Redacción
Las lesiones son fieles acompañantes de la carrera de los futbolistas, inclusive hasta llegar a marcarles la vida. En sus ocho años de jugar en Primera División, el volante Álvaro Sánchez está acostumbrado a ellas; por lo general ninguna lo tumbó de golpe, cayó, se levantó, se recuperó y volvió al campo.
El 24 de febrero pasado, mientras vestía la camiseta de Uruguay de Coronado, Sánchez volvió a ser el blanco de una lesión: en un juego ante Carmelita, en el estadio Labrador, sufrió la ruptura de menisco en la rodilla izquierda.
"Recibí atención médica, quise entrar a la cancha, pero de pronto sentí que algo no estaba bien en mi rodilla", recordó el mediocampista con pasado en San Carlos, Alajuelense y Cartaginés.
A partir de aquel momento, en que salió caminando con dificultad del estadio, comenzó un verdadero calvario, como él mismo etiquetó lo vivido en los últimos meses y que desembocó en una crisis económica "nunca antes vivida", según sus palabras.
Acostumbrado a estar en clubes en los que el tratamiento de las lesiones era más expedito, Sánchez no topó con la misma realidad en Coronado.
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Transcurrieron días y después meses a la espera de ser sometido a una cirugía que le corrigiera la molestia.
"Me operaron hasta el puro final del torneo. Todos los trámites se hicieron a través del INS (Instituto Nacional de Seguros). Uruguay no es uno de los equipos tradicionales; por ejemplo, cuando estuve en Alajuela me sucedió algo igual en el tobillo y en la semana siguiente ya me estaban practicando exámanes", explicó el jugador.
Pasaron 12 juegos más desde el día que su rodilla no soportó más y acabó incapacitado por culpa, en buena parte de la cancha sintética, según él.
Paralelo a la lesión, Uruguay entró en un agujero negro; la situación económica del club empezó a trastabillar y en lo deportivo ingresó a una carrera sin frenos que desembocó en el descenso a la segunda división.
Mientras sus compañeros de equipo daban muestras de fragilidad extrema en el campo, él seguía a la espera de que lo operaran. La angustía tomó tintes mayúsculos.
"Yo no tenía dinero para la recuperación y todo se me empezó a complicar. No tenía plata para la gasolina y trasladarme hasta Coronado. Tuve que esperar muchos días para que me hicieran una resonancia y la verdad se perdió mucho tiempo en eso", relató Álvaro.
Poco a poco el cielo se cargó de nubes. Uruguay se fue al precipicio y con él, salarios sin cancelar, entre ellos el suyo.
"Al estar tanto tiempo parado perdí mucha masa muscular en la pierna, de ahí que la recuperación fue más larga de lo normal, pasé mes y medio sin hacer nada. Y en lo económico, bueno, todo empezó a cambiar y sobre todo a complicarse", dijo.
"Cuando llegué al equipo los pagos eran al día, pero de pronto todo se complicó. Todos los que estábamos terminamos con una deuda que no nos saldaron", señaló.
Mientras los equipos movían el mercado de piernas, Sánchez se convirtió un espectador más, ajeno al ir y venir de futbolistas entre un plantel y otro. Su nombre no apareció en la lista de elegibles y se quedó sin empleo.
Crisis económica. Recién operado, sin equipo y sin dinero, el panorama se oscureció más para el futbolista.
"Prácticamente tengo cinco meses de no recibir salario, para mí ha sido muy difícil, yo vivo de esto (fútbol) y son cosas que uno nunca espera. Uno puede lesionarse y al mes puede volver, pero con tanto tiempo todo se complica", contó.
Las deudas no perdonaron a Álvaro y a su familia compuesta por su esposa, Andrea Rodríguez, y los pequeños Samantha y Samuel. Los cobros empezaron a tocar la puerta de su casa con un desenlace inesperado.
"Tuve que dejar el apartamento donde vivía en Grecia, tuvimos que vivir un tiempo donde mi mamá y después con mis suegros. Hace mes y medio me vine a recuperar a San Carlos y ahorita estoy viviendo solo en un cuarto en la casa de un tío que me tendió la mano. Mi esposa y mis dos hijos están donde mi suegra".
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Las deudas se convirtieron en una bola de nieve. Al inicio le permitieron atrasarse un mes, pero ya cinco no fue tolerado por las empresas a las que les debía.
"Me da un poco de pena contarlo pero es la verdad, tuve que tocar puertas para que algunas amistades me ayudaran. Gracias a Dios hubo colegas y gente cercana que me tendieron la mano económicamente".
La esperanza de Sánchez es ponerse a punto a corto plazo y encontrar equipo para el Torneo de Invierno que está en marcha.
Gracias al apoyo del fisioterapeuta Erick Rodríguez y el preparador físico Arturo Pérez, Sánchez entró a la recta final de su recuperación, por lo que es cuestión de días para que regrese a la cancha.
Aunque confesó que ha pensado dedicarse a otro trabajo, el mediocampista insiste en que su mayor deseo es vincularse a un plantel de Primera División. Y si no encuentra, lo hará en la Liga de Ascenso hasta hallar un espacio en la máxima categoría.
"No me doy por vencido, a mis 30 años tengo mucho que dar. No voy a renunciar y lucharé hasta lo último para jugar profesionalmente", concluyó.