Este lunes, el panorama en Upala fue muy distinto al de aquel 25 de noviembre por la mañana, un día después de que el cantón fuera arrasado por el huracán Otto. Hoy, unos 640 niños inician el curso lectivo en la nueva escuela Teodoro Picado, y con ello, reconstruyen la ilusión de un año mejor.
Una de las alumnas es Génesis Sequeira, de nueve años, quien ingresa a tercer grado. Tanto ella como su madre, María Cerna, se levantaron bien tempraño con ansias de llegar pronto al renovado centro educativo.
Las nuevas instalaciones se inaugurarían hasta el 2018, pero la emergencia de Otto apuró la construcción.
De hecho, las obras aun no concluyen. Por más que las autoridades educativas corrieron para tener todo listo para este lunes, la escuela todavía está en obras; falta colocar una malla perimetral, así como 80 pupitres para los niños de preescolar.
Según el director del centro educativo, Armando Jiménez, la edificación costó ¢682 millones.
José Manuel Calderón García también se preparó con tiempo. Desde la noche del domingo tenía listo en la cama de sus papás, instalada por emergencia en la sala de su casa, el uniforme que estrenaría este lunes.
Él cursará noveno año en el Colegio Técnico Profesional de Upala.
Su papá, Víctor Calderón Pérez, constructor de oficio, contó que él, su esposa y sus tres hijos lo perdieron todo la noche del 24 de noviembre.
"Todo se fue con el agua. Faltan varios cuadernos y libros, pero nos dijeron que esperáramos a ver qué nos van a donar", contó todavía sudoroso por el calor y la humedad y por usar su escaso tiempo libre para reparar el drenaje y el tanque séptico que se dañó con la llena.
LEA: Huracán Otto afectó directamente a 10.831 personas en Costa Rica
La casa de la familia, ubicada en la urbanización La Real, a pocas cuadras del centro del cantón, quedó con la marca del lodo que bajó por el río Zapote aquella noche.
Víctor está agradecido porque aun así su familia está bien y sus hijos podrán iniciar clases hoy con la esperanza de superar los recuerdos que les dejó el huracán.
Ellos recibieron ¢1 millón del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) para comprar línea blanca (cocina, licuadora, por ejemplo) y ¢220.000 para el arreglo de la casa.
José Manuel, el menor, es reacio a conversar. No se separa de Nena, la perra que los despertó esa noche y los salvó de morir en la llena.
El joven, que la tarde del domingo estaba ayudando a su padre en el patio con el drenaje, está interesado en seguir estudios en informática.
Las calles de Upala todavía tienen la marca del barro, claro que ya no con la magnitud de los primeros días que sucedieron al paso del huracán.
En la casa de Rachel Yubank Díaz, en el barrio Los Ángeles, las paredes dejaron de ser blancas y actualmente muestran un café desteñido por las horas y horas que han pasado lavando el barro que quedó pegado.
La pequeña, de 8 años, tiene un uniforme nuevo regalado, zapatos, tenis y algunos cuadernos, donados por el IMAS, pero le falta un salveque y los libros de texto para iniciar con el tercer grado en la escuela Nauatl.
Aunque la casa no está como antes de Otto, Lorena Díaz, mamá de Rachel, está tan entusiasmada como la niña por el inicio de las clases. Rachel aseguró que se iba a acostar temprano para no llegar tarde a su primer día de escuela.
"Quizá así pierdan el miedo a los ventoleros. No pueden oír lluvia porque se asustan", dijo Lorena haciendo referencia a los últimos días, que han amanecido oliendo a temporal.
Las vacaciones para muchos de estos niños casi no han existido.
A punto de terminar el pasado ciclo lectivo, Otto desencadenó sobre sus comunidades la furia del primer huracán en atravesar Costa Rica.
Entre los sitios más afectados estuvieron Upala, Bagaces y Bijagua.
Estos niños y jóvenes pasaron varios días en albergues para guarecerse mientras se iniciaban las tareas de limpieza.
Luego, ya instalados en sus casas o en las de familiares y amigos, tuvieron que colaborar con la reconstrucción.´
ADEMÁS: Otto, el huracán que azotó Costa Rica
La familia de Rosa Corea apenas salió de paseo a la capital este domingo.
Sus dos hijas y tres sobrinos estuvieron a punto de morir ahogados con ella en su vehículo, cuando fueron arrastrados varias cuadras por una cabeza de agua que bajó por el río Zapote.
Rosa Corea es docente y este lunes se inaugurará como directora de la escuela de Pueblo Nuevo, en San José de Upala.
"No tengo herramientas para mi trabajo, todo lo perdí con el huracán. Solo me mantienen las ganas de seguir adelante e iniciar algo nuevo con este curso lectivo", aseguró en el corredor de su casa, a 50 metros del cauce que casi le quita la vida.
Al fondo de su casa está el 'esqueleto' de su carro, los álbumes y los títulos de sus hijas llenos de barro seco que logró rescatar.
Se quedó con pocos haberes y muchas deudas, pero sabe que logró rescatar lo más importante: las vidas de sus hijas y sobrinos, quienes hoy volverán a clases porque lograron sobrevivir al primer huracán que atravesó el país.
LEA MÁS: Emiratos Árabes cubrirá reconstrucción de acueductos dañados por huracán Otto