Madrid. EFE El plan defensivo del Chelsea contuvo ayer al Atlético de Madrid en el partido de ida de las semifinales de la Liga de Campeones, un ejercicio de insistencia sin recompensa para un equipo rojiblanco que propuso mucho más.
Porque el Atlético asumió ayer un papel diferente en esta edición del torneo, un nuevo desafío ofensivo contra un bloque de perfil defensivo y decidido a mantener su portería a cero por encima de todo.
No le preocupó nunca al Chelsea la posesión de la pelota ni ganar el choque. Jamás arriesgó. En su rigor táctico, en ese ritmo lento, enredó al rival, le dio el balón y le propuso un problema de difícil solución.
Un reto ofensivo que requería mucha precisión, movimiento y velocidad en sus acciones alrededor del área primero del checo Petr Cech (lesionado al cuarto de hora de partido) y después del experto Mark Schwarzer, su sustituto.
No se sintió cómodo el Atlético en ese ejercicio de paciencia, toque e insistencia, alejado de su trepidante contragolpe, de las vías hacia la portería contraria que ofrece Diego Costa con sus desmarques, minimizados por el plan del equipo inglés, meticuloso y desesperante.
Ni le dio margen para correr a la contra ni tampoco para generar apenas ocasiones en toda la primera parte, condenado a previsibles centros laterales, una amenaza que combatió su rival con la contundencia de su zaga.
Al descanso, además del lanzamiento de córner directo de Koke, poco más dispuso el Atlético sobre la portería contraria, apenas un par de disparos desde lejos.
Cambió su esquema el argentino Diego Simeone para la reanudación, un nuevo mecanismo para remover al Chelsea, que manejó el tiempo cada vez que hubo una falta, un saque de banda, una caída...
En ese choque tan táctico, tan cerrado, cada córner se festejó en la grada casi como un penalti, casi todo el encuentro se trasladó al terreno de los visitantes en un guión repetitivo del primer tiempo.
Al ritmo del pito del árbitro Jonas Eriksson, de las continuas pérdidas de tiempo del Chelsea y del previsible fútbol del Atlético el duelo se encaminó a un final imaginable: un inamovible empate.