió a una curiosa y divertida cena, y el tercero fue utilizado como un pincel gigante.
Además, en esta parte del espectáculo, entenderán por qué las primeras filas necesitan una capa plástica para protegerse; sentarse ahí queda bajo su propio riesgo. Hay guerra de gelatina, pintura y chocolates. Ya entenderán a qué me refiero.
Qué emoción. Ahora sí llega lo mejor… y con lo mejor me refiero a la parte más movida y electrónica de todo el espectáculo. Una vez que los blue man logran que toda la audiencia entre en calor, la energía es imparable.
En este espacio, los espectadores son parte del show y, gracias al juego de luces, la música, la interacción con los azulitos y unas grandes sorpresas circulares, es imposible quedarse sentado en las butacas.
Con un sencillo movimiento de caderas y un beat pegajoso, todo el público se pone de pie para bailar como un desquiciado; cada uno deja de lado todas sus inhibiciones y disfruta del momento.
Algunos pegaban brincos, otros gritaban y todos movían la cadera (yo hacía las tres cosas). Las sensaciones son embestidas por una carga de adrenalina que pocas veces he sentido en una presentación. Precisamente, en ese momento, es cuando todo a nuestro alrededor se olvida y uno se deja llevar por la emoción del momento.
Ya para ese instante es difícil aceptar que el espectáculo está por terminar. Queda uno con ganas de más fiesta y, quizá, por eso, los invito para que sigan la celebración la noche que vaya a ver al Blue Man Group. ¡Ya irán bien inyectados!
¡Ah! Una última advertencia: trate de llegar temprano y organizarse bien en medio de las presas josefinas; los blue man no perdonan a quienes llegan tarde a su espectáculo.