Ticos lejos del hogar: Nueva Caledonia, donde las mujeres caminan a cualquier hora sin temor

Jaime Umaña Masís se mudó de Montezuma a ese archipiélago de Oceanía desde hace una década

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"¿Por qué vive allá?". Le lancé como pregunta al costarricense Jaime Umaña Masís en un intento de conocer más detalles sobre su vida en Nueva Caledonia. Su respuesta fue directa: “¿Por qué no?”.

Luego, en las siguientes respuestas, contestó con creces esa interrogante, con argumentos suficientes para comprender que las horas suelen ser maravillosas en ese archipiélago formado por decenas de islas, con dependencia de Francia, pese a que no todo es perfecto.

Jaime nació en San José hace 57 años. Antes de mudarse a Nueva Caledonia residía en Montezuma, en la península de Nicoya, apacible comunidad puntarenense caracterizada por su hermosa playa, atractivos ríos y bellas cascadas.

A ese lejano archipiélago, ubicado en Oceanía, a unos 1.500 kilómetros al este de Australia, arribó en el 2008, para casarse con quien era su pareja en ese momento, y decidió quedarse. Ahora vive solo.

Atrás quedó su pueblo, en el que trabajaba como artista plástico. A partir de ese momento su vida cambió.

“El paisaje marino, estamos lejos de la ‘gringolización’ y las oportunidades de trabajo son buenas”, recalca Jaime cuando enumera las ventajas que tiene Nueva Caledonia para vivir.

Hay un detalle más, posiblemente muy preciado y que Costa Rica ha ido cediendo poco a poco: el respeto y seguridad para las mujeres.

“Una mujer puede caminar sola de noche sin que sea un riesgo”, describe Jaime entre los puntos que más le gustan de ese lugar, cuya extensión territorial (18.576 kilómetros cuadrados) es casi un tercio que la de nuestro territorio.

Este compatriota amante de viajar añade: "No las molestan ni tampoco las asaltan, el vandalismo que existe es para robar alcohol, algunas veces en casas y últimamente en los pequeños comercios".

Jaime es formador de jóvenes en riesgo social mediante proyectos artísticos. "Tengo una patente de artista plástico e intervengo con grupos en este campo, a veces con la municipalidad y a veces en lo privado".

Allá, en medio de unos 300.000 habitantes, este costarricense disfruta de maravillas naturales indescriptibles, como la gran barrera de coral, que no duda en catalogar como “un completo espectáculo”.

Se trata del segundo arrecife con mayor longitud en el mundo, después de la Gran Barrera de Coral de Australia. Su extensión es de unos 1.500 kilómetros y encierra una laguna de 24.000 kilómetros cuadrados.

“Vivo en la capital (Numea), y siempre tenemos impresionantes vistas al mar, hay ríos, cascadas increíbles, sobre todo al norte de la isla. La seguridad ciudadana es muy diferente comparada con la de Costa Rica; aún hay cocheras que permanecen abiertas”.

"Siendo el mar de mucha belleza y al tener muchos ríos, la gente disfruta mucho de esas ventajas. Hay grupos sociales y etnias muy diferentes, hay franceses blancos que hacen deportes de emoción como kyte surf y otros deportes de vela, hay muchos barcos y atracaderos", resaltó.

Otro punto a favor de este archipiélago es la cantidad de mariscos. Jaime dice que es “tanto como uno se lo pueda imaginar”.

No todo es bueno. El costo de la vida suele ser bastante elevado. Como ejemplo, Jaime dice que un banano puede valer $1 (¢572). “Las frutas y legumbres son muy caras; un paquete de cigarros cuesta $15 (¢8.580)”.

A eso se le suma que la capital no está exenta de embotellamientos.

Una curiosidad es que en el campo se vive en tribus, al punto que existen más de 33 dialectos, pese a ser el francés el idioma oficial.

“Hay un grupo de islas, en el este del país, que guardan una tradición y riqueza cultural enorme”, añadió Jaime.

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Precisamente, en algunas tribus que este tico ha visitado, se sorprenden de su habilidad para andar descalzo y subirse a los árboles.

De su tierra extraña los tamales, la olla de carne y los amigos.

“Voy a Costa Rica cada dos años, más o menos, pero el tiquete de avión es muy caro, unos $3.000 (¢1,7 millones), por lo tanto no es muy fácil hacerlo frecuentemente”, lamentó Jaime.

En Nueva Caledonia no son frecuentes los ticos, ni siquiera entre los 8.000 turistas que suelen llegar cada mes para disfrutar de sus aguas turquesas.

Esto Jaime lo comprueba con mucha facilidad, así como el sentimiento que aflora entre los habitantes al darse cuenta de que él proviene de un pequeño país centroamericano.

“Les encanta (al darse cuenta que es costarricense). No hay compatriotas en este territorio y lo sé por las vueltas en la oficina de Migración”, aseveró.

Añora que nuestro país adopte la seguridad que tienen los ciudadanos de ese archipiélago, algunas ventajas del sistema francés de apoyo a los estratos sociales menos beneficiados, como por ejemplo en vivienda, y las regulaciones en la pesca, para que sea sostenible.

En cuanto a la comida, disfruta del bugna, que es una preparación de legumbres, yuca, plátanos, pescado o langosta. También, carne o murciélago gigante. Además, el russette, envuelto en hojas de banano y leche de coco, el cual es preparado a las brasas, bajo la tierra.

"También es tradicional le bebida conocida como kava, que es originaria de Vanuatu, y que tiene efectos relajantes. Es muy popular al final de las tardes", aseveró.

Jaime tiene entre sus planes regresar al calor de Costa Rica, la tierra que lo vio nacer y que siempre tiene presente, aunque por ahora no hay una fecha para ello.

"No sé, seguro que regreso porque tengo una casa y un terreno en Cóbano de Puntarenas, al lado de Montezuma", concluyó.

Datos de Nueva Caledonia:

Capital: Numea

Población: 300.000 habitantes (casi 17 veces menos que Costa Rica)

Extensión territorial: 18.576 kilómetros cuadrados (casi un tercio que la de Costa Rica)

Moneda: Franco CFP (1 franco CFP equivale a ¢5,8)

Idioma: Francés

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Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico corresponden a antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.

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Esta es la vigésima sexta historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.

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