San Francisco, California. Uno de los mayores retos al que se enfrentó (y se sigue enfrentando) la ciencia es que desde que el virus del Zika hizo su aparición en Brasil en el 2014, este se comporta de una forma muy diferente a la que se comportaba en los brotes anteriores en África y Asia.
El cambio principal se vio con el llamado síndrome congénito del zika: el nacimiento de bebés cuyas madres fueron infectadas con el virus durante la gestación y se les transmitió a través de la placenta.
Este cuadro, precisamente, se convierte hoy en una de las mayores líneas de estudio por parte de científicos de todas partes del planeta, que desean seguirle de cerca la pista a estos chiquitos y las secuelas que podrían presentar a futuro. Varios centros de salud y de investigación, en distintos países, están en esta misma sintonía y le reportarán sus hallazgos a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Como resultado de la infección en la placenta, se producen diversas alteraciones neurológicas en los bebés, el más evidente (y popular) es la microcefalia.
Mas hay otros: problemas de la vista, hundimiento del cráneo, llanto que en ocasiones supera las 20 horas por día, convulsiones e irritabilidad.
Se sabe que esto puede surgir aunque la madre nunca presente los síntomas del zika y que, generalmente, los casos más graves se dieron en las etapas más tempranas de la gestación.
Sin embargo, este síndrome no se había visto en brotes anteriores de la enfermedad y por eso llama la atención de la comunidad médica, que aún busca formas de enfrentar la situación.
Jimmy Whitworth, investigador de la Escuela de Higiene y Enfermedades Tropicales de Londres, aceptó que dicho síndrome fue una verdadera sorpresa para la ciencia.
Durante un encuentro con periodistas en la Conferencia Mundial de Periodismo Científico (WCSJ 2017, por sus siglas en inglés) que se lleva a cabo en San Francisco, California, el especialista comentó que aún es muy poco lo que se sabe del tema, pues los primeros bebés que mostraron estas tendencias apenas acaban de cumplir los dos años de edad.
"De todo esto no sabíamos nada, hasta que aparecieron los primeros casos, y pasó mucho para que se pudiera comprobar un vínculo entre una cosa y otra. Como los bebés apenas van creciendo, hay muchísimo que no podemos saber todavía y se verá con el tiempo", dijo ante la pregunta de La Nación.
"Hay cosas que todavía no podemos saber, porque esto es nuevo, apenas va comenzando. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo vivirán estos niños? Hay algunos que murieron al poco tiempo, especialmente los que tenían lesiones más graves, algunos han fallecido de neumonía, otros de otras causas, pero muchos aún viven y es necesario entender en qué condiciones están para así tratarlos mejor", añadió.
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Las pesquisas
Whitworth no forma parte de ninguno de los equipos investigadores que buscan comprender este fenómeno, pero entiende bien la importancia de estos.
Se trata de varios centros en distintas partes del mundo que llevan un registro (suministrado por las autoridades de salud) de los niños que han nacido con el síndrome y que les dan un seguimiento a su desarrollo y estado físico y mental.
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En esos lugares se les medirán factores como tamaño de la cabeza durante su crecimiento, tamaño del cerebro, estado general de salud, retardo mental y comportamiento. Además, se les llevará un registro del rendimiento escolar.
Forman parte de esta lista, el Instituto Pasteur de Francia, el Departamento de Salud Reproductiva y Enfermedades Conexas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Estas entidades, por ejemplo, ya presentaron un protocolo de investigación de un estudio de casos y controles para escudriñar este síndrome, así como el Guillain-Barré (trastorno en donde el sistema inmunitario ataca al cuerpo, mal que también está relacionado con el zika).
Otro protocolo, suscrito por el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) y el Ministerio de Salud de Brasil, busca observar las características en los menores registrados con este síndrome en ese país suramericano (Brasil), el que mayor tasa de este trastorno registra.
Uno de los principales retos que enfrentan los científicos es que aún no se ha logrado entender la variabilidad del fenómeno, pues en países como Estados Unidos solo el 6% de los niños cuya madre tuvo síntomas de zika han presentado el mal, mientras que en Brasil los niveles ascienden al 46%.
Estas diferencias en los registros pueden deberse a varios factores, como el que no todos los países cuentan con un sistema fiel de registro y un acceso universal a un sistema de salud, o una mayor exposición de la población en general al virus.
Los resultados van a tomar tiempo en dar una luz, pues el crecimiento, desarrollo, e incluso muerte de los menores nacidos con el síndrome congénito del zika es lo que dará a los científicos y a los médicos las pautas para actuar y tratar el mal.
Se trata de algo que, como pasa con las vacunas, debe estudiarse en población humana, pues, en este caso, los animales no son modelos fiables.
"No podemos depender de cómo una enfermedad actúa en un animal, en los monos el zika se comporta diferente. Los animales no son humanos, los ratones van a tender a disimular síntomas y los monos a exagerarlas, son útiles en fases iniciales, pero debe estudiarse en humanos", enfatizó Whitworth.
Sin embargo, Whitworth apeló al conocimiento que ya existe del virus para hacerle frente por ahora y evitar que el síndrome que están analizando los investigadores alcance a más niños.
Por eso, insistió en las medidas preventivas: eliminar depósitos de agua para que la hembra del mosquito transmisor no ponga sus huevecillos, fumigar, utilizar repelente en las zonas de alto riesgo y mantener una buena salud sexual (una sola pareja y uso de condón, para así frenar la transmisión sexual del virus).