Cartago. Una mujer de apellido Víquez, quien sobrevivió luego de tomar café envenenado, aseguró ayer en el juicio que se sigue contra su exesposo, que le extrañó mucho que este fuera tan atento la noche anterior y al amanecer.
Los hechos que se le achacan a un hombre de apellido Montoya se remontan al 14 de febrero del 2011, cuando, en apariencia, el sospechoso depositó el tóxico metomilo en el café que su esposa llevó para desayunar a una finca en donde la mujer recogía fresas.
“La noche anterior me llevó unas flores y unos chocolates que mis hijos no quisieron degustar porque algo sospechaban. Al día siguiente, él se levantó temprano y hasta me hizo un cafecito para que llevara”, relató la ofendida.
Víquez recordó ante el Tribunal de Juicio que hacia las 9 a. m., del 15 de febrero, tras probar el primer sorbo de café, lo sintió raro y luego perdió el conocimiento.
“Junto a otras compañeras fuimos a desayunar. Cuando probé el primer trago lo sentí extraño y con el segundo trago empecé a sentir la vista como nublada. De allí no supe nada más”, aseguró.
Mientras la ofendida declaraba, el sospechoso escuchaba a su exesposa en una pequeña sala adjunta, donde el hombre se mantuvo atento a la declaración. La decisión de sacarlo se tomó para que la ofendida pudiera hablar con confianza y sin sentirse amenazada por su presencia.
La finca en donde la mujer fue auxiliada por dos compañeras se sitúa en El Cañón de El Guarco de Cartago, cerca de donde la pareja mantenía su domicilio, en ese momento.
Tres días después de que fue ayudada, Víquez despertó en el Hospital Max Peralta de Cartago, donde su salud mejoró gracias a que cree en su fe católica.
“Una vez que desperté, solo vi al Padre Pío a mi alrededor y a un grupo de ángeles que me salvaron de morir”, afirmó en la sala 1 de los Tribunales de Justicia de Cartago.
La víctima era lectora en las iglesias católicas de La Rita y El Cañón de El Guarco de Cartago.
En medio de maltratos. Al ser consultada sobre la convivencia con el sospechoso, Víquez aseguró que era víctima de los celos y las agresiones desde el noviazgo.
“Con la confirmación del primer embarazo fuimos a un laboratorio, pero él se fue. El plan era darle una sorpresa. Era un hombre machista y desde ahí las cosas empezaron a cambiar en el matrimonio. Mis hijos desde pequeños sufrieron por su comportamiento”, manifestó la mujer.
Fruto de los 25 años de matrimonio, la pareja tuvo tres hijos, quienes al momento de los hechos ya eran mayores de edad.
Ese cuadro de agresión hizo que tres días antes del hecho, decidieran divorciarse; sin embargo, ambos siguieron conviviendo.
Para hoy está prevista la declaración de cinco vecinos de la expareja. El sospechoso se mantiene libre y trabaja vendiendo frutas .