El 2005 fue un año decisivo para el matrimonio de José y Mónica Ciannavei. Después de seis años de casados y de múltiples intentos para que ella quedara embarazada, desistieron de la idea de ser padres biológicos.
Ellos viven en la ciudad de Imola, en Italia, y allá entraron lentamente en el mundo de la adopción: un mundo que en un santiamén les devolvió la esperanza, aseguraron.
Eso sí, la ilusión se vería opacada un poco por la frustración. El papá recordó que, aunque ya habían sido calificados como una familia apta para adoptar en Italia, nunca recibieron la llamada que les confirmarían que estaban cerca de tener a su hijo en los brazos.
Paralelo a esto, contó, surgió una nueva oportunidad que los hizo reconsiderar lo que querían: podían darle hogar a un niño de otro país. Fue una opción que pensaron bien porque, al tomar ese nuevo camino, le daban la espalda a la adopción italiana, dijo José, de 60 años.
“Tuvimos que renunciar a partir de ese momento a una posible adopción nacional (Italia); si algún Tribunal nos llamaba, no lo podíamos aceptar”, comentó el papá.
No se detuvieron. Desde ese momento, su deseo era tener un hijo nacido en América Central. “Seleccionamos Costa Rica por el resplandor de su gente, la alegría, la paz, el lenguaje, que es muy similar al nuestro, por los cuidados que le dan en las familias. Físicamente, nos parecen personas agradables”, apuntó.
¡Llegó! Si el 2005 fue importante para el matrimonio, el 2008 lo fue aún más.
Tras casi un año de haber sido calificados idóneos para pertenecer al banco de familias elegibles del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), Lucía, una niña de 9 años cuya identidad se protegerá, apareció en sus vidas.
Esta menor nunca conoció a su padre y quedó huérfana a los 6 años, luego de que su mamá biológica muriera de una enfermedad incurable.
José y Mónica no conocían a Lucía personalmente, pero desde que el Patronato les propuso acogerla, sabían que ella sería su esperada hija, aseguró José. “Nos preguntaron si estábamos de acuerdo con adoptarla. ¡Por supuesto que sí!”, exclamó José.
Cuatro meses después, en marzo del 2009, viajaron a Costa Rica para conocer a Lucía.
“La esperanza y el deseo de verla eran enormes. Fuimos al albergue, donde estaba con unos 30 niños más. Después de todo ese tiempo, podíamos abrazar a nuestra hija, que solo habíamos visto en fotos”, expresó el papá.
Los primeros tres encuentros consistieron en llevarla a comer o al hotel donde se hospedaban, todo eso en compañía de un representante del PANI.
Después del tercer día, no se quisieron separar más. “La niña siempre estuvo dispuesta a vivir con nosotros. Nunca demostró lo contrario. De hecho, ella recuerda que desde el segundo día quería dormir con nosotros; no quería volver al albergue”, detalló.
Hoy, Lucía tiene 15 años y cursa el octavo grado de colegio. Desde el día en que se marchó, no ha vuelto a Costa Rica porque, dice, en Imola, Italia, encontró la familia que le dio más de lo que alguna vez pensó tener.