Las expresiones de alerta han cobrado fuerza en las últimas semanas debido a los casos de personas que tratan de cruzar el Mediterráneo, así como por los cientos de migrantes que están varados en el sudeste asiático.
Sin embargo, estas alarmas no se activan por un auge, una nueva oleada o inéditas llegadas masivas. Son más bien fenómenos que están dentro de la normalidad, pues la cifra de 232 millones de migrantes en todo el mundo (3,2% de la población) se ha mantenido estable durante los últimos tres años.
El cambio ahora lo marca, según la directora adjunta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Laura Thompson, el aumento de la cifra de muertes y su divulgación.
A lo largo de este año, cerca de 1.800 migrantes han fallecido en su intento por superar el Mediterráneo, mientras que hasta abril del 2014, se reportaron 96 muertes. En total, durante el año pasado perecieron 3.500 personas , de acuerdo con datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).Asimismo, en el sudeste asiático unos 8.000 migrantes de Birmania y Bangladés (en su mayoría, integrantes de los rohingya) se encuentran a la deriva en el mar, ya que Gobiernos como los de Malasia, Tailandia e Indonesia han recibido múltiples llamados para lanzar operaciones de salvamento, pero los ignoran y sacan los barcos de sus aguas.
Forzados. Los riesgos que conllevan emprender estas travesías son diversos; no obstante, en muchos casos migrar, más que una opción, es la única salida.
Para Francesca Fontanini, oficial regional de Información Pública para Acnur, los motivos que llevan a las personas a migrar están enfocados en razones económicas y de seguridad.
La parte económica incluye la búsqueda de mejores opciones laborales que permitan acceder a condiciones más favorables de vivienda, educación o salud.
Por ejemplo, al inicio del 2000, miles de suramericanos llegaron a España por las amplias oportunidades que brindaba el país en ese momento; sin embargo, con la llegada de la crisis económica en el 2008 , el movimiento se invirtió y tanto migrantes como españoles empezaron a salir del país.
Al factor económico se suman circunstancias propias de las zonas de origen que atentan contra la seguridad ciudadana, como persecución, desastres naturales y guerras. Tal es el caso de Siria y Libia, países sumidos en conflictos armados que representan un riesgo para sus pobladores y los impulsan a migrar a Europa.
Integrar al migrante. “Es como ponerle una curita al problema”. Así explica Thompson el efecto que podría tener que las medidas para enfrentar el desafío migratorio se centren solo en la vigilancia y labores de rescate.
Según la funcionaria de la OIM, se deben atacar las causas que propician los flujos migratorios, ya que enfocarse solo en resolver sus consecuencias genera un círculo vicioso que no brinda soluciones definitivas.
Bajo esa línea, una medida primordial es aprovechar la migración para llenar vacíos laborales en los países receptores. Esto requiere capacitar a los foráneos para que se integren a labores que se consideren necesarias para el desarrollo económico.
Además, los países deben fortalecer sus sistemas de asilo para apoyar a las naciones que están recibiendo más personas. Tal y como anunció la Comisión Europea al proponer un modelo de reparto de las solicitudes de ingreso entre los miembros de la comunidad y auxiliar a Italia, Grecia y Malta, naciones que son la puerta de ingreso de Europa para la mayoría de migrantes.