Esperando a Godot es, quizás, la pieza de teatro más influyente del siglo veinte. Desde su estreno no ha dejado de representarse en todas partes del mundo. Sin duda, hay un antes y un después desde el primer montaje de esta obra.
En noviembre de 1950, luego de recorrer un sinfín de editoriales, la infatigable compañera de Samuel Beckett, Suzanne Deschevaux-Dumesnil consigue que el director de Les Éditions de Minuit, Jerome Lindon, decida publicar la novela Molloy.
Lindon envió el contrato a Beckett para que lo firmara. Un día, este apareció en las oficinas de Minuit con el contrato firmado y muy triste. Lindon le preguntó si no estaba de acuerdo con los términos, y Beckett contestó que estaban muy bien, pero que sentía que la publicación de esa novela, desde el punto de vista comercial, lo llevaría a la ruina; pero Lindon, con gran sensibilidad y discernimiento artístico, la publicó. Hoy es uno los libros más vendidos de la editorial.
El director de teatro Roger Blin desempeñaría el mismo papel en el nacimiento de Samuel Beckett como dramaturgo universal al poner en escena Esperando a Godot el 5 de enero de 1953 en el teatro Babilonia en París.
Ni el director, ni los actores, ni el autor esperaron jamás el éxito que tendría la obra, las controversias que iba a suscitar ni la enorme influencia que ejercería en el teatro contemporáneo, al extremo que un director tan influyente como Peter Hall dijera: “Beckett ha cambiado nuestra manera de actuar, de escribir y de dirigir teatro”.
Esperando a Godot es sencillamente la historia de una espera. Mientras Didi y Gogo esperan a Godot, tienen que matar el tiempo haciendo algo, y ese algo que hacen es lo que estructura la pieza. Así de simple. ¿Simple? Cada uno de los espectadores sacará sus propias conclusiones y se verá, de un modo u otro, representado en los personajes, actuando de una manera similar a ellos.
Los protagonistas se arropan en hábitos y rutinas insignificantes para no pensar y para protegerse así de los aspectos más dolorosos de la vida, prefiriendo el aburrimiento del vivir al dolor de existir; pero, eso sí –y esto es sumamente importante–, Beckett crea un mundo cerrado y autorreferencial, cargado de un cáustico sentido del humor y de una penetrante ironía.
El Grupo Crono. Durante la temporada teatral del 2013, después de muchos años, Rodrigo Durán Bunster, Óscar Castillo y yo coincidimos en el montaje de El rey Lear. No solo disfrutamos esta hermosa experiencia, sino que, en conversaciones de camerino –uno de los placeres más gratos que ofrece el teatro– recordamos vivencias compartidas y también nos atrevimos a soñar proyectos conjuntos.
A los tres nos gustaría que la muerte nos agarrase viviendo. Surgió la idea de conformar el grupo de teatro Crono y montar buenos textos que nos dijeran algo de lo mucho que nos inquieta en esta etapa de la vida, sobre la sociedad, el arte, el individuo…
No resultó difícil que Esperando a Godot surgiese como posibilidad y se impusiera como realidad. Hay un aspecto que influyó mucho en esta decisión: nuestra edad. Además de todo lo dicho anteriormente sobre la obra, este factor fue determinante.
Mucha gente joven de teatro adora esta obra y no son pocas las puestas con gente de edad temprana. Eso está bien, pero me parece que Beckett pensó siempre en actores maduros –aún más, viejos– para los personajes protagónicos. No se trata de años más o años menos: es una cuestión vivencial. Godot es una metáfora de la condición humana en el momento otoñal de la existencia.
Como director, para mí ha sido un placer discutir el fondo y la forma de la puesta con los actores y constatar los canales abiertos y profundos que aparecían en la comunicación.
Encontré madurez artística y vital, pero no solo en el plano intelectual, sino, para mí, lo más importante: a nivel de vísceras porque quería un espectáculo vital, terrenal, lúdico y al mismo tiempo digno de la profundidad temática y poética de la obra.
Como contraparte –porque la vida es multilateralidad–, tres talentosos actores jóvenes: Pablo Morales, Viviana Porras y Eu Fajardo, enriquecen la puesta con su entusiasmo.
Presencias vivas. En la nueva era de la información, es incalculable el número de puestas de Esperando a Godot que se pueden consultar o fisgonear: hay para todos los gustos; pero, claro, no es teatro: el teatro reclama la presencia viva del actor y del público.
Yo personalmente guardo un bello recuerdo de dos montajes que vi: uno en Europa y otro en Costa Rica. Naturalmente, me refiero al trabajo de Alfredo Catania de principios de los años ochenta en su Teatro Carpa, no solo porque fue un suceso artístico, sino también porque abrió nuevas perspectivas a toda una generación inquieta y cuestionadora.
Ese recuerdo fue un motivo más para montar la obra. Pato Catania nos ha dejado hace muy poco, y resultaba inevitable no tenerlo presente durante el proceso. A él dedicamos este montaje: al colega, al maestro, al artista, pero, sobre todo, al compañero de tantas luchas por el desarrollo y la excelencia del teatro costarricense.
Cuando se tiene entre manos un texto teatral tan contundente como Godot, se asume una responsabilidad muy grande, no se puede defraudar. Aunque cualquier empresa artística es un riesgo, es indispensable trabajar con gran seriedad y profesionalismo. Yo creo que así lo hemos hecho –como cuando fundamos el Grupo Crono– porque compartimos algunos preceptos básicos.
El teatro es un acontecimiento de convivencia artística. Creemos que la matriz de cualquier espectáculo teatral la definen la presencia viva del actor y la del público en convivencia, y que ambos crean el acontecimiento artístico que es el teatro: efímero porque este arte no admite ningún tipo de intermediación tecnológica, y solo depende del cuerpo vivo del actor-personaje para consumar el hecho. Todo lo demás es artilugio. Con Beckett, esos principios tienen gran relevancia. El espacio está desnudo y la acción se basta a sí misma.
Cuando empecé la puesta, oía música por todas partes; pero, conforme avanzaba, se me volvió innecesaria, y, por último, la eliminé del todo. Menos es más: esta es la clave.
El autor de este artículo dirige la puesta de ‘Esperando a Godot’. La obra se presentará en el Teatro Nacional el viernes 22 a las 8 p. m., y el domingo 24 a las 5 p. m. Las entradas están a la venta en la boletería del teatro, disponibles para compra física o por Internet: www.teatronacional.go.cr/boleteria/ Teléfono 2010-1111.